Jorge Mañach no descansa. Acertado o equivocado el choteo le persigue. Es Cuba, que no aprende, porque la ligereza pareciera esconder el dolor, pero el dolor se ha convertido en eso mismo: vulgaridad, falso entusiasmo, fingimiento, liviandad, despreocupada levedad sin ser, en fin, ligereza y mentira.
El último verdugo de Mañach se llama Alejandro García, pero todos lo conocen como “Virulo”, otrora creador chispeante, inventor de la ópera-son, autor de una “Historia de Cuba” en clave de humor, que ahora se ha prestado para renovar un género nacido con la llamada revolución cubana: los insultos burlones a los presidentes de los Estados Unidos, desde Kennedy a Bush, desde Jimmy Carter a Ronald Reagan, que han sido fustigados con una guapería barata a manera de desafío en defensa de la soberanía cubana. Una soberanía que siempre, y ahora más que nunca, se confunde con vulgaridad y desfachatez.
Parece que Alejandro extrañaba a Virulo, y Virulo creyó que el pueblo también lo extrañaba, porque ha estado mucho tiempo viviendo a caballo entre México y la isla. No quería que lo olvidaran, y aquí el ego le ha jugado una mala pasada, algo que ya comprobará en el futuro. Ha querido aparecer en un contexto donde la dictadura quiere borrar el tema de la libertad creativa y la libertad de expresión con lo que ellos creen que es una expresión popular, una conga, la Conga de los Hoyos. Y Virulo ha caído en el pozo como el triste ratoncito Pérez, pero esta vez por la golosina de un video supuestamente cómico. Aparentemente de reafirmación nacional. Fingidamente popular y revolucionario.
En nombre de una supuesta libertad de expresión que no les pertenece, bravuconean contra Donald Trump, que puede no ser santo de la devoción de muchos en el mundo. Lo ofenden y aspiran a restregarle la conga por la cara, hecho que nadie le prohíbe a ningún ser humano. Y aquí viene lo peliagudo y lo complicado, o lo compligudo y lo peliacado: la conga no es exactamente contra Donald Trump, que ya se va, que no se queda, gracias a que en USA existe democracia y uno puede cambiar de presidente con el simple hecho de no votar por él, o votar en contra. La conga es, y se le nota el tufo y la intención, aunque la disfracen con “el anaranjado”, contra quienes no comulgan con el sistema fallido y quienes se empeñan en mantenerlo contra viento y marea, usando la represión y la mentira, como si fuera una herencia intocable y sagrada.
Que nadie se llame a engaño: Esta conga no sale de los Hoyos, de su hoyo, y cumple todos esos preceptos con su máscara de alegría popular. Su letra limita y ofende. Virulo se ha prestado para el ejercicio del apartheid ideológico, político y social, en un momento en que la sociedad cubana pide cambios a gritos: libertad, comprensión, respeto a la opinión ajena y diferente.
Las inspiraciones giran siempre sobre lo mismo, guarachar y gozar, gozar y guarachar. No conozco un país en la historia que celebre tan indolentemente su indolencia; un país que defina su carácter como cumbanchero y muestre orgullo por ello, un país que haya labrado un porvenir estable huyéndole al trabajo, a la creación de riquezas, solamente dándole al cuerpo lo elemental: baile, sexo, y alegría sin par. Una alegría que es solamente el disfraz de una amargura que dura ya 62 años.
Entendiendo a Mañach, que no bailaba conga, hay que reconocer que todo en Cuba tuvo la impronta de Fidel Castro, desde que apareció públicamente y más a partir de que se hizo con el poder: optimismo delirante, su falsa guapería, y su cultura elemental, discriminatoria y selectiva. Todo en Cuba es copia depauperada de esa manera egocéntrica de asumir la historia y la cultura del comandante, que disfrazó el fascismo de burdo antimperialismo y fue capaz de sacralizar “su” revolución y gritarle al mundo ese lema de campo de concentración que aún perdura: “Dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada”.
En un momento de crisis severa y de confrontaciones serias, ese ministerio de la incultura, que rehuyó un diálogo abierto, sincero y libre con los jóvenes artistas que lo reclamaban, ofrece esto como respuesta.
Parafraseando a J. R. R. Tolkien en su obra “The Lord of the rings”, aquí diría el ministerio de la incultura cubana:
Un tambor para convocarlos.
Una corneta china para reunirlos a todos.
Una conga para confundirlos a todos.
Y digo yo, para marear al pueblo, y que se conformen bailando, tirando pasillos en lo más hondo del Hoyo de las congas.
Pero lo único que sigue marchando en Cuba a golpe de conga es la miseria. La material y la espiritual.
*Imagen de Portada / Ilustración: Armando Tejuca