Larry Curtis Madrigal es un médico cubano residente en Estados Unidos. Larry, como casi cualquier profesional de la salud en Cuba, vio en las misiones médicas la única vía de prosperar económicamente y ayudar a la familia. Su salida al país asiático de Timor-Leste sería su primera y única misión. Una experiencia bastó para que el galeno, ya tildado de contestatario, decidiera que su camino no estaba ni en la Isla ni en ser esclavo de la supuesta solidaridad del régimen cubano.
Cuba fue la segunda nación en reconocer a la joven república timorense, que proclamó su independencia en 2002. El Gobierno de la isla caribeña comenzó a enviar brigadas médicas un año después. Los lazos fraternales también tuvieron su costo e incluso, los médicos cubanos que llegaron a Timor-Leste en 2008 fueron, a decir de Larry, una moneda de cambio.
“Lo que siempre nos dijeron fue que el gobierno de Timor-Leste no le pagaba ningún dinero al gobierno de Cuba por el servicio de nosotros, que la razón de toda la misión era conseguir que Timor-Leste (que recientemente se había convertido en país independiente y entonces era la nación más joven del mundo) favoreciera con su voto en la ONU, en la Comisión de Derechos Humanos a Cuba. Prácticamente un chantaje político, pero yo me lo creí”.
Tras 15 años de graduado en la provincia de Las Tunas y 11 como especialista en Anatomía Patológica llegó la tan ansiada misión; que le habían negado otras veces porque era más necesario en la formación de futuros galenos, y además porque “nunca fui la monedita de oro en mi servicio, ni en el servicio de la provincia porque siempre fui rebelde y eso no era bien visto”, relata.
La esclavitud moderna y los grilletes invisibles
En Timor-Leste, solo le faltó según sus propias palabras: “el grillete en el tobillo”. La historia de su misión podría parecer surrealista para quienes desconozcan u obvien los desmanes del régimen porque allí, tan lejos de su familia y su Patria, Larry y sus colegas se vieron obligados a sobrevivir.
Los médicos cubanos estaban inmersos en un país en reconstrucción y las autoridades que los velaban convirtieron el contexto y la seguridad de los galenos en excusa para acosar y controlar.
“Llegamos al punto en que se nos prohibió el movimiento. Se nos prohibió incluso salir de la casa a determinada hora sin razones. Y siempre el pretexto era la seguridad personal y las consecuencias eran amenazas. De ahí mi expresión "solo me faltaba en grillete en el tobillo"”.
En varias ocasiones usted compara la misión médica en Timor Leste con la novela Los Miserables de Víctor Hugo, e incluso subraya que la misión fue peor.
“Recuerdo esa novela desde niño y una de las cosas que me llevan a hacer símil no fue precisamente la situación financiera ni las pésimas condiciones de vida y de trabajo que podíamos tener. Dos años en Timor Leste como en "Les Miserables" de Víctor Hugo se resumen en un argumento que discute la realidad entre el bien y el mal, la ley, la política, la ética, la justicia y hasta la religión.
Allí éramos perseguidos constantemente, obligados a seguir las indicaciones de las autoridades médicas y sobre todo de las autoridades diplomáticas, en el nombre del embajador cubano en Dili (Ramón Vázquez) y su esposa que eran dos testaferros al servicio del régimen y que si se daban la gran vida allí viviendo y paseando a costa del sacrifico del trabajo de nosotros.
Estábamos obligados a participar en todas las actividades políticas y proselitistas del Partido Comunista y de la embajada, las que teníamos además que financiar con nuestros escasos salarios. Y nos decían hasta la ropa con la que debíamos ir. Nos hicieron desfilar por las calles un primero de mayo, ir a trabajar los días que para los timorenses eran festivos, participar en reuniones y preparaciones metodológicas semanales obligatorias.
Teníamos que tener saldo en los teléfonos para localizarnos a cualquier hora y si no le poníamos saldo (dinero) nos analizaban y nos amenazaban. Debíamos estar localizables al teléfono constantemente. Llegaron hasta hacernos conteos físicos sorpresivos después de las cinco de la tarde. El personal diplomático cubano se convirtió en perro de presa y nos perseguían y controlaban a cada paso que dábamos. Fue denigrante”.
Desde su experiencia personal como médico cubano, ¿considera usted que el régimen es culpable del delito de trata de personas; y que las misiones médicas cubanas son un ejemplo moderno de esclavitud?
“El régimen cubano es culpable de esos delitos y de tantos más. Las misiones medicas son un ejemplo de esclavitud moderna, de trata de personas. Son la causa de tantas familias separadas, de que tengamos que salir por obligación (por qué no nos queda otra) a buscar lo que el sistema no es capaz de proveer en nuestro país, material y espiritualmente.
