Nadie sabe con certeza hacia dónde va Bolivia. Cuando se acercaban las elecciones de este año todos los conocedores de la realidad boliviana lo decían: “habrá una batalla campal y Evo intentará reelegirse a como dé lugar”. Pero ninguno imaginó que el país se despeñaría de la forma en que lo ha hecho, presa de la agitación popular, el fanatismo religioso y el protagonismo político de los militares, que creíamos enterrado en las catacumbas de la historia latinoamericana. En Bolivia la política regresó a su curso antiguo y más universal: la ambición de poder y la violencia: el cetro y la espada. Sin llegar a los excesos de una revolución o una asonada castrense, hay 32 muertos y cientos de heridos. Los fieles a Evo Morales marchan hacia La Paz para cercarla y rendirla por extenuación, sin miedo a las tropas que el gobierno interino envía para detenerlos. Hay miedo entre las clases medias, lo mismo al extremo izquierdo que al derecho. La única buena noticia de los últimos días fue el anuncio de elecciones, entre acusaciones mutuas de los políticos leales al caudillo depuesto y los políticos del otro bando, sin caudillo, igualmente reacio al diálogo y carcomido por las querellas intestinas. ¿Quiere decir que los ánimos se aplacarán? Para echar un poco de luz en la sombra ADN Cuba entrevistó a Rodrigo Salazar Elena, doctor en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México y profesor titular de Flacso-México. Falta un dato importante: lleva años estudiando la realidad boliviana.
Rodrigo, los especialistas se preguntan lo mismo desde hace semanas: ¿hubo golpe de Estado o no?
Desde cierta perspectiva lo que ocurrió en Bolivia puede considerarse un golpe de Estado, pues Evo Morales no habría renunciado de no haber mediado la sugerencia del jefe de las Fuerzas Armadas. Claro que cuando el jefe de las Fuerzas Armadas le dice al presidente que renuncie, ese suceso lleva una carga de intromisión en el orden constitucional, porque ninguna de las otras organizaciones tiene el poder de las armas.
Sin embargo, antes de esa sugerencia era claro que ni la Policía ni el Ejército, que así lo expresaron, iban a reprimir las protestas. Una situación similar se dio en 1999 cuando Jamil Mahuad (presidente de Ecuador entre 1998 y 2000) recibe la misma sugerencia del comandante de las Fuerzas Armadas ecuatorianas en medio de grandes movilizaciones populares en contra suya. Hoy, a la distancia, se considera que técnicamente fue un golpe de Estado, y se podría decir que el de Bolivia también lo es. Sería, como en Ecuador, un golpe atípico, porque no hubo operativos de las Fuerzas Armadas para perseguir a un grupo específico de opinión; tampoco hubo acciones para cancelar los poderes del Estado. No hubo una proclama del generalato, algo muy común en los golpes militares; tampoco tomó el poder una junta militar, y por mucho que lo quieran poner así los seguidores de Evo Morales, tampoco vimos al presidente secuestrado por los militares, como le pasó a Hugo Chávez en 2002. Todo esto para decir: “técnicamente fue un golpe de Estado, pero uno muy atípico”. Y atípico en un sentido positivo: no hubo baño de sangre.
La presidenta interina depuso al general Kaliman tras llegar al poder. ¿Esto es indicio de que no fue un golpe? ¿Es una jugada del nuevo gobierno para que no le hagan lo mismo que a Evo?
Podría ser lo segundo. Todavía falta mucho por saber sobre las motivaciones del general Kaliman, por qué dijo lo que dijo, esa su muy curiosa declaración pública. Lo que más me llama la atención es que Evo Morales habla de un golpe “cívico-policial”, pero él es reacio a nombrar directamente a Kaliman y sus subordinados. Por supuesto, Morales hablaba de golpe mucho antes, cuando comenzaron las protestas. Entonces era una descalificación retórica de sus adversarios. Pero luego de ocurrir el “golpe” verdadero, ha evitado acusar directamente a Kaliman. Habrá que ver qué pasó ahí tras bambalinas. La deposición de Kaliman podría explicarse porque en última instancia él era un cuadro de Morales, muy leal a Evo hasta el momento del golpe. Antes de estas declaraciones suyas, había dicho a la oposición que el Ejército no iba a tolerar un cambio de poder. Esto me indica a mí que, si hubo un golpe de Estado, este no fue por un plan elaborado entre la presidenta actual y el Ejército. Tanto así, que Jeanine Áñez, la presidente interina, no quiere a este señor en el puesto.
Ya que hablamos del nuevo gobierno, ¿hacia dónde cree usted que va, a pesar de ser un gobierno temporal?
