Otra besada que no fue: ¿Por qué triunfan los activistas LGBTI+ cubanos?

Si no fuera por el reclamo de los activistas, por su amenaza de besada y su protesta, no habría reposición del beso. Tampoco habría disculpas
Otra besada que no fue: ¿Por qué triunfan los activistas LGBTI+ cubanos?/foto tomada del perfil de Facebook de Maykel González Vivero
 

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La indignación recorrió las redes sociales este fin de semana, después que la Televisión Cubana censurara la escena de un beso gay en la película Love, Simon. No era la primera vez que el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) cortaba un beso ni una escena de sexo entre dos personas del mismo género. Pero sí fue el primer corte homofóbico denunciado casi en tiempo real en las redes sociales.

Facebook, otra vez, se convirtió en una plataforma de denuncia: el sábado en la tarde, después que trascendiera el último episodio de censura homofóbica, el activista Yadiel Cepero convocó a celebrar una besada en la esquina habanera de 23 y M, en las afueras de la sede del ICRT.

Sin embargo, después que se conocieron las disculpas de la Televisión Cubana, Cepero decidió suspender la besada. Para otros activistas el mea culpa no fue suficiente: dijeron que la práctica de los medios cubanos de censurar escenas de amor entre personas LGBTI+ puede rastrearse por décadas. Y que, entonces, la protesta pública tenía sentido.

En las redes sociales, varios internautas recordaron episodios de homofobia institucional semejantes a este: desde la censura de la película peruana No se lo digas a nadie a la mutilación de un capítulo de la serie Anatomía de Grey solo porque mostraba las relaciones eróticas entre dos mujeres.

Hoy, los actos de homofobia institucional no solo dejaron de ser tolerados, sino que empiezan a generar la condena y el llamado a acciones por parte de la comunidad LGBTI+ cubana, especialmente después que la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) aceptara someter a referéndum popular el derecho de las personas no heterosexuales ni cisgénero a contraer matrimonio, y que la Policía reprimiera una marcha independiente de personas gais, lesbianas, bisexuales, transexuales y aliados, el 11 de mayo de 2019 en La Habana.

 

El ICRT no es un ente desconectado de quienes gobiernan en Cuba. Ni de ellos ni de su tradición. La disculpa quería evitar mucho más la besada del 1 de marzo que la reproducción de la homofobia. Igual que hace el Gobierno cada vez que acepta un mal paso, aunque sea de soslayo, la Televisión Cubana quiso presentar la censura como el error aislado de algún funcionario y no como una tendencia. 

Si no fuera por el reclamo de los activistas, por su amenaza de besada y su protesta, no habría reposición del beso. Tampoco habría disculpas.

Otros jóvenes se decidieron a salir a la Rampa capitalina después de saber que Jancel Moreno, un activista de La Habana, fue interceptado por la Policía política en las afueras de la ciudad de Matanzas e impedido de llegar a la capital.

A la 1:00 de la tarde del domingo 1 de marzo, una veintena de personas se reunieron en 23 y M y, aunque no se besaron, desafiaron las amenazas de la Seguridad del Estado para estar allí. La convocatoria no se frustró: en un estado totalitario aunque solo uno de ellos hubiera llegado al ICRT para protestar pacíficamente contra la homofobia institucional cubana (la de la Televisión, la de la Seguridad del Estado) ya habría sido una victoria del incipiente movimiento LGBTI+ de la Isla.

Como es habitual, voceros oficiales del Gobierno intentaron deslegitimar en las redes sociales a los "otros activistas" que no renunciaron a la besada tras conocer las disculpas del ICRT. Manuel Vázquez Seijido, el subdirector del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), sugirió en Facebook que quienes abogaron por la besada llevaban "agendas paralelas" que podría perjudicar el movimiento LGBTI+ oficial cubano.

Este lunes, el segundo de Mariela Castro Espín, echó mano de la misma estrategia discursiva usada por el Parlamento para postergar derechos humanos de personas no heterosexuales ni cisgénero. Para el funcionario la censura del ICRT develó "un problema más preocupante" que la propia homofobia institucional: la homofobia del pueblo. En sus palabras: "La posible posición contraria a los derechos de las personas LGBTI por una parte de la población que participará en el venidero referendo para aprobar el Código de las Familias".

Cuando la Asamblea aceptó postergar el matrimonio igualitario y someterlo a la aprobación popular no dijo que esa medida emanaba de la homofobia institucional, histórica, del régimen cubano, sino que el Parlamento había escuchado al pueblo: "Va a ser el pueblo, en última instancia, quien tome la decisión [de aprobar el matrimonio o no]", aseguró el año pasado Raúl Alejandro Palmero, miembro de la Comisión Redactora de la Constitución.

La última besada cubana que no fue nos recordó otra obviedad: el Gobierno limpiará sus culpas homofóbicas con el pueblo.

 

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