El escritor cubano Enrique Del Risco, publicó este 2 de enero en su blog personal Enrisco, un texto donde habla sobre la idea de que “siempre hubo dos Cubas”.
“Una: alegre, risueña, bailadora, inconstante, romántica, desconcentrada, permisiva, sentimental, espontánea, abierta, indiscreta, liberal, rebelde, desenfrenada, frívola. Pero también estaba la otra: la amargada, triste, negada al baile, severa, sin sentido del humor, terca, antimusical, intolerante, reservada, discreta, reaccionaria, sumisa, contenida y frugal”, precisó el licenciado de Historia de Cuba por la Universidad de La Habana (1990), y doctorado en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Nueva York (2005), quien actualmente reside en Estados Unidos.
Pero en su comentario, titulado “Una cuestión sentimental”, Del Risco precisó: “Miento. Siempre hubo muchas más. Recombinaciones de las virtudes o defectos mencionados líneas atrás. Sentimentales sin sentido del humor. Bailarines intolerantes. Románticos discretos. Risueños reaccionarios. Sentimentales sumisos. Fue el castrismo, con su fundador a la cabeza, quien pretendió conformar todo un país a su imagen y semejanza. Y para ello eligió una serie de defectos y virtudes capitales. La nueva nación (porque de eso tratan los totalitarismos, de refundar la nación, y si se puede, todo el universo) debía parecerse a su fundador y hacer de cada uno de los cubanos un Fidelito bonsái”.
Para el escritor, la de un “Socialismo con pachanga”, era “la imagen que todavía predominaba en Europa sobre Cuba a mediados de los noventas, cuando por primera vez puse mis pies allá. Imperaba la creencia de que en aquella isla exótica la ideología igualadora del comunismo había tenido que adaptarse al carácter nacional cuando lo que ocurrió fue lo contrario”.
“El socialismo con pachanga, si es que alguna vez se consiguió ese extraño híbrido, fue apenas un instante inicial en el proceso de domesticación del carácter de todo un pueblo. Las revoluciones, como las nuevas religiones confían en las virtudes inhibidoras de la austeridad, en lo útil que resulta como instrumento de control”, acotó Del Risco.
Según señaló “(…) lo que en Cuba todavía llaman 'actitud revolucionaria', 'moral socialista' tiene mucho de ese reduccionismo. La consigna 'seremos como el Che' -ese ser incapaz de bailar o de bañarse con frecuencia que según las anécdotas era modelo de austeridad- resume ese modelo educativo tanto como las sucesivas campañas contra el 'diversionismo ideológico'. Tiempos en que divertirse constituía una traición al menos inconsciente a cierto ideal de pureza 'con tantos motivos para no reírse como hay'”.
“Pero esa imposición de riesgos rasgos a toda una nación, de reducirla a su lado más inhibido y reservado no podía ser eterna. Ni tenía por qué serlo. Bastaba con que cumpliera con su misión de sometimiento. Una vez domesticado el carácter nacional podía permitírsele pequeñas erupciones de su antigua naturaleza siempre que se mantuviera dentro de límites fijados de antemano. Ese estado de 'fiesta vigilada' que tan bien describió el escritor Antonio José Ponte en libro homónimo”, apuntó Del Risco.
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Enrique Del Risco también reflexionó sobre las recientes “piezas musicales” orquestadas desde el Ministerio de (in)Cultura del régimen, con las señas de la policía política para “responder a las provocaciones” de los activistas, artistas y periodistas independientes a favor de la democracia y los derechos humanos en la isla.
“Si antes se reprimía al son de himnos y marchas pseudomilitares (...) ahora se acosa a los nuevos rebeldes al ritmo de congas. Un cruce impensable en la Cuba de mi infancia: la represión rumbera”, expresó.
“(…) la banda sonora de las palizas actuales lleva su sello de autoctonía, como para aligerar el siempre duro gesto de maltratar al prójimo. Tarea complicada frente a la oposición más diversa que haya habido nunca en la isla, una disidencia que desde ahora anuncia y defiende su multiplicidad, la de la Cuba de siempre que tal vez nunca fue pero que deberíamos desde ahora imaginar así”, concluyó.
Por estos días, al cantautor y humorista cubano Alejandro García Villalón, conocido artísticamente como Virulo, el régimen cubano le ha financiado el infame videoclip de gran producción Con Cuba no te metas, que contó con varios escenarios, decenas de cantantes y bailarines invitados, drones y todo eso en medio de la pandemia y un agravamiento de la crisis económica.
¿El motivo? Porque en la canción por encargo de la dictadura, Virulo critica a Donald Trump y trata de emparentar el descontento popular y al activismo pacífico en la isla, con supuestos planes de Estados Unidos para derrocar al castrismo.
De ser un artista emigrado desde hace mucho a México, el trovador ha regresado ahora a cobrar del Ministerio de Cultura del régimen, por participar en las campañas de manipulación política. Pero en tiempos de redes sociales en Cuba, las complicidades, cinismos e hipocresías de los privilegiados por el poder no pasan desapercibidas.