Muy distante de la turística imagen del bicicletero habanero se esconde una realidad mucho menos complaciente. Muchos bicicleteros tienen que sufrir los impedimentos que puede significar para alguien de provincia tratar de asentarse en la Ciudad de la Habana, “la capital de todos los cubanos”, como reza en la entrada de la ciudad en un enorme cartel de bienvenida también atacado por el tiempo, el sol y la repetición de consignas echadas al viento por años.
La precaria situación económica por la que atraviesa Cuba, empuja a muchos habitantes del interior a emigrar hacia la capital en busca de oportunidades de trabajo, pero muchos emigrantes internos permanecen en un marco de ilegalidad, imposibilitados de conseguir permisos para trabajar por cuenta propia.
Según lo recoge el último Anuario demográfico de Cuba, publicado por la ONEI son cada vez más las provincias cubanas que pierden habitantes debido a la emigración interna que aquellas que los ganan.
ADN CUBA acompañó a dos bicitaxistas del oriente del país que intentan ejercer su oficio a pesar de los impedimentos que enfrentan las personas del interior para trabajar en la capital.
El fuerte sol del mediodía habanero golpea sin piedad a los viajantes de provincia que intentan regresar a sus destinos desde la Terminal La Coubre, únicos seres vivos que se atreven a desafiar el fuerte sol en esta hora.
A solo metros de allí con menos miedo del sol habanero una línea de bicitaxis se pierde infinita frente a la Avenida del Puerto.
Dionne Frometa Muchuli 30 años y Ariel Crea 27 años, ambos de la provincia de Oriente como ellos mismos declaran, se dedican a la labor del bicitaxi o a “cochear” en Centro Habana, “…no dejan que uno ejerza las funciones ya que no dan la licencia, entonces uno tiene que jugársela al pegao y tirar con la cara porque no están dando papeles y como uno tiene familia e hijos tiene que salir a la calle.” dice Crea.
Frometa intenta borrar de su mente mientras pedalea con esfuerzo la extensa lista de trabas y conflictos a los que se enfrenta cada día cuando toma su bicitaxi. “Soy de la provincia de Oriente, yo vengo aquí para buscar un dinerito, trabajar y estar bien. Yo estoy aquí un mes, bajo dos meses, subo de nuevo.”
La renta del bicitaxi les cuesta 10 CUC semanal, cobrando por “tirada” unos 5. 00 CUP (moneda nacional), pero el fuerte sol y la escasez de clientes ya no parecen ser el mayor impedimento a los que se deben enfrentarse los bicicleteros de provincia. “La licencia de Oriente aquí no puede transcurrir, tiene que ser en la provincia donde tu vives. Si tu licencia no tiene dirección de aquí de la Habana no puedes trabajar…”, continua explicando Frometa mientras pedalea con más fuerza, “…no queda de otra que apretar y darle a los pedales….”.
La situación para los residentes de provincia que quieran asentarse en la Ciudad de la Habana, capital del país, cada día se hace tan difícil como la de un emigrante centroamericano o africano tratando de llegar a las ansiadas tierras de Estados Unidos o Europa. La licencia para este tipo de actividad solo tiene valor en la provincia donde reside quien la utiliza.
Ya en el 2016 un grupo de bicitaxistas realizó una protesta frente al monumento a Jose Martí en la Plaza de la Revolución debido a las elevadas multas que recibían de parte de las autoridades. Protesta que no fue a ningún lugar, hoy con más fuerza que en aquel momento continúa la represión hacia este sector de trabajadores, incluidos también dentro del grupo de cuentapropistas que inunda isla.
“Por ahora no están dando licencia, y la licencia del campo como ellos dicen, aquí no funciona. Dicen que cada quien tiene que trabajar en su lugar de origen”, asegura Ariel recordando su último encuentro con las autoridades.
Mientras conduciamos por las angostas calles de La Habana, pasamos a otros colegas que esperan por clientes, tratan de matar el tiempo conversando entre ellos, piropeando alguna chica o proponiéndole la mejor oportunidad de conocer Cuba en su bicicleta a algún turista, que de atrevido decidió sumergirse en esta parte del mundo.
Por mucho que los quiera rechazar esta ciudad, los bicicleteros (como parece solo se les conoce en Cuba) son una parte fotográfica y permanente de su paisaje, como un mal de la piel que no se puede ocultar aunque uno quiera, como los vetustos edificios a punto de desplomarse, como los ancianos que una vez fueron jóvenes sentados en las esquinas vendiendo cigarros o el único diario existente en la isla, como el violento mar que intenta atacarla una y otra vez, sin los muros que una vez la protegieron. Ahora son muros invisibles que crecen desde adentro para impedirle el paso a sus propios hijos.
“Me gustaría que la gente de provincia pudiera pudiera trabajar normal aquí como los de aquí”, dice Ariel optimista.
El peso y la dura tirada de llevarnos por las destruidas calles de esta ciudad que parece no quererlo del todo, no le importan, asume todo con un optimismo que desconcierta y que es probablemente el combustible más importante para levantarse cada mañana, subirse al bicitaxi rentado y enfrentarse al duro día, pero la razón más importante sin lugar a dudas, es su familia, la cual me confiesa lleva dos meses sin ver. "…Lo de esto es no deberle al gobierno…”, explica.
Ariel hace un repaso de la lista de prioridades para que todo se pueda mantener “tranquilo” con lasautoridades. “Tienes que tener transitoria sino te deportan.” Con esto se refiere Frometa a la dirección transitoria que en determinados momentos se les otorga a las personas del interior del país que logran completar todos los trámites residenciales para vivir en la Habana. Normalmente es una dirección que tiene un tiempo de tres meses en los que se supone se completen todos los tramites necesarios para lograr la residencia permanente en la capital. Si no se cumplen en ese tiempo la persona debe regresar a su lugar de origen.
“Los inspectores siempre están pidiéndote carnet y si no tienes papeles te deportan. Yo estoy solo aquí, mi familia está en Oriente”, dice Frometa y de pronto queda un momento en silencio como pensando con cuidado que oración va a usar para cerrar su idea, “…los orientales aquí en la Habana….es por gusto”, termina diciendo.
Terminamos el viaje y solo se siente el sonido de los pedales sobre la ruda cadena, alguna voz rompe la inercia de todo, el sonido de la cadena, nuestro silencio, el silencio de todas las puertas de Centro Habana abiertas por el calor y cerradas de muchos miedo y cosas que no se deben decir al aire libre. Quizás se trata simplemente de la típica inercia de un mediodía en la "capital de todos los cubanos".