El papa Francisco celebró la misa del Domingo de Ramos en una Basílica de San Pedro vacía debido a la pandemia de coronavirus; en toda Roma los párrocos emularon al santo padre subiéndose a los techos de las iglesias y campanarios para dirigir los servicios a los fieles que pudieron presenciar el ritual.
Usualmente, decenas de miles de romanos, turistas y peregrinos con palmas y ramas de olivo habrían llenado esta misa al aire libre dirigida por el pontífice. En lugar de eso, Francisco dirigía la ceremonia en la Basílica, que parecía aún más grande al verse tan vacía.
Además de sus asistentes estaban presentes unos pocos prelados, monjas y legos invitados, sentados en los primeros bancos y separados para reducir los riesgos de contagio. Con aspecto reflexivo, Francisco bendijo las palmas tendidas que sostenían los asistentes y después cogió una.
El pontífice recalcó que en estos momentos las certezas se desmoronan y las expectativas son traicionadas. “Miren a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días. No son los que tienen fama, dinero y éxito, sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás. Siéntanse llamados a jugaros la vida. Porque la vida es un don que se recibe entregándose. Y porque la alegría más grande es decir, sin condiciones, sí al amor. Como lo hizo Jesús por nosotros”, expresó.
El Papa hizo estas reflexiones desde el altar de la Cátedra de la basílica de San Pedro, y no bajo el baldaquino, donde estaba presente el Crucifijo de la Iglesia de San Marcello al Corso, conocido como el crucifijo de la ‘Gran Peste’ porque en 1522 se llevó por los barrios de Roma para acabar con la plaga.
Se trata del mismo crucifijo ante el que rezó el Santo Padre el pasado 16 de marzo y que fue trasladado a la plaza de San Pedro el viernes 27 para la oración y bendición Urbi et Orbi en la que volvió a pedir el fin de la pandemia.
Los párrocos de Roma celebraron la misa en los techos para que los fieles que vivían en edificios aledaños pudieran observar desde sus balcones y terrazas. En una iglesia, un sacerdote celebró el Domingo de Ramos con una misa en estrechos confines de los campanarios.
Las medidas de distanciamiento social interrumpieron las prácticas del Domingo de Ramos en todo el mundo. En Jerusalén, donde miles de peregrinos generalmente participan en la procesión, este año sólo un número limitado pudo participar. Los clérigos y fieles fueron de puerta en puerta lanzando las ramas a los cristianos que se asomaban de sus balcones.
El Vaticano ha reportado siete casos de COVID-19 entre los residentes o empleados del pequeño estado independiente.