Esto está malo, asere. Lo digo yo, lo dice tu tía, tu mamá, el vecino de la esquina y hasta quienes no viven aquí. Esto está tan malo que yo he comenzado a creer que el carnicero está puesto pa este cartón, que conste que este cartón no es de huevos porque ni eso hay: cartón sí, huevos no. No vayan a ilusionarse pensando en eso.
Este cartón monumental puede quedarse en los huesos, aunque quizás el carnicero me echa una mano o de paso un pernilito. Todo está en que yo supere cierto asco, aunque no creo poder hacerlo. Pero a este paso me quedo sin carne.
Vivir sola en Cuba precisa una columna entera, pero hoy no será el día. Aunque todo tiene que ver, siempre lo digo, un evento concatena con otro y así. En medio de todo lo complejo que se hace conseguir comida aquí y el reguero de colas interminables para comprar hasta el más básico de los productos, apareció mi carnicero con su libra de pernil a 40 pesos cubanos y también la de lomo; mientras que la de costillas y paleta a 35. Muchas dirían que este es el más encantador de los partidos. Otras que no sé lo que me ando perdiendo.
Todo empezó en Whatsapp, el mercado negro en Cienfuegos ahora es verde y abunda en miles de grupos de compra y venta donde un pomo de shampoo, tan escaso en esta Isla, puede costar hasta 18 cuc. El carnicero entraba ahí y dejaba estos mensajes: “Mañana mato, tengo carne de cerdo a buen precio y es fresquita. Escríbeme al pv”.
La curiosidad y el hambre y la escasez y eso de “a buen precio”, un combo perfecto para escribirle al privado. Eso fue hace poco y ya soy clienta VIP, creo, porque me trae la mercancía a la puerta, aunque sé de amigos que tienen que ir a buscarla y no vive precisamente cerca de la ciudad.
Evidentemente sus precios me encandilaron, me evitaban las largas filas para comprar algún carnico, incluso croquetas; y conocía otros carniceros que comercializaban la carne de cerdo a 70 y 80 pesos, el doble. Cuando le contacté llovía mucho y no pudo “matar”, tres días después me llamó y me pidió mi dirección, aquello parecía una cita.
“Paula, ya estoy debajo”, me dijo por teléfono. Salí y recogí mi encargo. Casi ni le miré, sé que era gordito, supongo que más joven que yo y que una muchacha lo esperaba en un motor. El carnicero era, en mi mente, una bolita de grasa sonriente y que te traía el negocio a la puerta y que tenía jeva. ¿Qué hombre que trafique con carne en este país no la tiene?
Los criterios de selección para escoger pareja en este país han variado. A algunas les gustan con dinero, pero ahora son más atractivos los “Tipos Almacén”: que “resuelven” shampoo, aceite, detergente…Por suerte, a mí me siguen encantando los tipos sin dinero y con sonrisas lindas.
Al tiempo el carnicero, “Tipo Almacén Cárnico” empezó a escribirme, siempre desde el marco profesional, para que le buscara clientes, pero me llamaba princesa y me pareció sospechoso, pero no alarmante, no debía ser paranoica en este caso, era el proveedor de carne.
Luego de la segunda compra me preguntó si necesitaba más o si mi esposo no comía. Toda mujer sabe que esa interrogante solo se hace para saber tu estado civil, es tonto indagar así por mi soltería, pero más de uno lo ha hecho así. Alarmas activadas contra el carnicero. Yo le dejé en visto, dos palomitas azules para ti, papi. Y desaparecí…
Ahora miro el congelador casi vacío y pienso en que pronto deberé abrir ese chat y preguntar. Tal vez sentiré el acoso de nuevo, veré la foto de su perfil con su pareja, esa muchacha que no debe saber que él flirtea con sus clientas o quizás sabe, pero no quiere perder al almacén de víveres y sentiré más repugnancia aún.
Yo puedo imaginarme al carnicero encima de mí, suponer que el monumento es ultrajado por no morir de hambre. Y el asco me nace desde el estómago y va ocupando cada órgano, cada poro. Siempre recuerdo a mi ex suegra aseverando que a cierta edad una mujer necesita a un hombre que cargue comida para la casa. Siempre me opuse a esa idea, ninguna mujer necesita eso, yo no necesito eso.
Solo que, si él tiene la carne a ese precio alguien más debe hacerle competencia. Toca despertar a ese Sherlock rastreador de comida que llevo dentro y explorar más el mercado. Por ahora abriré el chat…