En su columna semanal de este domingo, publicada en algunos de los más importantes diarios mundiales, el escritor y Premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa se dedica a analizar lo que llama "el misterio chileno" -en alusión a la explosión social que ha vivido ese país en las últimas dos semanas- para concluir que se trata de "una movilización de clases medias, como la que agita a buena parte de Europa y tiene poco o nada que ver con los estallidos latinoamericanos de quienes se sienten excluidos del sistema. En Chile nadie está excluido del sistema, aunque, desde luego, la disparidad entre los que tienen y los que apenas comienzan a tener algo sea grande. Pero esta distancia se ha reducido mucho en los últimos años."
"¿Qué ha fallado, pues? --se pregunta Vargas Llosa. "Yo creo que un aspecto fundamental del desarrollo democrático que postulamos los liberales: la igualdad de oportunidades, la movilidad social. Esto último existe en Chile, pero no de manera tan efectiva como para frenar la impaciencia, perfectamente comprensible, de quienes han pasado a formar parte de las clases medias y aspiran a progresar más y más gracias a sus esfuerzos. No existe todavía una educación pública de primer nivel, ni una sanidad que compita exitosamente con la privada, ni unas jubilaciones que crezcan al ritmo de los niveles de vida. Este no es un problema chileno, sino algo que Chile comparte con los países más avanzados del mundo libre."
En su análisis, Vargas Llosa rechaza que la revuelta de Chile sea una consecuencia de profundas desigualdades sociales y recuerda que esa nación sudamericana, cuya renta per cápita es de 15 mil dólares anuales) ha acabado con la pobreza extrema, goza de pleno empleo y las inversiones extranjeras y el desarrollo notable de su empresariado y sus técnicos "han hecho que sus niveles de vida suban velozmente, dejando muy atrás al resto de los países del continente".
El peruano, cuya más reciente novela, Tiempos recios, es una reivindicación de la figura democrática de Jacobo Arbenz en Guatemala, y también un alegato contra las dictaduras y la utopía socialista, critica que hayan sido "niñitos bien" quienes quemaron 29 estaciones del Metro de Santiago y pusieran pintas a favor del socialismo del siglo XXI, mientras que, en realidad, su carnet de escolares les permite no tener que pagar ese transporte.
"La obligación en esta crisis del gobierno chileno no es, pues, dar marcha atrás, como piden algunos enloquecidos que quisieran que Chile retrocediera hasta volverse una segunda Venezuela, en sus políticas económicas, sino en completar estas y enriquecerlas con reformas en la educación pública, la salud y las pensiones hasta dar al grueso de la población chilena -que en toda su historia no ha estado nunca mejor que ahora- la sensación de que el desarrollo incluye también aquella igualdad de oportunidades, indispensable en un país que ha elegido la legalidad y la libertad y rechazado el autoritarismo" --concluye el escritor.