La revolución cubana asombró al mundo. Y a los cubanos también.
Les quitó a los ricos para darles a los pobres, y los pobres se enriquecieron un poco... Así que la revolución volvió a quitarles a esos que ella misma había vuelto “ricos”, y entonces emparejó y todos fueron pobres, menos unos cuantos que yo me sé.
Es innegable que la revolución ha tenido grandes logros.
He realizado una consulta, sobre todo con la almohada (en realidad con varias almohadas) y he aquí el resultado.
A continuación, una brevísima relación de algunos “logros” de la revolución cubana, esa que asombró al mundo y etc., etc., etc.
1- El cubano aprendió con la revolución a extrañar, lo que se llama verdaderamente a extrañar.
Antes de 1959 la gente solamente extrañaba un poquito. Le echaba de menos a un familiar que se había ido para el interior (cosa rara) o los del interior, a los que se habían ido a vivir a La Habana. Hoy no es posible hacerlo a menos que seas policía.
El cubano supo lo que era extrañar cuando su familia se fue literalmente para el carajo de la isla, y pasaban años sin saber de ellos. No tenía noticias de si estaban vivos, si aprendieron a hablar inglés o si cuidaban su salud. Sólo de vez en cuando, alguien recibía una foto de un familiar delante de un refrigerador, y entonces se tranquilizaba, sabiendo que su familia seguramente tenía uno igual o parecido.
Luego los padres aprendieron a extrañar también a sus hijos, que habían sido enviados a las escuelas en el campo, pero como ya casi no eran sus hijos, porque les pertenecían a la revolución, lo de extrañar pasaba a segundo plano.
2- La selección natural: La revolución logró salir de elementos indeseables y perjudicones desde el mismo día del triunfo, y en oleadas migratorias sucesivas. Un proceso arduo y lento que fue desde “los siquitrillados”, pasando por “que se vaya la escoria” hasta “mañana nos tiramos si hay buen tiempo”.
Con ello solucionó el problema de la vivienda, al menos al principio. Los rebeldes que entraron a La Habana no regresaron a sus provincias de origen, ni se quedaron a disfrutar viviendo en los hermosos parques y jardines de la capital, sino que se apropiaron de las hermosas casas que abandonaron los burgueses.
3- La dieta balanceada: Lo que usted come hoy posiblemente no lo vuelva a comer hasta dentro de unos meses o unos años. Le revolución fue haciendo menos necesarios los horarios de comida, y así la población tiene más tiempo para pensar en otras cosas, por ejemplo, qué comer.
En la Cuba actual nadie necesita hacer dietas. Uno vive a régimen. Un régimen bastante totalitario e ineficiente en el resto de las cosas, menos en lo totalitario.
4- La vigilancia: El proceso revolucionario enseñó al cubano a estar alerta, con los ojos bien abiertos, por si viene el enemigo. No se sabe si el pueblo esperará al enemigo con esperanzas de que lo ayude o con ganas de combatirlo. El resultado de estar vigilando 24 horas, los 7 días de la semana, durante 60 años, ha sido impresionante. Los niños nacen ya con los ojos abiertos, las pupilas dilatadas y una extraña costumbre: si lloran, enseguida miran a los lados a ver si alguien los vio cometer la debilidad de llorar.
5- La envidia masiva: En la Cuba revolucionaria se convirtió la envidia en una especie de deporte popular, donde participan todos con una fraternidad que fascina.
6- La delación: La revolución elevó al personaje del chivato a héroe popular. El que delata es, gracias al proceso cubano, un personaje entrañable salido de las entrañas del pueblo, y, aunque el chivato no tiene entrañas, la gente del pueblo lo menciona y sigue su vida paso a paso. El informante recibe medallas, le dedican películas y series televisivas y los niños sueñan ser así de grandes.
Los hay de todas las categorías, y, aunque algunos suelen autoproclamarse “agentes” o “vigilantes”, no son más que delatores. Realizan su trabajo en barrios, cuadras, fábricas, oficinas, hospitales, paladares, puntos de leche, escuelas, talleres y cementerios. La revolución aspira a que todas las familias puedan llegar a tener, al menos, uno.
7- La memoria: La gente se acuerda todavía de las cosas que hubo y ya no hay. El cubano más simple también puede decirle, con los ojos cerrados, lo que hay en la casa de cualquier otro cubano que viva en su cuadra. Ya lo de memorizar lo que hay en la casa de algún dirigente o “pincho”, es más difícil, pero el cubano se lo imagina inventariando lo que le falta a él.
8- El internacionalismo: Cualquier cubano está dispuesto a ir a ayudar a otro país del mundo, sobre todo porque así se ayuda a sí mismo, y puede comer y vestir como las personas normales de toda la vida. Y, más que dispuesto, el cubano está loco por poder salir de la isla hacia cualquier destino, sea una guerra o unos carnavales. Así hubo cubanos en las fábricas de motocicletas de la extinta República Democrática Alemana, pastoreando cabras en el desierto saharaui, cortando árboles en Siberia, de tarugos en un circo vietnamita, o soplando vidrio en Checoslovaquia.
Y hay que reconocer que la presencia del cubano en el universo es fácilmente detectable, pues a cualquier parte que llega, el cubano lleva su alegría y su espíritu, su manera contagiosa de ver la vida y su escándalo.
(Continuará…)