Según la UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), 28 millones de niños y niñas han sido víctimas de desplazamientos mientras huyen de la violencia y de conflictos armados. Entre estos y los que huyen por otras causas, incluyendo la económica, suman cerca de 50 millones de desarraigados.
Las cifras están disponibles en el sitio oficial de la organización, que pidió recientemente a los países de acogida y tránsito que protejan a los niños migrantes y refugiados contra la discriminación, y garanticen su acceso a los servicios sociales.
En un comunicado de prensa el Fondo estimó que a raíz de la crisis migratoria en Venezuela, 1,1 millones de niños de la región necesitarán asistencia durante el 2019.
“UNICEF se siente alentado por los esfuerzos de los gobiernos para hacer frente a los problemas que plantea la migración a gran escala mediante la búsqueda conjunta de soluciones regionales que estén en consonancia con las normas internacionales y las leyes nacionales— dijo María Cristina Perceval, Directora Regional de UNICEF para América Latina y el Caribe.
Sin embargo, los niños y niñas migrantes que conocimos en Puerto España, Trinidad y Tobago, no tienen muchos sueños porque a veces no han tenido ni siquiera dónde recostar la cabeza.
Victoria, de 10 años, quiere tomarse un helado que cuesta 5 titis (dólares trinitenses). Laura tiene 13 años y quiere ser periodista; se aferra a los recuerdos de lo que dejó detrás. Valentina, de 9 años, sueña con ser fotógrafa en un París que conoció navegando en internet y Jofiel, a punto de cumplir los 4, quiere ser bombero o policía.
¿Qué les espera a estos niños si el país en el que están no les garantiza el acceso a las escuelas? Ninguno de ellos tiene acceso a una educación certificada. Mientras cientos de refugiados esperan reasentamiento en un tercer país, Trinidad y Tobago es un limbo migratorio donde incluso con el status de refugiados de ACNUR los adultos no cuentan con permisos de trabajo, y el país alega que no tiene los recursos para enfrentar los desafíos de la creciente migración regional.
Cuba y Venezuela, países bajo regímenes dictatoriales, cada vez empujan más a sus pueblos a escapar de la miseria sin un destino establecido.
“UNICEF está especialmente preocupado por los informes sobre casos de xenofobia, discriminación y violencia perpetrados contra niños, niñas y familias venezolanas en las comunidades de acogida”— se lee en la nota de prensa.
La xenofobia y la discriminación son precisamente parte del día a día de los niños cubanos y venezolanos que conversaron con ADN CUBA en Trinidad y Tobago.
Asimismo la organización alertó sobre el incremento de niños, niñas y adolescentes que cruzan la selva del Darién durante su travesía hacia Estados Unidos.
Se trata de una de las principales rutas empleadas por migrantes irregulares, entre los que se encuentran muchos cubanos, para atravesar Centroamérica.
“Si bien este tránsito ha existido desde hace años, preocupa el notable incremento de niños, niñas, adolescentes y mujeres embarazadas, principalmente provenientes de Haití, Cuba, República Democrática del Congo y Angola”.
Semanas atrás medios de prensa reportaron el nacimiento de un bebé cubano en plena selva panañema, que curiosamente fue llamado Darién. A su madre, Gladis Pérez Molina, la sorprendió el parto en la travesía.
UNICEF ha anunciado que Naciones Unidas, a través del Comité de los Derechos del Niño y del Comité para la Protección de los Trabajadores Migrantes, está trabajando en la creación de una nueva Observación General sobre los niños y las migraciones.
¿Cuánto tardarán en empezar a observar? Ojalá lo hagan sin miopía ideológica y, además de observar, actúen.