Las negociaciones de paz entre EEUU y la insurgencia talibán han caído una vez más en la incertidumbre tras la decisión del presidente Donald Trump de cancelar los contactos y anular la cumbre secreta que tenía previsto mantener este domingo con sus máximos líderes, a tres días del 18º aniversario de los atentados del 11-S.
Sorpresas y críticas no se hicieron esperar cuando Trump explicó dónde iba a haber tenido lugar la cita, la residencia presidencial de Camp David, un espacio sagrado para la diplomacia estadounidense.“Sin que prácticamente nadie lo supiera, los principales líderes talibán y, por separado, el presidente de Afganistán iban a reunirse conmigo en secreto este domingo en Camp David. Llegaban esta noche a Estados Unidos”, anunció por sorpresa Trump el sábado en Twitter.
El motivo, la reivindicación del ataque terrorista perpetrado en Kabul esta semana, que dejó once muertos, entre ellos un soldado estadounidense. Según el presidente, los talibanes pretendían presionarle para firmar la paz pero “no han hecho más que empeorar las cosas”, advirtió antes de suspender las conversaciones de paz. Si no son capaces de aceptar un alto el fuego durante las conversaciones de paz, quizás tampoco puedan negociar un acuerdo serio, aventuró Trump. “¿Qué tipo de gente mata a tanta gente para reforzar su posición negociadora?”.
La idea de la Casa Blanca de recibir en suelo estadounidense a los líderes talibanes –se esperaba al mulá Abdul Ghani Baradar, cofundador de los talibanes y líder militar de la insurgencia en la primera fase de la guerra– a pocos días del aniversario del 11-S suscitó críticas en las filas demócratas y republicanas, donde destacadas voces observaban con abierto recelo las prisas de la Administración Trump por sellar la paz. “Nunca los líderes de una organización terrorista que no ha renegado del 11-S y que continúa haciendo el mal debería ser admitido en nuestro gran país”, respondió el congresista republicano Adam Kizinger.
“Camp David es el lugar donde los líderes estadounidenses se reunieron para planificar nuestra respuesta después de que Al Qaeda, con apoyo de los talibanes, matara a 3.000 estadounidenses el 11-S. Ningún talibán debe poner un pie ahí jamás”, reaccionó la congresista republicana Liz Cheney –hija de uno de los arquitectos de la invasión, el vicepresidente Dick Cheney–, que felicitó a Trump por suspender las negociaciones.
No es la primera vez que los talibanes tensan las conversaciones de paz con los ataques terroristas, por lo que la decisión de Trump de suspender los contactos puede tener que ver más bien con las dudas y la división dentro de su partido y su administración sobre la conveniencia de firmar el principio de acuerdo sellado con la insurgencia afgana.
El Senado, en manos de los republicanos, votó hace unos meses una resolución en contra de una retirada precipitada de Afganistán y desde círculos conservadores se anima ahora al presidente a mantenerse firme y renegar del acuerdo de paz negociado por sus enviados. Consejeros como John Bolton recelaban del fruto de las negociaciones y consideraban escasas sus garantías de ejecución, de ahí la iniciativa de Trump de reunirse con sus máximos dirigentes para conseguir un acuerdo mejor. El secretario de Estado, Mike Pompeo, se distanció de la idea de invitarles a Camp David. “Fue el presidente quien tomó la decisión final”, insistió en una ronda de entrevistas televisivas matutinas. “Quiero hablar con esos negociadores talibanes. Quiero mirarles a los ojos”, dijo Trump, según Pompeo.
(Con información de CNN y CBS)