Llueva o no llueva, en Santiago siempre sale el “Arcoiris”: una compañía infantil que sobrevive a la ignorancia institucional. Sin apenas recursos, ni espacio propio con las condiciones para ensayar, Wilfredo Aponte Gómez dirige desde su humilde casa el grupo artístico.
"Arcoiris para mí es un sueño: reunir todos los talentos que existen en la ciudad para demostrar la fuerza y la espiritualidad con que esos niños trabajan, a la altura de cualquier profesional. Siempre quise demostrar que en Santiago de Cuba hay niños que tienen una capacidad artística. Yo simplemente con mirarlo a los ojos sé si el niño tiene talento o no. Es un don que me dio la naturaleza", confiesa Wilfredo a ADN Cuba.
Según el director el nombre juega con las variedades artísticas que al igual que los colores del arcoiris son siete: danza, acrobacia, magia, canto, talento de recitar, entre otras.
Wilfredo lleva 40 años trabajando con niños, es graduado de la Escuela Nacional de Variedades de CirCuba en las especialidades de acrobacia, malabares, equilibrio, pantomima, técnica de seguridad, fonomimia, además recibió clases de canto con Ester Borja y Beatriz Márquez.
"Por aquí han pasado 3750 niños, -exclama con orgullo Wilfredo-. La mayoría son artistas, ingenieros, médicos. Hay uno que trabaja en el Inder, él dice que tiene una alta sensibilidad por el deporte gracias a la pasión y al trabajo que tuvo en Arcoiris".
Aunque miles de niños han pasado por su escuela y llevado consigo una mochila de habilidades y destrezas, ninguno ha tenido la posibilidad de ascender la pirámide artística. Es imperdonable que niños con una técnica vocal y una interpretación impresionante se queden en la base de la pirámide. Es que la carencia de recursos que se destinan a la cultura y la nula promoción de oportunidades, además del fatalismo geográfico y la mala gestión azotan demasiado a Arcoiris.
"A lo largo de 40 años yo he aprendido mucho de los niños. Si hay alguien en este país que ha tenido pasión por el trabajo con los niños, ese soy yo. La pasión sin pensar en la parte económica. Yo prefiero pensar en lo que le van a reportar al país esos niños con sus talentos".
El arte para los niños, tanto en la capital como en el interior, está enfermo de una total falta de atención y reconocimiento. No solo por la sociedad sino por quienes la organizan y dirigen.
"Si algún día los gobernadores de esta ciudad se dieran a la tarea de apoyar a esta compañía, se viera el fruto del trabajo de tantos años. Me parece que 40 años de tanto sacrificio, de esmero, de noches sin dormir, tiene que reconocerse".
"Me duele mucho saber que le dan mucha propaganda a otras agrupaciones infantiles que existen en La Habana y se olviden de que en Santiago de Cuba también tenemos niños con mucho talento. Hay veces que vienen agrupaciones de otras provincias y se les da una atención que nunca se les da a los niños de aquí".
Sobre los esfuerzos que hacen Wilfredo, su esposa y las personas que los apoyan en conseguir el vestuario de los niños, solo ellos lo saben. Y no se trata de eximirlos de esa responsabilidad, sino de viabilizar que los niños tengan las condiciones indispensables para desarrollar su talento.
"Es verdad que la cultura lleva dinero. Ustedes no se imaginan cuánto nos cuesta a nosotros vestir a esos niños, calzarlos. Hay veces que los padres no pueden pagar un par de zapatos y nosotros con lo poco que recaudamos lo hacemos. Yo invierto mucho en esos niños".
Solo las pequeñas peñas culturales y los actos políticos conocen el talento que hay en Arcoiris, que no tienen otra sede que la casa de Wilfredo: "La sede de Arcoiris simplemente es mi casa. Las instituciones me dicen que yo debo trabajar en la Casa de Cultura pero el trabajo que se realiza ahí no tiene nada que ver con lo que yo hago".
"En primer lugar necesitamos un local, un equipo de audio. Siempre he soñado con un pequeño teatro donde los niños puedan ensayar. Han hecho tantas cafeterías y sin embargo algo tan sencillo como un local para nosotros no existe. Hay lugares abandonados, almacenes que pudieran servirnos de local. Los niños no tienen sus espacios, se están metiendo en los espacios de los adultos. Se están preocupando más por el reguetonero al que le pagan 50 mil pesos, por lo que reporta una Casa de la Música y no se ocupan en invertir ese dinero en el trabajo con los niños y para los niños", cuenta Wicho, como cariñosamente le llaman sus alumnos.
Este proyecto infantil ciertamente es una familia, a donde los niños egresados que ahora son adultos siempre regresan:
"Arcoiris es un todo donde se baila, se canta, se pierde el miedo escénico. Eso me ha servido mucho incluso para aconsejar a personas en Cuba y fuera de Cuba. Trabajando en el béisbol como entrenador tengo que salir y enfrentarme a personas, a un estadio lleno, yo vencí esa barrera gracias a Arcoiris. A veces veo que van pasando los años y no se dan cuenta de los valores que tiene Arcoiris. Pueden explotarlo más, pueden apoyarlo mucho”, dijo Yunior Rolando Gómez, ex-alumno de la compañía.
"Wicho es algo grande para nosotros, él sueña y todo lo que hace es pensando en los niños”, agrega el egresado.
Brayan de León Rivera, es uno de los niños que se forman en Arcoiris. Tiene 12 años y a su corta edad baila con una soltura y una técnica notable.
"Llevo 5 años en la compañía y es un encanto estar aquí. He aprendido a bailar, actuar, a hacer equilibrio y a tener un buen comportamiento tanto dentro como fuera del grupo. Gracias al maestro puedo interpretar baile contemporáneo, clásico, kizomba, bachata, casino, folcklor”.
"No me comparo con la Colmenita porque en Arcoiris somos un grupo de variedades. No aspiro a entrar en una Escuela de Arte porque allí no aprendo lo mismo que en Arcoiris, aquí no perdemos nuestra naturaleza. Me encantaría que otros niños vinieran, es una buena experiencia."
"Esta casa es todo para mí, es mi vida, las relaciones con mis compañeros, soy muy bien cuidado, bien tratado. Si yo pudiera pedir un deseo sería que apoyaran a nuestra compañía, porque es única en toda Cuba."
Estos son los testimonios de un sueño infantil que bien puede hacerse cumplir. Mientras tanto, la compañía sigue reconociéndose públicamente, pero eso no es todo. "Yo tengo 30 millones de diplomas ahí y, ¿de qué me sirve?", dice Wicho mientras deja caer al suelo una montaña de papeles que avalan su trabajo.