Los archivos de Wuhan: cómo el régimen chino ocultó el impacto del coronavirus

Los documentos revelan lo que parece ser un sistema de atención de la salud inflexible, limitado por la burocracia y unos procedimientos rígidos que no estaban preparados para hacer frente a la crisis del coronavirus
Viajeros en la estación de tren de Beijing, China. Reuters, Thomas Peter
 

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La cadena CNN dio a conocer “Los archivos de Wuhan”, unas 117 páginas de documentos filtrados del Centro Provincial de Hubei para el Control y la Prevención de Enfermedades, que fueron compartidas y verificadas por la cadena estadounidense.

Los documentos “revelan lo que parece ser un sistema de atención de la salud inflexible, limitado por la burocracia y unos procedimientos rígidos que no estaban preparados para hacer frente a la crisis emergente”.

“Documento interno, por favor, mantenga la confidencialidad”, es el título del informe que llegó a manos de la cadena norteamericana de parte de una persona que pidió anonimato. El informante aseguró trabajar en el sistema de salud chino, y se definió un patriota “motivado a exponer una verdad que había sido censurada”.

Los documentos fueron verificados por seis expertos independientes que examinaron la veracidad de su contenido. “Un experto con estrechos lazos con China informó haber visto algunos de los informes durante una investigación confidencial a principios de este año. Un oficial de seguridad europeo con conocimiento de los documentos y procedimientos internos chinos también confirmó a la CNN que los archivos eran auténticos”.

Pese a que las autoridades chinas en todo momento se jactaron de haber tenido un manejo transparente y eficiente desde el inicio de la pandemia, los informes muestran una gran dificultad a la hora de diagnosticar a los primeros pacientes locales de COVID-19.

“Los documentos muestran que los funcionarios de salud locales dependían de mecanismos defectuosos de prueba y notificación. Un informe en los documentos de principios de marzo dice que el tiempo medio entre el inicio de los síntomas y el diagnóstico confirmado fue de 23,3 días, lo cual, según los expertos, habría obstaculizado considerablemente las medidas para vigilar y combatir la enfermedad”.

Sumado a esto, los funcionarios chinos no incluían en sus registros a los casos asintomáticos, algo fuertemente cuestionado por los expertos en salud internacionales.

Estas revelaciones tienen lugar en medio de la presión internacional sobre China —encabezada por Estados Unidos y la Unión Europea— para que coopere plenamente con una investigación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre los orígenes del virus. Sin embargo, hasta el momento los expertos internacionales han tenido un acceso limitado a los registros médicos chinos.

Desde que se conocieron los primeros casos, los testeos se realizaron de forma inadecuada y los resultados de las pruebas tardaban semanas en ser entregados. Según documentos encontrados, los kits de testeo que utilizaron no eran efectivos lo que provocó que muchas negativas en realidad no lo fueran.

Al régimen chino le tomó semanas rectificar estos errores, mientras el virus se seguía esparciendo. Todo esto vino acompaño por algunas tímidas críticas por parte de expertos médicos chinos, quienes algunos fueron silenciados por Bejing.

Además, en los primeros meses de la epidemia, el tiempo de espera de una persona que presentaba síntomas para ser atendido por los médicos era de unos 23 días. Esta demora provocó que las autoridades chinas no pudiesen enfocar buenas políticas de intervención en la salud pública.

Para el 7 de marzo, el sistema de testeos y diagnósticos había mejorado. Sin embargo, muchos expertos describieron estas demoras como poco usuales, incluso a pesar de que se enfrentaban las autoridades sanitarias a un nuevo virus.

Un denominador común que aparece en los documentos es la falta de preparación por parte de las autoridades chinas, sumada a la falta de inversión con la que contaba el Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) en Hubei.

El CDC no contaba con los equipos suficientes para realizar testeos, y muchos de sus funcionarios, enmarañados en la compleja burocracia china, se encontraban desmotivados con su trabajo cuando empezaron los primeros casos de coronavirus.

A pesar de las medidas draconianas y algunas sofisticadas herramientas de monitoreo y vigilancia en la población, sumado al confinamiento de unos 700 millones de personas, todo aquello no contribuyó para localizar la cadena de transmisión del virus.

Mientras los casos aumentaban en febrero, las autoridades chinas enfrentaban una crisis de legitimidad con la opinión pública cuestionando cómo Beijing ocultaba información. Todas las miradas apuntaban al Partido Comunista chino.

En noviembre, Xi Jinping pretendió amordazar a los médicos que estuvieron en los inicios del brote de coronavirus en Wuhan, hacia finales de 2019.

Beijing no desea que colaboren con la misión de la OMS que intentará determinar cómo fue que nació el Sars-CoV-2. Es por eso que les prohibió a los profesionales de la salud que informen sobre el manejo primario que las autoridades sanitarias ordenaron en torno al nuevo virus.

 

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