Por Lyz Érika Zaldívar
“Desde pequeño quise estudiar Medicina, lo que más me gustaba era ser médico forense. Yo le decía a mi papá que los muertos hablaban; aunque en sentido figurado no estaba tan descabellada la ida: los muertos hablan, cuando le haces la autopsia son los que te dan la respuesta a tus preguntas: por qué moriste”, dijo en entrevista exclusiva ADN Cuba, Guillermo Alemán.
Pero el Guille, como le dicen sus amigos, nunca estuvo delante de un cadáver, nunca pudo comprobar su teoría.
“Al final no me fue muy bien en la carrera, tenía que estudiar mucho, el contenido no me llegaba bien. Decidí dejarla y ahora estoy en un curso de cocina”.
Este joven ahora está aprendiendo a cocinar, aunque no será definitivo, en verdad está esperando a que pase el tiempo y volver a incorporarse a los estudios. Resulta que en Cuba si abandonas una carrera tienes que esperar un año para volver a presentarte y optar por otra. Algunos lo ven como un castigo, por eso la mayoría, que por diversas razones salen de las aulas, no regresan.
“Ya estoy aprendiendo a hacer de todo. Termino con un título de Cocinero B y dicen que me sirve en cualquier parte del mundo, que solo tengo que revalidarlo y listo”.
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El Guille espera con ansiedad a que llegue mayo, será su oportunidad para hacer las pruebas de ingreso y volver a la universidad. Solo podrá optar por las plazas que “sobren”, así le sucede a los que se presentan por concurso, que compiten después de los muchachos de continuidad de estudios, dígase Preunivesitario o Politécnico.
Pero si no vuelve a estudiar no pasa nada, porque ya sabe hacer más de una cosa. Eso de que un hombre sepa cocinar es algo maravilloso, pero si encima es mago, entonces resulta más interesante.
“En décimo grado por primera vez hice magia. Tenía un amigo que le gustaba enseñar trucos de magia y yo aprendí rápido. Claro, él no me daba los mejores, pero yo insistí en que quería aprender magia hasta que lo conseguí. Y bueno, dicen que el alumno supera al maestro”.
Es que el Guille es un chico listo, aprende con facilidad e incluso perfecciona los trucos. En ese entonces creó hasta un canal de YouTube.
Tanto era el afán por aprender que se matriculó en la escuela de magia, más bien en la escuela de circo, donde también te enseñan los trucos de “magia”.
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Han pasado casi tres años desde la primera clase del Guille. Antes de entrar averiguó todos los detalles, por eso sabía que las clases tenían un valor de 10 cuc al mes. Aunque poco tiempo antes el precio era de 100 pesos cubanos (el valor de 4 cuc). “Pero los tiempos cambian”, se consuela.
“En realidad yo lo que quería era que me dieran el título que me avalaba como mago, porque magia yo ya sabía hacer. Le pedí al profesor que me hiciera pruebas de nivel para no tener que ir a las clases para principiantes, pero no se puedo, y en realidad me desilusioné porque las clases no eran lo que yo esperaba”.
Guille estaba claro que en los primeros encuentros no le iban a enseñar grandes trucos, pero esperaba que con el paso de los días las clases se fueran tornando más interesantes, sin embargo no pasó
“Hacíamos lo mismo todos los días, me sentía que estaba perdiendo el tiempo y mi dinero”.
Un suceso que no le encajaba era referido al pago mensual. Guille recuerda que estuvo como tres meses sin ir a clases, ya había perdido el interés pero un día decidió volver. El profesor le dijo que para reintegrarse tenía que pagar los meses de ausencia. “Si yo no había recibido las clases, ¿cómo iba a pagar?”
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La escuela de magia se encuentra en el cine Polo en el municipio 10 de Octubre de La Habana. Es un servicio estatal, sin embargo el profe no se regía mucho por lo que debía hacer. Incluso, confiesa Guille, “me dijeron que ya lo botaron, en realidad lo que estaba haciendo era quitándole el dinero a los estudiantes, hasta vendía los truco”.
La magia no existe, eso lo sabe hasta el más inocente, todo lo que se hace son trucos, y esos cuestan.
“Hay trucos asombrosos como el de la moneda que parece que se parte, pero en realidad no lo hace, sino que tiene una liga en el centro que hace que se vire. El profe nos vendía ese truco por 5 cuc. Otros los vendía a un precio superior y yo no tenía posibilidades de pagarlos. Entré a la escuela a aprender, no a gastar dinero”.
“Yo amaba la magia, aún lo hago. No sé en qué condiciones esté la escuela ahora, si los precios han variado, para bien o para mal, pero yo sentía que en aquel momento me estaban estafando. Pero mi consejo es que si te gusta la magia, disfrútala, ve, has el intento”.