Sobre la película “Wasp Network” o “La red avispa”, estrenada hace unos días por Netflix, un usuario de las redes escribió esta sentencia filosófica: “verdad que hay pueblos que tienen a Anne Frank y otros a Ana de Armas”.
Si no fuera un chiste, esa frase ingeniosa sería una buena comparación para el sufrimiento de dos pueblos distanciados en el tiempo, en la idiosincrasia, en el castigo y en el modo de asumir dilemas humanos y morales.
Anne Frank, la niña judía, nos legó un diario sobrecogedor donde narraba toda la infamia. Ana de Armas, nuestro prospecto en Hollywood, nos deja el campanilleo de su risa —lo mismo cuando está triste, azorada o contenta—, su belleza juvenil y una expresión de no saber qué demonios hace en esa película ni de qué se trata.
Creo que la cara de la De Armas es la misma que pone cualquiera viendo el filme, sin enterarse bien cuál es la historia, quiénes son los buenos y qué hacen. Pudiera ser más simple, pero no lo logra, y decir que los buenos son los que actúan más mal, lo que sería una injusticia: hay malos que actúan peor.
En la escena de la llegada a Miami de la esposa del espía René y de su hija, cuando vi que la niña, antes de dormir, sacaba de un libro una foto de Fidel Castro, supe que a esa criatura le esperaban largos años de sesiones con el siquiatra. Y también deberían atenderse con el “loquero” los espías originales, los actores que los interpretaron, el guionista y director, el personal técnico y, sobre todo, todos los que hemos cometido la osadía de verla, impulsados por la curiosidad, el morbo, la rabia, los deseos de burla y todos los pecados capitales.
Es más, ver la película debería considerarse, a partir de hoy, pecado de lesa humanidad y peligro de contagio, además de un riesgo de contaminación del mal gusto y de esas aguas albañales que nacen cuando se mezcla la política más sucia con lo peor de las telenovelas.
Más allá de las falsas y pésimas actuaciones —alguien dijo que Penélope Cruz hablando con acento cubano parece una guajira drogada— no se entiende el porqué de un casting tan desacertado, y la razón de necesitar actores españoles, mexicanos, brasileños y argentinos para representar a cubanos. El caso de Penélope Cruz, a quien seleccionaron seguramente por su nombre internacional, es como si en una película seria pusieran a Cantinflas a hacer el papel de un general ruso del ejército rojo. Uno se preguntará siempre si no había suficientes generales rusos del ejército rojo capaces de hacer de Cantinflas.
Más allá de lo evidentemente político, y las ganas que siempre ha tenido el gobierno cubano de describir hasta una dolencia intestinal con intenciones heroicas, la película cuenta mal y con parcialidad, quiere abarcar mucho y aprieta solo lo justo, como para terminar con una dolencia intestinal nada heroica. Y por supuesto, la gente arde en las redes sociales y ha dicho, con sinceridad y desparpajo, las primeras impresiones que les ha dejado la picada de estas avispas.
Uno escribió: “qué pena que Ana de Armas aparezca en este bodrio de filme. Ella, que está empezando su carrera, y tiene mucho mérito, esto no la favorece. Parece que no hicieron bien su trabajo de investigación para el personaje”. Otro opinó lo siguiente: “lo mejor del filme es que se acaba, y lo peor es que no debió hacerse nunca”.
Y de ese elenco habla otro que se arriesgó a verla: “Es sencillamente un filme B, y conste que le doy esta categoría porque no sé si existen clasificaciones más bajas. Penélope Cruz destaca en su actuación, no porque sea buena, pero es que, entre tanta mala actuación, la suya es la más orgánica o menos mala... El resto de los actores están tan malos, que naturalmente tiene que ser un problema de dirección”.
“No es posible que gente con cierta profesionalidad como Gael García se comporte como un actor de la peor telenovela. Encartonado, con la misma sonrisa idiota (…). El resto de los actores parecen que estudiaron en La Colmenita, de donde sí seguro sacaron a la hija de Penélope que parece estar recitando en un matutino todo el tiempo. Es un film sin sentido, sin intriga, sin nada, pero lo realmente repugnante es la pretensión del director de justificar el espionaje poniendo al Cenicero Andante (Fidel Castro), de traje para tratar de mitigar algo su imagen de dictador militar, echándole la culpa a los Estados Unidos. Eso es realmente vomitivo”.
El puntillazo lo dio alguien que hizo el intento desde México, y retrata claramente y con brevedad lo que puede sentir con la película alguien que no sea cubano o que desconozca la trama. Dice: “Empezamos a ver La red Avispa hasta que Paulina me dijo: no entiendo nada, no sé quiénes son los buenos y quiénes los malos... Traté de explicarle de los espías que son héroes y los héroes que son espías, hasta que dije: ¿Sabes qué? No vale la pena... y nos pusimos a ver La mujer maravilla”.
Yo, por si las moscas, la vi sabiendo lo que me esperaba, y lo hice con estoicismo y espíritu de sacrificio. Nada bueno ha venido del ministerio del interior de Cuba, y menos de ese criadero de cocodrilos que es la seguridad del estado. Cuba aprobó y permitió el filme porque tiende siempre a hacerse la víctima ante el mundo. Perdí dos horas de mi vida, pero a veces hay que derrochar el tiempo con elegancia.
Y anuncian que viene otra sobre los mismos esperpénticos espías. Ni los Hermanos Marx hubieran hecho un ridículo tan cómico. Pero a mí no me agarran de nuevo esas avispas. Estaré lo más alejado de ese panal por el resto de mi vida.