En las misiones medicas se nos priva de nuestra identidad para que no podamos movernos, se nos amenaza y se nos veja hasta denigrarnos. Se nos limitan nuestros más elementales derechos como ciudadanos y como seres humanos, todo en nombre de la solidaridad y disfrazado de humanismo para llenar las arcas del gobierno. El régimen cubano es culpable de robar la esperanza, el futuro y hasta la fe del pueblo cubano.
Las organizaciones internacionales lo saben, la ONU lo sabe, La OMS lo sabe, la OPS lo sabe, todos son cómplices, todos cogen una tajada de las sumas de dinero que el régimen recauda por las misiones. Todas esas organizaciones están infiltradas y sobornadas por Cuba”.
Adentrarse en el monstruo: salario y condiciones laborales y de vida
Larry nunca supo cuánto se embolsillaba el Estado cubano por venderle sus servicios y conocimiento a la joven nación timorense. Sin embargo, una misionera de origen australiano ganaba más de mil dólares mensuales cuando los cubanos debían percibir unos 200, que en varias ocasiones demoraban hasta dos meses en llegar a sus manos.
“Cuando firmamos el contrato de trabajo sí nos comunicaron que ganaríamos US $200 dólares mensuales. Y que a la familia le pagarían CUC $50 mensualmente (algo que yo necesitaba para ayudar a mis padres). Cuando tu ganas el equivalente a unos US $35 dólares mensuales y te dicen que esa cifra va a subir a US $200 y que si multiplicas eso por CUP $25 se convierte en CUP $ 5000, eso para mí era una fortuna entonces”, contó a ADN Cuba.
“Los pagos se tardaban y podíamos estar hasta dos meses sin cobrar y nos decían que era porque estábamos tan lejos, y porque no habían conseguido un banco para depositar; siempre había un pretexto. Pagar sí teníamos que pagarlo todo. Allí el "currency" o moneda de uso es el dólar americano y la economía del país, que estaba prácticamente en una guerra civil cuando llegamos, era difícil. Aunque muchas cosas, sobre todo la comida se podía conseguir a precio de "bargain" o como decimos en español "regateando" los precios, todo era caro. (…) Las ropas las comprábamos de uso porque era lo más asequible”.
¿Cuáles fueron las condiciones laborales y de vida al llegar a ese país del Sudeste Asiático?
“Timor-Leste estaba atravesando por una crisis política y social. Era, literalmente un país en ruinas y en guerra. De eso nos enteramos allí. El Hospital Nacional Guido Valladares de Dili, donde yo debía trabajar, era un campo de concentración.
Había miles de desplazados viviendo en carpas y casas de campañas en los predios del hospital; y la situación de hacinamiento, insalubridad y las enfermedades estaban a la orden del día.
(…) Así, con una infraestructura cayéndose a pedazos de un hospital estilo pabellones, lleno de personas enfermas y carentes de las condiciones básicas de un ser humano, sin conocer el idioma, sin ningún tipo de tecnología de punta, sin condiciones mínimas de trabajo creadas, sin recursos, en medio de una cultura diferente, y muchas cosas más, eran las condiciones laborales a las que me enfrente, si se le puede llamar condiciones”.
Por un periodo cercano a los seis meses estuvieron 12 profesionales de la salud cubanos compartiendo habitación, en espera de la reparación de una casa de visita del gobierno que se encontraba en las montañas, en un sitio de difícil acceso. Al mudarse los problemas de convivencia afloraron y reinó el temor.
“Cuando al fin pudimos mudarnos, vivíamos 35 personas en una casa. La convivencia fue la peor parte porque "el hombre nuevo" se convirtió en el lobo del propio hombre. En fin, estábamos hacinados, a muchos kilómetros de la ciudad, sin acceso prácticamente a nada. El agua que salía por las tuberías era color fango. El barrio donde se encontraba la casa (Lahane) en tiempos de lluvias era prácticamente inaccesible y muy riesgoso por estar la carretera situada en la falda de una montaña. Además, estábamos rodeados por una población nativa en conflicto. Teníamos miedo”.
Este especialista cubano relata que durante mucho tiempo comieron fideos o cualquier tipo de pasta por ser más baratas y de fácil preparación. También se alimentaron con atún enlatado al punto que sentían asco al comerlo.
El cubano siempre será perseguido por lo demonios del socialismo castrista. De esta forma, Larry compró carne de res por primera vez y sintió que la policía lo vigilaba por andar con cinco libras de carne de vacuno en medio de la calle, cuando en Cuba es penada su venta.
En diciembre de 2009 concluiría la misión; pero por problemas con los pasajes el personal sanitario cubano tuvo que trabajar un tiempo más en ese país. En ese entonces el control y la persecución se arreciaron por el suicidio de un médico de Guantánamo y por la huida de otros dos. Larry también desertaría, lo había decidido con antemano en unas vacaciones en Cuba. Esa historia también es una exclusiva de ADN Cuba.