"El problema de los negros es de todos": una entrevista con Norberto Mesa Carbonell

El discursos esclavista (aquello de “la Revolución te hizo persona”) impone los grilletes del agradecimiento por no se sabe aún qué beneficios porque el mapa de la negritud en Cuba sigue pareciéndose más a un barracón que a una ciudad contemporánea.
 

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“Sí, eran unas negras ahí. A ellas siempre las cogen para eso, de inspectoras, para joderle la vida a la gente”, escucho en una esquina del  Cerro y resulta un comentario racista e hiriente que cala más hondo cuando busco quien habla y encuentro que es otro negro, y lo dice con odio y a la misma vez dolido, y no puedo evitar pensar en la conversación de más de una hora con Norberto Mesa Carbonell que terminó siendo este material audiovisual para ADNCuba.

Para Norberto esas “negras” de las que hablaba el desconocido sería una de las tantas personas que “no son decisoras ni están en el funcionariado que sale en la Mesa Redonda” sino de las que les hacen creer que tienen algún poder, que combinados con la necesidad, pueden dar una falsa idea del empoderamiento de la población negra en Cuba y generar ideas como “los negros son más racistas que los propios blancos” y que acaban siendo contraproducentes en la batalla contra las estructuras que perpetúan la discriminación.

“El problema de los negros y las negras en Cuba es de todos, pero principalmente del doliente”, dice Norberto y quizás tenga la razón, pero por dónde comenzar si somos capaces de repetir patrones, frases, prejuicios, juicios y conductas racistas.

La Cofradía de la Negritud, la organización de la sociedad civil independiente que dirige Norberto Mesa, lo tiene claro desde la década del 90: los cambios tienen que empezar desde el gobierno que es quien tiene el poder de distribuir los dineros y de dictar leyes.

“¿Cómo me vas a decir que un país que fue colonia no tiene racismo estructural?”, se asombra el cofrade, y tiene tela por donde cortar. Él mismo no pudo escoger una carrera universitaria porque “era necesario que trabajara para cooperar con la familia” y es la misma cuenta sacan muchas familias negras, “y si los negros y las negras no entran a la universidad después no pueden ser gerentes en los hoteles”, afirma. Todo eso responde a la brecha material que dejó la esclavitud, pero también a que el gobierno cubano desconoce la necesidad de establecer políticas públicas encaminadas a las poblaciones más desfavorecidas.

“Tienes que ver por dónde yo vivo cómo hay casas hechas con cualquier cosa, de latones, de cartón, y quiénes viven allí” y Norberto no tiene que responder porque se sabe, son los mismos que el activista considera que están “sobrerrepresentados” en las cárceles cubanas.

 

Y todo eso va a seguir ocurriendo mientras el estado cubano no reconozca que en Cuba existe un racismo estructural”, afirma y se apoya en la comparecencia oficial como estado parte, ante el Comité de para la Eliminación de la Discriminación Racial, donde el estado niega los términos “afrodescendencia” y “afrodescendiente” porque Cuba según ellos es multiétnica y se opone abiertamente a cumplir las máximas de “reconocimiento, justicia y desarrollo”, o trazarse un plan social en función del Decenio Internacional para los afrodescendientes.

En lo que la ONU proclama diez, Cuba ha tenido 60 años para poner sobre el tapete el tema y trabajar desde la desigualdad que heredamos de la colonia; sin embargo, lo convirtió en un “tabú”, como lo califica Norberto: “si la revolución es la que más ha hecho por el negro en Cuba también ha sido la que menos ha hecho” y habla de conveniencia política por la cercanía con los movimientos de los Estados Unidos en la década del 60, que hicieron que Osvaldo Dorticós proclamara el fin de la discriminación racial y sellara la suerte de los cubanos.

El “tabú” durante décadas limitó el tema a unos pocos autorizados, sembró el prejuicio y los negros que hablaran de “eso” “estaban acomplejados”, eran “unos malagradecidos” o “eran silenciados”. Aun hoy cuando algunos lo han democratizado a cuenta y riesgo de sufrir represión y detenciones arbitrarias, el tema del racismo no se trata con la naturalidad que debiera: algunos siguen considerando el que te llamen “negro” o “negra” es más ofensa a que te digan “de color” o “prieto”; creen que los negros y las negras son una “invasión” como suelen llamar a la conga santiaguera que aparece en el material.

El discursos esclavista (aquello de “la Revolución te hizo persona”) impone los grilletes del agradecimiento por no se sabe aún qué beneficios porque el mapa de la negritud en Cuba sigue pareciéndose más a un barracón que a una ciudad contemporánea.