Dejándose caer, haciéndose amiguitos, mirando así, con una sonrisita leve y tenue, la República Popular China ha puesto por fin a Cuba, a jugar a los palitos chinos. Es una muestra de paciencia asiática con el temblor del derrumbe económico y el colapso político (y nervioso). Lo que en las honduras del choteo cubano pudiera llamarse “el arroz con mango”.
Porque el pueblo es sabio aunque en ocasiones, como la de ahora, el pueblo cubano parezca adormecido, producto de la burundanga que le echó el comandante, la piedra con la que tropezó una y mil veces la pobrecita patria.
Hay que reconocer que ha pasado el tiempo y el gigante asiático, tantas veces postergado y desairado por pretendientes mejores o más cercanos, nunca perdió la fe de meter su rollito de primavera en la Ínsula “Desbarataria”. No olvidar que los primeros chinos que se radicaron en La Habana, en 1858, fueron Chang Leng, con una pequeña fonda, y Lam Siu Yi con un puesto de frutas y hortalizas en la actual Calzada de Zanja. O sea, le entraron a Cuba por la cocina.
Ahora, con el cinturón bien apretado, se cumple la promesa que hiciera en visita oficial a China del 28 al 30 de mayo, el canciller Bruno “Arroz frito” Rodríguez: el gobierno cubano le ha ofrecido a Huawei y otras empresas chinas “oportunidades de negocios adicionales”. Pero la noticia, en realidad, no es esa, sino que “China es el principal socio comercial de La Habana tras desbancar a Venezuela”. Adiós, Maduro; bienvenido Xi Jinpin.
Claro que el coqueteo no es de ahora. Cuba siempre ha sabido elegir sus víctimas, sus bancos de sangre, y tras tantísimo tiempo de amancebamiento soviético, que dejara en la Isla tanto Iván y tanta Irina, los estrategas del mofuco criollo parecían preferir víctimas más manejables. Y entre tanto tonto útil, apareció el golpista Chávez en su día, hasta que su desaparición dejó al impresentable aprendiz de mafioso que ahora se balancea en el pico de la piragua como los elefantes en la tela de la araña.
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En el lenguaje popular “tener un chino atrás” era sinónimo de mala suerte. Y era también, en esencia, una contradicción, porque el cubano tuvo siempre un chino en la mira: el chino de la charada, que le aliviaba y lo desplumaba. Hoy nadie sabe si Cuba se sacará la charada abriendo las puertas por fin a China, pero la situación económica de la isla no permite perder tiempo analizando, y mucho menos apostando.
China sería una bendición pero también una amenaza. Tienen la ventaja de desear fervientemente convertirse en un grano en las posaderas del imperio norteamericano, y Cuba, golpeada, hambreada, hundida en esa pocilga donde la han ubicado los dislates económicos y políticos de papá Fidel y su comparsa, ha perdido hasta la hierba de sus llanuras, pero sigue y seguirá siendo la “Llave del Golfo”, la posición deseada por otros imperios durante siglos.
La amenaza es que China, cual novia milenaria, tiene en sus genes la virtud de la paciencia. Esa que hizo al filósofo Confucio emitir sabias sentencias, entre las que se han hecho interpretaciones magistrales, como esa que reza: ¿Para qué comprar la vaca si la puedes ordeñar a través de la cerca?
Por ahora, la talanquera se abre a la tecnología, con Huawei, acusada de espionaje por Occidente, en punta, que aprovechando la guerra comercial declarada por Donald Trump, precisa una cabeza de playa a sólo 90 millas de su “enemigo”. Y a pesar de que la presencia del país de Mao se necesita en todos los renglones, nadie sabe si Cuba copiará al fin el modelo chino de capitalismo con partido único, con el que siempre coqueteó Raúl Castro, achinado y arrobado.
Por ahora, a la espera, respiran felicidad los que mandan en la isla: Miguel Non Tsé, Bruno Shop Suey, Raúl Chin Chin y Machado Ping-Pong. No sería extraño escuchar muy pronto en antena un programa que se llame “Idioma chino por radio”.
Sin embargo, se deben tener en cuenta algunos peligros y obstáculos que deberían sortear los chinos si aumentan su presencia en Cuba:
1- La proverbial productividad e iniciativa del cubano en el trabajo. Sobre todo cuando no vive en Cuba. Así que los asiáticos deberían mover grandes masas de cubanos para que vivan y produzcan en el exterior, detalle este muy poco rentable para sus intereses.
2- Otro peligro consistiría en invitar a la artista Juana Bacallao a recepciones en su embajada. Si la leyenda es cierta, cuando a Juana le pidan que cante una canción china tradicional, interpretará, como ya hizo una vez, la conocida: “un chino cayó en un pozo, las tripas se hicieron agua, arre, pote, pote, pote, arre, pote, pote pá”.
3- La fama de mala paga del gobierno de Cuba. Los chinos han de prepararse para ver volar y desaparecer su dinero.
La ecuación es ahora un misterio. Desaparecido el Uno, el chino de la charada baraja otros números y negociará con la combinación que le resulte más viable, o con la menos riesgosa. No olvidar nunca que los chinos, como cultura milenaria, han demostrado saber aguardar.
Quién sabe al final qué podría pasar entre China y Cuba. ¿Cuál de los dos caería en un pozo, o lo que es peor, a quién se le harán agua las tripas?