Los prohibidos: Selección de poesía de Antonio José Ponte

En 2003 fue expulsado de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, por sus ideas contrarias a la dictadura y reside en Madrid desde 2007.
 

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Antonio José Ponte, nacido en la célebre Matanzas (1964),  es un ensayista, narrador y poeta cubano que pertenece a ese grupo de "los prohibidos", intelectuales que el régimen apartó.

Ha trabajado como ingeniero hidráulico, guionista de cine y profesor de literatura. En 2003 fue expulsado de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, por sus ideas contrarias a la dictadura y reside en Madrid desde 2007.

Su poesía está recogida bajo el título Asiento en las ruinas (Letras Cubanas, 1997) y en Un bosque, una escalera (Editorial Compañía, México, 2005).

En una entrevista que Aponte dio en 2005, cuando aun vivía en la Habana Vieja, respondió:

"Yo podría (espero que no sea así) no escribir un poema más. Y tal vez mi único libro de poemas publicado no me haga destacar mucho como poeta. Pero la poesía no dejará de ser el cimiento sobre el cual puedo levantar cualquier edificio. Ese edificio podrá ser un hospital o una cárcel, pero tendrá poso debajo. Y aspiro a que ésa sea siempre su fundación".

 

Selección de poesía:

Vidas paralelas (LA HABANA, 1993)

Se apaga un municipio para que exista otro.
Ya mi vida está hecha de materia prestada.
Cumplo con luz la vida de algún desconocido.
Digo a oscuras: otro vive la que me falta.

Matisse inexistente

Los pájaros de la frazada picotean nuestras piernas.

Encima de las piernas es su prado.
Por sus gargantas trina la marmita.

Una hilacha de humo atraviesa el espejo
y la marca de agua que han dejado unos vasos
forma ya dos pupilas en la mesa.

El estampado llena las paredes,
el aire abre los libros por sus láminas
y bajo la frazada están los cuerpos
(son lo único en blanco).

 

Carta última

...Y en cuanto a mí, no hay de qué preocuparse:

el jugo de un hollejo

a medio masticar corre por mi barbilla

como un río muy lento.

Circula por arrugas,

bordea los cañones,

cae sobre las hojas del periódico.

Suena como lluvia en un techo.


Termino de sorberlo


lo mismo que si despertara de una pesadilla

o algún escalofrío tanteara mi espinazo.


Dedos de algo o de alguien

vienen a descartar cuántas teclas no suenan.

Y me retracto

hasta escupir sobre el periódico esa porquería

donde se abrazan un hollejo y una mosca.


Muerta como una reina en mala colchoneta,

debió meterse por un olvido mío.

O fue que vi ese nombre en el periódico.

“Dulzura de mi encía”, recuerdo haberle dicho

y alguna vez sentí deseos de violarla.


La violé.

De ahí vienes tú.


Como fruta de injerto trajo pocas semillas,

lo suyo fue dejar pellejo y cáscara.

Y ahora que aparto la basura,

vengo a dar con su nombre en estas necrológicas.


Un hollejo. Una mosca.

El nombre de una muerta al que rodean

nombres de batallas.

( La guerra hace notable a cualquier lugarejo

sin importar qué haya significado en siglos su topónimo.)


Volverás a encontrártela

tal como yo me encuentro con la mía.

De noche,

zafado de toda responsabilidad,

me suelto, 

orino


y unos minutos antes de despertar

navego por el curso caliente de mi madre.


Fluyo en cuna de oro.

Porque llega el momento de olvidar las continencias

aprendidas temprano.


Alguien te avisará para que vengas.

No tienes por qué hacerlo,

a estas alturas no voy a reprochártelo.

 

Una casa incima vito al mondo

Nuestra suerte pendía de la alianza entre dos príncipes

ahítos de canciones italianas.


Seguíamos sus asuntos,

igual que ahora miramos


el sol en esos plátanos.


Era el Tibet que esperaba a Puccini,

Turandot terminada.

Un palacio alumbrado con esta luz de plátano,

nerviosa.


Y, detrás de la puerta,

empecinados envenenadores,

los príncipes aquéllos seguían copulando.

 

Canción

Pasé un verano entero escuchando ese disco. 
Para que la emoción no se le fuera
lo escuchaba una vez cada día.
Si me quedaba hambriento salía a caminar.

A su manera la luz cantaba esa canción, 
la cantó el mar, la dijo 
un pájaro.
Lo pensé en un momento:
todo me está pasando para que me enamore.

Luego se fue el verano.
El pájaro
más seco que la rama
no volvió a abrir el pico.

 

En Diciembre, Viendo Volar

En diciembre, viendo volar los fuegos de artificio
pienso en el tiempo.
Un año no comienza en esta noche
hecha para que algunos se abracen y rían,
sino en la mañana de mi cumpleaños.

Esta noche tan clara para los augurios
no cambiará mi suerte.
Puedo olvidarme de tocar madera,
hasta volcar la sal podría,
No cambiara mi suerte para nada.
Que nos hace creer que en diciembre
Termina una suerte y empieza otra?
Y para que brindamos
deseándonos nuevos destinos?
Amarga es la madera de mi ventana
Y pongo allí la frente.
Quiero que pase el tiempo como en las películas.

Ya dije amor y me he quedado solo,
he dicho tiempo
seguro de que todo lo arrastraba.
Voy a seguir contado las cosas que no fueron,
lo que se echo a perder por algunas palabras,
el dolor que nos dejan las despedidas.

 

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