Cuba: los regalos de la otra Madre Patria

Cuba ha sido una isla afortunada aunque esté sola en medio del Golfo de México y  elija mal a sus amigos.
Cuba: los regalos de la otra Madre Patria
 

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Cuba ha sido una isla afortunada aunque esté sola en medio del Golfo de México y  elija mal a sus amigos.

Tuvimos a España, a la que miramos como la Madre Patria, que nos dio el idioma y algunas buenas y malas costumbres. La madre que exterminó a casi todos los habitantes originales, siboneyes, guanajatabeyes y taínos, y trajo luego la fuerza de trabajo esclava del África.

Cuando a “mamá” le dio por ser atrasada y asfixiante, apareció otra candidata, más cercana y poderosa: Estados Unidos de América, que quería caer “con esa fuerza más” y lo lograron, cuando intervinieron en el último conflicto armado del siglo XIX, que fue para nosotros la guerra de 1895.

No nos entendíamos bien por asuntos de lenguaje, pero no fue un obstáculo: el Padre Varela, Cirilo Villaverde, Salvador Cisneros Betancourt  y José Martí estudiaron y vivieron sus exilios en Norteamérica. Y cuando ocuparon Cuba, a pesar del orgullo nativo, hicieron que la Isla saltara hacia el dinámico siglo XX con una modernidad que asustaba.

Un buen día hubo graves problemas familiares, y aunque esa madre americana había manejado nuestros destinos a veces abiertamente y otras con discreción, llegó el momento de abandonarla, de repudiarla y convertirla en el origen de todos nuestros males y en la enemiga rabiosa y letal.

Mas, como era una madre poderosa, y a cuyo seno fueron escapando cada día más hijos descontentos con el que había roto con ella, hubo que buscar el abrigo de otra figura maternal que velara por nosotros, y en cuyo regazo se pudiera dormir un sueño ideológico donde Karl Marx, Federico Engels y Vladimir Ilich Lenin corrieran, cerebro arriba, cerebro abajo, enarbolando unas grandes banderas rojas con las que se irían borrando todas las cosas buenas que nos había dejado la madre anterior.

¿Qué nos dio esa madre soviética? A pesar de estar lejana y hablar un idioma arisco, nos dio armas por si nos agredían. Nos dio una ideología que prometía construir el paraíso en la tierra, donde obreros y campesinos se mezclaran en la alegría de compartir lo que tenían, que cada vez fue menos, así que obreros y campesinos comenzaron a mirarse con recelo, porque no es bonito compartir lo que no se tiene o lo poco que queda.

 

Nos envió comidas extrañas. La receta de la tropical salianka, el borsh de col agria que tanto le gustó a los biznietos de los taínos, y unas compotas que había usado la Unión Soviética para derrotar al fascismo alemán: cuando los soldados nazis se entretenían intentando abrirlas, zas, les caía encima el Ejército rojo.

Nos dieron vodka Limonavskaya, y la carne rusa que traía fecha de vencimiento de los años 50. Y aviones, y camiones, y fusiles Kalashnikov para ir a disparar a Angola y Etiopía. Y petróleo, del que vendíamos la mitad en el mercado internacional.

Y regaló millones de dólares que ese mismo hijo usó en cosas inútiles, o a veces no tan inútiles, como propaganda,  para que el mundo viera con buenos ojos aquel paraíso de obreros y campesinos donde lo único que ya se podía compartir eran el hambre, el miedo, las frustraciones y la nostalgia de aquella madre anterior y cercana, que seguía estando ahí, a sólo 90 millas.

Pero un día, la madre como que falleció tal como era, gorda, grande, unida, y se convirtió en una especie de muchacha cirílica y  delgada que siguió siendo belicosa, pero que ya no podía despilfarrar su dinero, y menos en cosas tan baladíes como la idiotez de Marx, Engels y Lenin, que también la habían empobrecido y atrasado.

Y he aquí que ahora, no siendo aquella madre, sino una madrastra muy interesada, vuelve a acercarse para darnos algo que nadie sabe todavía a cambio de qué. ¿Qué nos regala hoy la matriushka rusa? ¿Compotas, latas de carne para que los cubanos de hoy dejen de mirar a los hijos del vecino con apetito siniestro? ¿Comida para paliar el hambre que se avecina?

No, han enviado algo para ayudar al transporte; al transporte de presos, para trasladar a quienes protesten por el hambre que se avecina.

El país de Vladimnir Putin envió a la triste y huérfana Cuba, cinco furgones policiales para el traslado de prisioneros, camiones jaula para esa jaula en la que los hermanos Castro convirtieron el país. 

Deberíamos estar contentos y avisados. Rusia ha visto el futuro antes que nosotros mismos. Ha enviado cinco furgones para llenarlos de presos, por un valor de cercano a los 553 mil dólares.

Y otras cosas ha dado la madrecita nueva: “Rusia busca recuperar su presencia militar en Cuba, donde ve una posición estratégica para desplegar al menos tres bases e incluso instalar sistemas de misiles adecuados". En febrero pasado otorgó un crédito de 38 millones de euros para el “desarrollo sostenible” del sector de defensa cubano.

Transporte para prisioneros y armas. La represión está servida. Aunque no dicen si los camiones para prisioneros son confortables, tienen aire acondicionado o frío de los Urales, o cuántos seres humanos caben de pie o acostados.

Entonces, digo yo,  el socialismo no es tan bueno si hay que mantenerlo a palos.

Escrito por Ramón Fernández Larrea

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, Cuba,1958) es guionista de radio y televisión. Ha publicado, entre otros, los poemarios: El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el premio internacional Gastón Baquero. Ha sido guionista de los programas de televisión Seguro Que Yes y Esta Noche Tu Night, conducidos por Alexis Valdés en la televisión hispana de Miami.

 

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