Yevgeny Prigozhin tiene 59 años y está en el top 100 de los más ricos de Rusia, pero no solo por la gastronomía: EEUU lo acusó de injerencia durante las elecciones de 2016 y se le atribuye una empresa de contratistas militares que operaron en Siria.
Su nombre aparece en el informe del fiscal especial Robert Mueller y desde entonces se repite muchas veces. Según la “Investigación sobre la interferencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016”, los trolls de Olgino —como se bautizó a los agentes rusos— ameritaban el apelativo más exacto de trolls de Prigozhin.
La firma de contratistas militares que está a su nombre —presumiblemente una coartada del gobierno ruso— se llama Wagner y se hizo conocida en febrero de 2018 cuando algunos de sus mercenarios murieron en combate con fuerzas estadounidenses en Siria que intentaban controlar una refinería de petróleo.
Según The Guardian también han combatido en Ucrania; el medio ruso The Project los ubicó además en Madagascar, como parte de una presunta iniciativa rusa en África. Wagner se destaca porque la dirige un ex empleado de la inteligencia militar rusa, GRU, Dmitry Utkin.
Ambos emprendimientos son un win-win para Putin y para Prigozhin: el gobierno deja en manos de privados operaciones que podrían ser denunciadas como ilegítimas en los organismos internacionales y el dueño de Concord Catering factura fortunas por esos servicios.
Su negocio legalmente declarado es la gastronomía. De hecho, lo llaman “el chef de Putin”, aunque nada sepa de cocina. Se conocieron en la Isla Nueva, en el verano de 2001, cuando el presidente Putin quiso agasajar a su homólogo francés, Jacques Chirac, que lo visitaba, con una comida en el lujoso restaurante de Prigozhin.
“Vladimir Putin vio que no vacilé en llevarles personalmente los platos”, dijo en una de las escasas entrevistas que dio en su vida en 2011. Desde aquel encuentro de 2001, organizó los banquetes del Kremlin y le permitió confirmarlo ante el zar.
Para garantizar su propia provisión fundó una fábrica de alimentos pre-cocidos envasados al vacío, única en Rusia en 2010, cuando su amigo más poderoso asistió a la inauguración. “Putin vio cómo creé una empresa desde una caseta”, destacó.
“Las empresas alimenticias de Prigozhin actúan a modo de cartel”, citó El País a Alexandr Gorshkov, periodista a cargo de Fontanka. “Siempre ganan todos los concursos a los que se presentan y los contratos con la administración les reportan miles de millones de rublos, que se gastan en el mantenimiento de las compañías militares privadas”.
Entre 2013 y 2018, según denunció la Fundación Anti Corrupción (FBK), Prigozhin se benefició con contratos gubernamentales por unos USD 3.100 millones.
Desde 2010 suministra alimentos a la Agencia para el Manejo de Emergencias; desde 2011, a las escuelas de Moscú; desde 2012, a las fuerzas armadas. Desde 2014 se ocupa de los servicios de limpieza de los establecimientos militares; desde 2015 también de las viviendas y los servicios comunales asociados a ellos. Desde 2016 se encarga de toda reparación en las instalaciones dependientes del Ministerio de Defensa.
En total, la abogada Liubov Sobol, de FBK, le calculó, conservadoramente, una treintena de negocios con el estado. A ellos habría que sumarles los emprendimientos que no se formalizan en contratos y la financiación de un medio nacionalista, la Agencia Federal de Noticias, perteneciente al Grupo Mediático Patriota, que celebra cada pestañeo del presidente ruso.
Desde que EEUU pusiera sus ojos sobre el “chef del zar”, una orden de procesamiento contra Prigozhin lo ubicó entre los Buscados de Interpol. El magnate aseguró que nada había tenido que ver con “la guerra informativa contra Estados Unidos”, como decía el documento oficial que lo acusaba de crear perfiles en las redes a los fines de diseminar noticias falsas y desinformación.
“Los estadounidenses son gente muy impresionable; ven lo que quieren ver”, dijo a la agencia Ria Novosti. “Yo siento mucho respeto por ellos. No estoy enojado en absoluto por haber terminado en esta lista. Si quieren ver al demonio, déjenlos que lo vean”.
Su procesamiento fue revocado en marzo de 2020, mientras el mundo estaba ocupado con el coronavirus. Interpol dejó de buscarlo en septiembre de 2020.
Sus negocios continúan progresando en la actualidad. Además de haber operado en Estados Unidos, los trolls trabajan en Madagascar, República Centroafricana, Sudán, Angola, Guinea, Libia y otros países de África.
Pero quizá más redituables sean las campañas de los contratistas militares, apuntó Fontanka: “A cambio de proporcionar soldados para proteger los yacimientos petrolíferos de Siria, las empresas vinculadas a Prigozhin habrían recibido un porcentaje de los ingresos del petróleo”.
Sus adversarios le reconocen un mérito: la audacia. “No le dan miedo los trabajos sucios”, dijo Sobol a The New York Times. “Puede cumplir cualquier tarea para Putin, desde combatir a la oposición hasta enviar mercenarios a Siria. Sirve a ciertos intereses en ciertas esferas, y Putin confía en él”.
Y, sobre todo, el presidente ruso le reconoce la fidelidad. Acaso no sea su chef, pero parecería estar a cargo de algunas cocinas. Porque a diferencia de otros ricos que fueron sus amigos, como Mijaíl Jodorkovski (quien pasó de ser el hombre más rico de Rusia en 2004 a ser el preso más notable de una cárcel en Siberia un año más tarde), Vladimir Gusinsky o Boris Berezovsky (ambos exiliados), Prigozhin conserva el favor de Putin.
Sin recursos ni esperanza en el caos post soviético, igual que él, y sobre todo con él, ha sabido prevalecer.