Falta de contacto físico por cuarentena afecta la salud, dicen expertos

En medio de confinamientos y cuarentenas, la falta de contacto físico afecta la salud de las personas
Pareja tomada de la mano, imagen de referencia, Internet
 

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Los confinamientos, las cuarentenas y la exigencia del distanciamiento social, sin abrazos ni caricias, por los que pasan millones de persona en el mundo, a raíz de la emergencia del coronavirus, ha terminado de confirmar lo que la ciencia sabe desde hace mucho: la falta de contacto físico afecta la salud de las personas, no solo emocional sino también física.

Así lo plantearon varios expertos en un artículo publicado este martes por el portal argentino Infobae.

“Cuando tocamos la piel se estimulan los sensores de presión subcutáneos, que envían mensajes al nervio vago [del cerebro]”, explicó a Wired Tiffany Field, investigadora del Instituto para la Investigación del Tacto (TRI) en la Universidad de Miami.

“A medida que aumenta la actividad del nervio vago, el sistema nervioso se desacelera, bajan el ritmo cardíaco y la presión sanguínea y las ondas cerebrales muestran relajación. También bajan los niveles de las hormonas del estrés, como el cortisol”, agregó para explicar la necesidad biológica del contacto físico. Al mismo tiempo aumentan los niveles de oxitocina, la hormona del amor, que crea vínculos y por eso participa en el sexo y el nacimiento.

En el área del cerebro que procesa la información táctil —en sí una de las más grandes— los labios, los índices y los pulgares requieren un espacio importante.

 

 

Para los que pasan la cuarentena solos la experiencia es particularmente agobiante, como para los niños que crecen sin caricias (tienen peor salud física y mental que los demás) o los detenidos en confinamiento solitario, dijo el artículo.

Es humano y, en realidad, es una característica de muchos otros mamíferos, señaló el reporte de Infobae.

“Todos los primates humanos estamos programados para el tacto, nos guste o no”, agregó a The Independent Francis McGlone, neurocientífico de la Universidad John Moores, en Liverpool, Reino Unido.

Su colega Alberto Gallace, de la Universidad de Milán-Bicocca, coincidió: “Nuestro cerebro y nuestro sistema nervioso está diseñado para hacer que el tacto sea una experiencia placentera. La naturaleza creo esta modalidad sensorial para aumentar nuestros sentimientos de bienestar en ambientes sociales. Es algo que sólo está presente en los animales sociales que necesitan juntarse para optimizar sus posibilidades de sobrevivir".

“'Hambre de piel’ es el término de uso común para lo que en la ciencia se conoce como privación del afecto, que está asociado a una serie de daños psicológicos e incluso físicos para la salud”, dijo Kory Floyd, profesor de comunicación en la Universidad de Arizona especializado en los vínculos entre el afecto táctil y el estrés, la depresión, la soledad y la ansiedad.

 

 

“La gente que vive sola es más susceptible, y ahora sería razonable argumentar que casi todos somos más susceptibles que lo normal a la falta de tacto y otras formas de conducta afectiva”, añadió.

Field dijo al periódico británico que no tenía dudas de que “la privación del tacto es un trauma fuerte para las personas acostumbradas al contacto físico que hoy están separadas, como las nuevas relaciones románticas, o la gente que está hospitalizada”.

En una encuesta que realizó entre el 25 de marzo y el 5 de mayo, el 43% de los participantes dijeron que sintieron soledad, el 58% dijo que experimentó sensaciones de aislamiento y el 42% se quejó por la falta de contacto físico.

“Cuando tomamos la mano de una persona, cualquiera que sea, disminuye la actividad de las regiones cerebrales que reaccionan ante el miedo”, explicó a La Vanguardia James Coan, profesor de psicología en la Universidad de Virginia.

La pandemia, en sí, es una situación que produce angustia. “Usamos el tacto para consolarnos”, explicó Gallace, según el artículo de Infobae.

En otro estudio de Field casi la totalidad de la gente que dijo sentirse privada de tacto durante la pandemia —26% muy privada y 16% moderadamente privada— manifestó trastornos del sueño: el 97 por ciento. “Cuando movemos la piel aumenta la serotonina”, siguió la experta. “y los bajos niveles de serotonina se han asociado al insomnio, la angustia y la depresión”.

 

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