“Los cubanos que anduvieron en las primeras guerrillas estuvieron aquí (Nicaragua), vinieron una vez que se establecen bases guerrilleras y se forman las escuelas militares. En Nicaragua había cubanos como lo hubo en toda América Latina. Conocí personalmente a un cubano que le decían Barba Roja, en 1981 que estuve en Cuba, y me decía: Yo fui el que trasladé las armas de Panamá a Nicaragua para que se hiciera la insurrección final”— cuenta para ADN Cuba, con un aire reflexivo propio de los idealistas frustrados de otros tiempos que creían en la revolución de la justicia social, un ex secretario político sandinista, de quien se omite su nombre por razones de seguridad.
El vínculo político entre el Partido Comunista de Cuba (PCC) y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), de Nicaragua data desde los años 60. Durante esa década, cuando surge el movimiento armado de Nicaragua con el FSLN, Cuba sirvió como base de entrenamiento de sus guerrilleros.
Miembros de la seguridad cubana fueron corredores de armas desde otros países hacia Nicaragua de manera clandestina, en los años 70, hasta el triunfo de la “revolución sandinista” en 1979.
Durante este proceso que duraría hasta 1989, la dirigencia comunista de la Isla tuteló en Nicaragua: la creación de las fuerzas de seguridad del Estado, las Fuerzas Policiales y las Castrenses, instancias que 40 años después se sostienen como sistemas de seguridad pública inspirados e institucionalizados por el modelo cubano y fortalecidas con el actual gobierno sandinista que cumple en este 2019 trece años de gobernar.
“Hubo un respaldo material y organizativo desde un inicio con el FSLN, porque Fidel (Castro) y su gobierno contaba con todos los controles del poder, con espías en todos los lugares, en todos los países, sabían cómo estaban constituidos los gobiernos. Sabían si eran débiles, si eran fuertes e incluso conocían la radiografía de cada país, se conocían los puntos muertos por donde entrar y por donde salir de ellos”, asegura el ex dirigente sandinista.
Con el ascenso al poder del sandinismo, la presencia de militares cubanos en el país era oficial y pública. La repartición y responsabilidad de las distintas instituciones de seguridad púbica recayó en miembros de la alta dirigencia de la Dirección Nacional del FSLN con la asesoría cubana. El modelo de seguridad cubano fue copiado textualmente hasta en su nombre. Durante el régimen sandinista, los órganos de seguridad adquirieron literalmente el nombre Ministerio del Interior, MININT, igual a como se denomina en Cuba.
Los primeros oficiales del sandinismo recibieron preparación militar en la Academia Interarmas “General Antonio Maceo Grajales”; “Academia Superior de Guerra Mayor General Máximo Gómez; Academia de Artillería “Camilo Cienfuegos” y en el Instituto Técnico Militar, según un artículo de opinión publicado por Confidencial en el 2012 y escrito por la ex diputada del Parlamento Centroamericano por el FSLN, Lilly soto.
De acuerdo al ex miembro del FSLN consultado por ADN Cuba, “al triunfo de la Revolución Sandinista (1979), los cubanos lo primero que hacen es tomar el control para la conformación del Ejército y el control exacto para la formación de la Seguridad del Estado, aunque los oficiales hayan sido conocidos, pero los formadores de esas estructuras de mando, de funciones y sus detalles y la confiabilidad fue el cubano”.
La copia textual del modelo militar cubano pesa todavía en la actualidad, a pesar de la democratización que vivió Nicaragua de 1990 al 2006, cuando el país fue gobernado por opositores liberales al sandinismo y quienes transformaron la Constitución e hicieron desaparecer al MININT y sus órganos de seguridad del Estado adscritos al mismo.
En estos años, los principales responsables de estos órganos transitaron al sistema de seguridad del Ejército Sandinista que pasó a llamarse constitucionalmente Ejército de Nicaragua durante el periodo democrático, según se comprueba en los medios de comunicación de la época, así como también fue conocido públicamente con nombres y apellidos quiénes fueron los agentes con rango militar que pasaron a engrosar las filas del Ejército que ya tenía carácter nacional y no se apellidaba sandinista.
“El modo de operar de los ex oficiales de la seguridad y de algunos ex miembros del ejército, si bien, en el plano legal de país, ya no figuraba este órgano como tal, fueron reclutados para acciones de vigilancia dentro de la policía en el área de narcóticos o formaron parte de las estructuras partidarias del FSLN en su trabajo de conspiración para desestabilizar a los gobiernos democráticos que gobernaron el país en la década de los 90 y parte del 2000”— denunció el ex miembro del ejército y ahora en el exilio, Guillermo Castro.
La complejidad de la estructura de la ex seguridad del Estado, fue desmontada oficialmente, pero, en la práctica, sirvió a los intereses del partido FSLN como oposición, analiza el ex militar, “la prueba de esto fue el resurgimiento del mismo sistema de seguridad con el ascenso del poder de Daniel Ortega nuevamente en el 2006 y que gobierna el país hasta la fecha por tres periodos consecutivos”, concluye.
La sombra de los órganos de seguridad del Estado implementados en la Nicaragua de los 80 con la revolución sandinista, resurgieron desde el 2007, cuando Daniel Ortega, Secretario general del FSLN instauró un modelo autocrático que ha gobernado el país por más de una década, utilizando los métodos de exclusión de los partidos de oposición que a lo largo de estos años se han fragmentado y desaparecido algunos quedando el FSLN como partido único, en un país que logró tener hasta doce partidos participantes activos en la vida política del país, en la década de los 90.
