Matanzas se corona campeón de la Serie Nacional de béisbol

El triunfo, enardeció a un país poseído por la fiebre beisbolera durante varios días
 

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Un triunfo deportivo estremeció por estos días Matanzas. Al fin, Los Cocodrilos se salieron con las suyas. Sometieron en seis peleados choques a los indomables Toros de la Llanura para agenciarse una corona añorada a lo largo de muchos años y por la que pelearon especialmente duro en la última década. 
Muy feliz por el inolvidable resultado, el mentor Armando Ferrer, debutante en estas lides, reconoció que los camagüeyanos fueron un hueso duro de roer y cayeron con las botas puestas, al tiempo que enalteció la labor de todos y cada uno de los integrantes de su elenco.
La postemporada pese al evidente declive de nuestro béisbol en la arena internacional, termino de manera satisfactoria probando el tangible valor que para los cubanos tiene la pelota.
Al margen de los reproches y una multitud de opiniones entre los cubanos en torno al béisbol, es difícil permanecer neutral o no sentirse tocado por esas manifestaciones de pasión de que hemos sido testigos, aun cuando no esté implicado el equipo de nuestra simpatía.
Nadie puede negar que la final estuviera matizada por una extraordinaria acogida popular, y tanto Camagüey como Matanzas tembló más de una vez bajo la sacudida de la concurrencia que repletó el Cándido González y el Victoria de Girón.
El play off estuvo lleno de dramatismo. Cuando mejor estaba planteada la controversia salió a relucir el afincado  sincretismo religioso que es síntesis de las raíces y cultura cubanas
En el séptimo capítulo del quinto juego de la final, mientras Matanzas iba debajo en el marcador 9x0. De pronto apareció una gallina en los jardines del Victoria de Girón, y hay quienes aseguran que a partir de entonces los Cocodrilos iniciaron una remontada.
Fue el clima que salpicó la final de la pelota cubana, impregnada de un montón de iniciativas en los territorios, espíritu competitivo, entrega de los atletas y apoyo del público y de las autoridades.
Un torneo que a la postre premió al elenco con la capacidad de ir desde un último lugar hasta lo más alto del podio, algo que se debe en grado sumo a la dirección colegiada y a la gracia de un timonel que se hizo respetar y, sobre todo, querer.
Bienaventurada esa aptitud de los cubanos para mirar la pelota con cierto gozo, un béisbol que merece escalar en calidad pero impregnado de nuestra realidad y muy parecido a nuestra vida, como dice el cantor.

 

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