El matrimonio que dirige Nicaragua con mano de hierro tiene fama de no ser inteligente, pero sí muy astuto. No es posible culpar al canciller Denis Moncada de la salida del país de la Organización de Estados Americanos (OEA). “El señor Moncada es un monigote de Ortega y de su esposa”, me dice un prominente exiliado nica que no quiere dar su nombre.
Detrás de cualquier acción importante que suceda en Nicaragua está la mano de Daniel Ortega y de su mujer, Rosario Murillo, “la Charo”, vicepresidenta del país. De manera que esta nueva deriva no es excepcional: ambos están metidos hasta las cejas en acusar sin imaginación ni pruebas a Luis Almagro, secretario general de la OEA, de “lamebotas del imperialismo yanqui”.
Ambos han logrado expulsar a la institución de su sede, con el pretexto de que es “un instrumento diabólico”, y han creado en la oficina de 296 metros cuadrados en un lugar exclusivo de Managua una especie de “Museo de la Infamia” con el objeto de denigrar a la OEA. Sin hacerle caso a Edgar Parrales, el ex jesuita y ex diplomático a cargo de la OEA durante los primeros gobiernos sandinistas, que les explicó que esa campaña sería totalmente negativa, Ortega, sencillamente, lo encarceló.
De acuerdo con 14ymedio, el diario que dirige desde Cuba Yoani Sánchez, el inmueble pertenece a las hermanas Luz Marina y María Auxiliadora Navarrete Guevara. La primera está casada con Pedro Rioseco, periodista de Prensa Latina (suelen ser agentes del Ministerio del Interior), a quien conoció en Managua entre el 86 y el 89. El matrimonio vive en Cuba, pero María Auxiliadora vive en Managua, junto a su marido estadounidense.
Se da la circunstancia de que una de las primeras confiscaciones de Ortega en esta segunda etapa (en la primera confiscó todo lo que pudo), sería contra las hermanas Navarrete Guevara, pero si no llega a ocurrir, es por el dinero de los chinos, que facturarían a sobreprecio la conversión del inmueble en un museo, pagando con ese dinero “generosamente” la propiedad a sus “legítimos dueños”. A fin de cuentas, el “negocio” con los chinos lo manejan directamente los Ortega-Murillo por medio de su hijo Laureano, tenor y coleccionista de caros relojes Rolex, designado por Los Angeles Times como “heredero y sucesor” de su padre.
La primera inversión “seria” que harían los chinos tiene que ver con las viviendas populares. Son cuatrocientos millones de yuanes, equivalentes a de 60 millones de US dólares. Se da la circunstancia de que existen casas prefabricadas en el mercado nicaragüense de un solo ambiente por mil seiscientos dólares, y hasta con dos dormitorios, baño y cocina por cinco mil, como llegó a realizar el efectivo alcalde Jaime Nebot en Guayaquil.
Previamente, los Ortega-Murillo, llegaron a la convicción de que no valía la pena continuar disfrazándose de “liberales cristianos”. Resulta más conveniente justificar esas agresiones a la democracia tildando de “hijos de perra” o de seres “mediatizados por el oro de los gringos” a cualquier persona que se les oponga. Incluso, resulta mejor asumir de una vez el ropaje de los dictadores, como hubieran hecho los Somoza, y meter en la cárcel a los ex sandinistas que se les opongan. Es el caso de la legendaria ex guerrillera Dora María Téllez, ex ministra de Salud durante el primer gobierno sandinista, y Ana Margarita Vigil Guardián, ambas disidentes, junto a otros revolucionaros del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Así las cosas, los 7 u 8 candidatos que podían fácilmente derrotar a Ortega y a su mujer, fueron privados de su derecho a aspirar a la presidencia por el procedimiento de encarcelarlos y acusarlos sin pruebas, o con pruebas amañadas, de emplear dinero mal habido en la campaña, o invocando el pretexto de la soberanía, puesta en peligro “ante el inminente asalto de los yanquis”. Estos fueron los casos de los hermanos Chamorro, Cristiana y Pedro Joaquín, hijos de Doña Violeta; del economista Sebastián Chamorro y del historiador Arturo Cruz, a los que se agregan Noel Vidaurre, Félix Maradiaga, el periodista Miguel Mora y el líder campesino Medardo Mairena.
Fue una tragedia que Ortega y Murillo le quitaran su respaldo a Taiwán y se lo vendieran a China continental. Taiwán es la China liberal y democrática que ha sido capaz de evolucionar del autoritarismo a la democracia, al contrario del sandinismo. Tan pronto como Nicaragua traicionó a sus viejos aliados, el 10 de diciembre del 2021, y apareció la foto de Laureano Ortega Murillo junto al vice canciller chino Ma Zhaoxu, comenzó una cadena de “locuritas”, como les dicen en Nicaragua a las conductas lamentables, y el dúo de gobernantes nicas se entregó irremediablemente a los peores asuntos, como la persecución de sus adversarios políticos.
En vista de que América Latina carece de política exterior –salvo las imperiales, que tratan de extender sus fracasados modelos: Cuba, Venezuela y Nicaragua–, la OEA es el sitio mejor o menos malo, para que Estados Unidos y Canadá se enfrenten a esa dificultad, como llevan a cabo en la Unión Europea y en la OTAN.
Alguien tiene que ponerles punto final a los horrores de Díaz-Canel mandando en Cuba, o Nicolás Maduro en Venezuela o el dúo nefasto en Nicaragua. Alguien tiene que decirle a China o a Rusia que no pueden continuar alentando el desorden antidemocrático sin sufrir sanciones institucionales y personales. Y ese sitio es la OEA.
Tomado de El Blog de Montaner