Familia cubana lleva 12 años esperando solución para su precaria vivienda

Guillermo Batista y su esposa viven en condiciones denigrantes, de esas que no pueden aliviar sus simbólicas chequeras. En 12 años, el régimen y sus instituciones se han olvidado de ellos
Guillermo Batista
 

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Guillermo Batista Zaldívar y su esposa, residentes en el reparto Ramón Quintana, provincia de Holguín, llevan 12 años esperando una solución para su precaria vivienda, la cual están conscientes de que no es habitable.

Su casa fue afectada por el ciclón Ike en 2008. Según cuenta Guillermo, el delegado del Poder Popular le vendió el techo de tejas y le dio un saco de cemento, pero más nada. De hecho, ningún trabajador social ha ido nunca a verlos, pese a que tanto él como su esposa son jubilados y sólo reciben cada uno su chequera mensual de 300 pesos (12 dólares al cambio oficial).

Ante las cámaras de Cubanet, el anciano, otro más que se siente abandonado por la llamada revolución, explica que tras el paso del ciclón que afectó su precaria vivienda él mismo tuvo que enderezar el poste de la luz, porque estaba a oscuras y la compañía eléctrica demoraba.

El abandono del que es víctima por parte de las compañías e instituciones oficiales se demuestra también en el agua, la cual nunca le han cobrado, quizás porque el vital líquido apenas le llegue y muchas veces “resuelve” con el agua de lluvia.

Guillermo y su esposa viven solos, y aunque cuentan con la ayuda frecuente de sus hijas, ésta no es suficiente para que puedan tener condiciones de vida dignas. Hacen sus necesidades en un baño “que no es baño”, tal y como refiere el anciano, y que recientemente provocó una lesión en una de las piernas de la señora, tras una caída.

Por si fuera poco, cuando llueve a la casa le entra parte del agua que baja de la loma, así como de la que cae sobre el techo, lleno de agujeros y goteras. Pero ninguna de estas cosas ha llamado la atención de las autoridades. 

Guillermo y su esposa siguen viviendo en una abrumadora precariedad. Llevan 12 años así y no vislumbran una mejoría. Denunciar públicamente es lo único que les queda para ver si los atienden, aunque quién sabe si la eventual ayuda que pueda proporcionarle la llamada revolución será suficiente o, más importante, oportuna.