El modelo autocrático ha gobernado en estos años con aparente control desde el sandinismo. Sin embargo, el 18 de abril de 2018, un levantamiento popular, nunca antes visto, sin armas, ni liderazgos partidarios tomó el país para exigir la salida de Ortega y la democratización de la nación, durante más de tres meses, dejando a la fecha 325 muertos; más de 700 presos políticos, miles de heridos y desaparecidos y un país en bancarrota, como respuesta de la brutal represión gubernamental, según organismos de derechos humanos nacionales y extranjeros.
“Daniel (Ortega), creó (desde que asumió nuevamente el poder) una versión contaminada de su modelo de gobernar y por ende de su seguridad con lo que vino de Hitler o Goebbels, que pasó a la Unión Soviética y Stalin la mejoró; los cubanos la absorbieron de la Unión Soviética y nos la han pasado a nosotros, un ejemplo de lo mismo es Corea del Norte, si Usted analiza el camino de Kim Il Sung no es muy diferente (al de Daniel). El método es el mismo”, expresó en una entrevista off de record un alto ex guerrillero sandinista que luego fue combatiente de la contrarrevolución en los años 80.
“Lo que hacen los sandinistas en la práctica es mantener dominado al pueblo…la unidad de control del poder (seguridad del estado) estaba casi independiente del ejército y de la policía (antes que perdiera el FSLN el poder en 1990). Ni el ejército ni la policía manejaban lo que era la seguridad del Estado, dependía directamente de viejos dirigentes de la guerrilla sandinista como el ex miembro de la Dirección Nacional del FSLN, (el extinto), Tomás Borge”, analiza el historiador y médico, Simeón Rizo Castellón.
“Cuando gana Violeta Chamorro (1990-1996) supuestamente se desaparece (la Seguridad del Estado), aparentemente pero, en realidad sigue más incrustada en el ejército que en la policía y la muestra es que el actual canciller, Denis Moncada Colindres, que era parte de la seguridad del Estado pasa a ser un miembro importante de este gobierno y fue parte de la construcción de esa teoría de la represión, de la selección específica para vigilar, en el mejor de los casos a uno que otro personaje”, sostiene.
El retorno oficial del modelo de seguridad heredado de Cuba en el contexto actual
Tanto el nombramiento del canciller Moncada Colindres, como la responsabilidad dada a ex oficiales del Ejército y la seguridad del Estado en puestos claves en la actual administración de Ortega; así como el control del FSLN en la Corte Suprema de Justicia, que los medios de comunicación han descrito con amplitud su procedencia y vínculo con ese partido, han sido la base del control autoritario del mandato de Ortega.
Todo parecía ir viento en popa en la ejecución del gobierno de Ortega que había crecido económicamente a un ritmo del 4%, según datos oficiales hasta el 2017, antes del conflicto de abril. Este levantamiento tomó por sorpresa a los gobernantes y no pudieron sofocar el caos que provocó la insurrección cívica seis semanas después de haber intentado controlar a los manifestantes con la Policía y paramilitares, integrados por ex miembros del Ejército, la Policía y la Seguridad del Estado.
Ante esta limitación, pobladores de Masaya y de algunos sectores de Managua denunciaron en los medios de comunicación que agentes con acento cubano y venezolano eran quienes, con experiencia en el uso de armas de guerra, dispararon a mansalva y con precisión a los manifestantes en marchas cívicas y personas que se atrincheraron con piedras y armas artesanales en calles, ciudades y carreteras para defenderse de la violencia en su contra ejercida de parte de enmascarados militares.
Medios de comunicación y redes sociales mostraron en fotos a enormes agentes vestidos de negro y con bastas armas de guerra que no tenían las complexiones físicas de los nicaragüenses, quienes ostentan estructuras óseas y estatura medianas que contrastaban con la enormidad de quienes afirmaban eran agentes de Cuba.
“Sí creo, que fueron cubanos y venezolanos los que dieron asesoramiento a los paramilitares el año pasado, sí creo porque tengo los antecedentes de eso: anduvo conmigo en Alemania, en los 80 un amigo que trabajó en el Ministerio del Interior, y me contaba que cuando había combates en el norte (de Nicaragua durante la guerra contra la revolución), una vez dice que iban en un helicóptero y un cubano no dejaba de disparar y la gente se iba corriendo pero él seguía disparando, y cuenta que él le decía no gastes tiros, pero el cubano respondía, no chico hay que exterminarlos a todos porque si llegan a su lugar se pueden regresar; eso fue en aquel entonces, en los ochenta”, asegura el informante sandinista consultado, poniendo como ejemplo el modo que operaron durante el levantamiento cívico del año pasado.
Al respecto, la agencia de noticias EFE, en una nota de prensa divulgada, a mediados de marzo, expresa que el estudiante, Jorge Zapata, atrincherado en la Universidad Autónoma de Nicaragua, UNAN, aseguró que “entre las fuerzas combinadas que el Gobierno de Daniel Ortega utiliza para la represión hay extranjeros y, específicamente, cubanos”. Zapata estuvo preso ocho meses por participar en las protestas antigubernamentales.
Según EFE, éste estudiante dijo “haber visto a uno de los supuestos represores cubanos, el viernes 13 de julio, con una M-16 disparando como loco".
“A nosotros nos dirigían oficiales armados con acento cubano y venezolano”, confirmó para este escrito un paramilitar activo.
“La Seguridad del Estado sigue siendo lo mismo, ahora es la seguridad personal de Ortega y su familia. La seguridad es para ellos, lo demás no importa”, concluye el ex combatiente sandinista y luego de la contrarrevolución.