ISLA DE LA JUVENTUD - Los altos contrastes del sureño poblado de Cocodrilo, Isla de la Juventud, no solo están dados por los colores y tonos de sus perfectas puestas de sol, también pueden notarse en el modo de vida de sus, aproximadamente, 300 habitantes.
El antiguo Jacksonville, fue fundado a finales del siglo XIX por pescadores procedentes del área del Caribe dedicados a la pesca de la caguama, la producción de carbón y la tala selectiva. La mayor corriente migratoria fue de caimaneros, diferenciados del resto de la población de la isla por sus rasgos físicos y su cultura, y quienes aportaron mucho a la conformación de lo que hoy llamamos “pinero”.
La falta de comunicación de la época, contribuyó al aislamiento de esta comunidad, ubicada a unos 65 km al sur de Nueva Gerona capital de la Isla de la Juventud. Sin embargo, a pesar de que el municipio ha alcanzado cierto desarrollo, hoy en día persisten razones que han limitado el progreso de este lugar.
Si por una parte actualmente cuenta con servicios de agua, luz, teléfono, médico de la familia, farmacia, una ambulancia para evacuar cualquier emergencia, cooperativa pesquera, panadería, escuela y últimamente zona WI FI, por otro lado, sus habitantes aún viven relativamente aislados de “la civilización”, ya que, para otros servicios igualmente necesarios, tienen que viajar a la capital de la ínsula.
La gran distancia hasta la ciudad más cercana, el pésimo estado de su carretera, la crítica situación del transporte público que consta de una pequeña guagua con un solo viaje al día; y el ser considerado una reserva ecológica, cuyo acceso solamente es autorizado por Guardafronteras en un punto de control en Cayo Piedra (al centro de la Isla), son algunas de las causas que siguen dificultando la integración de este lugar con el resto de la isla.
Más allá de este aislamiento, sus pobladores tienen un gran sentido de pertenencia y se ufanan de que muy pocas familias han abandonado el lugar, a pesar del abandono en que se ha encontrado en las últimas décadas.
Enclavado en la Ciénaga de Lanier, este sitio paradisíaco propicia que sus moradores vivan conectados con una naturaleza rebosante de extensos bosques cenagosos que poseen una exuberante flora y fauna, acantilados, playas vírgenes y cuevas. A pesar del bajo poder adquisitivo de la mayoría de sus habitantes, tienen una alimentación privilegiada, basada principalmente en peces, langostas, cangrejos, tortugas, cocodrilos, puercos jibaros, venados y otras abundantes especies, que pescan y cazan (algunas de manera ilegal) en el mar y en los bosques que los rodea.
El estilo de vida, los hogares, así como su vestimenta, es muy sencillo. A casi todos, desde el más pequeño hasta el anciano, se les puede ver en shorts y camisetas, y muchos andan descalzos por el diente de perro característico de su paisaje, o por la principal y única calle del pueblecito, donde reina la tranquilidad y en el que todos conviven como una gran familia. Un verdadero retiro espiritual y restaurador de energías, con la música de fondo del sonido constante de las olas.
Hoy Cocodrilo ha comenzado a cambiar; su interés estratégico desde el punto vista turístico está empezando a ser tomado en cuenta por los ojos más avizores, tanto privados como gubernamentales. Algunas personas han comenzado a invertir en terrenos y en la construcción de casas, por ello cada vez va siendo más común ver entre las viviendas originales caimaneras, los tradicionales bohíos cubanos y algunas casas de mampostería, nuevas construcciones hechas con diseños y materiales más modernos y pensadas para el futuro que comienza a vislumbrarse. Si hace apenas quince años se podía adquirir una vivienda o un terreno por algunos cientos de dólares, hoy una casa puede costar varios miles.
Cocodrilo, un lugar de niños felices en su mundo analógico, donde el mar es el principal de sus juguetes, espera por la inversión necesaria para desarrollarse y poder tributar al desarrollo de la Isla de la Juventud.