Un gran problema ese. Las declaraciones iniciales de la presidenta indican que su objetivo es convocar a elecciones, como ya hizo el domingo, aunque sin dar fecha fija. La legitimidad de su toma de posesión fue cuestionada, lo cual es lógico. En su defensa, hay que decir que no habían muchas opciones para llenar el vacío de poder que dejó Evo, sobre todo si tomamos en cuenta la actitud del MAS, que se dedicó a boicotear cualquier intento de nombrar un nuevo presidente. Me parece que dada la situación no había otra salida. La ingobernabilidad sería peor. Dicho esto, no sé si una persona como Jeanine Áñez, por sus antecedentes —podría sorprendernos—, sea la más indicada para la tremenda misión que enfrenta. ¿A qué me refiero? Es una figura que fue muy activa opositora de Evo. En ello no hay ningún pecado, pero Evo obtuvo poco más del 45% de los votos. Imagínese la fuerza del MAS, haciendo a un lado el fraude: ¡es la primera fuerza electoral del país! Para convocar elecciones se necesita que participe el MAS de una manera convencida. Lo mismo se aplica para la oposición.
La tarea que enfrenta Áñez es llegar a unas elecciones en la que los perdedores acepten los resultados. Y para que el perdedor, sea de izquierda o de derecha, haga eso, tiene que tener la confianza de que no va a seguir una etapa de persecución política en su contra. Y la de que el ganador no va a sumir una postura como la de Evo Morales, es decir, concentrar todo el poder sin dejarle nada a la oposición. Es muy difícil, es una gran responsabilidad. Nombró un gabinete muy militante, algunos de ellos con un lenguaje de intimidación. Imagino que ella tiene que lidiar con sus propios radicales. Yo no sé qué se le puede ofrecer a una persona como Camacho, que dice que platica con Dios… ¡Ese hombre debería estar en la cárcel desde hace semanas! Uno podría ver este acto tan cuestionado de Áñez de mostrar la Biblia como una estrategia para apaciguar a los “iluminados” que platican con Dios. Otros lo ven como una muestra clara de que es parte de la misma fuerza ultraderechista.
¿Estos grupos evangélicos tienen un poder real dentro del gobierno?
Creo que es un poder importante, aunque no necesariamente tienen que estar dentro del gobierno. Es el poder de la calle. Camacho tiene una gran convocatoria entre muchos sectores de la población, sobre todo de su base, Santa Cruz. Como respuesta a la intimidación sobre ciudadanos independientes de La Paz por parte de grupos del MAS, ahora también tiene influencia allí. Yo he visto algunas imágenes de estos días y me digo: “¿¡cómo no van a tener miedo!?”. Atemoriza la forma en que han respondido los seguidores de El Alto a la caída de Evo Morales. Son estos grupos radicales, de izquierda y derecha, los que tienen la iniciativa en la calle. La pregunta es: ¿cómo puede hacer Áñez para buscar una solución institucional moderada cuando está entre estos dos fuegos radicales? Por esa razón, yo pienso que lo mejor es tener a sujetos como Camacho cooptados en el gobierno; eso significaría que al menos está controlado.
Los enemigos más cerca que lejos, como decía Maquiavelo
Exactamente. El señor por el momento está tranquilo con este gobierno, pero quién sabe… Estos personajes son impredecibles.
¿Y en esta situación le queda algún capital político a Evo Morales?
Le queda mucho todavía. Si estos grupos más radicales, movilizados en El Alto, supieran que Evo Morales regrese a la presidencia, se tranquilizan de inmediato. Algo, por ejemplo, que no pasaría con los grupos radicales de derecha si asumiera Carlos Mesa, por decirlo de alguna forma. Evo todavía tiene el apoyo de muchísima gente organizada. Supongo que por eso sus señales han sido muy ambiguas. A mi juicio, su decisión de salir del país no es tanto, como algunos dicen, por miedo a su seguridad. Porque si hay un lugar donde Evo Morales está seguro es en el Chapare; está más seguro allí que en la Ciudad de México, ¡eso se lo garantizo! Creo que más bien salió del país para bajarle a los ánimos. Con todo, es una persona que lee los indicios políticos y ve una oportunidad a su favor, por eso no ha renunciado del todo a volver. Me pareció muy apropiado que México le concediera asilo; es una medida que contribuye a pacificar la situación boliviana. Lamentablemente, a los asilados se les exige que no hagan actividades políticas…
Pero él sí lo ha hecho…
Pues está muy activo en Twitter; supongo que tiene mucho tiempo libre. Y sus mensajes son muy ambiguos. De repente dice que va a volver; de repente, que no le interesa regresar. A veces azuza los ánimos; otras, se calma. Al final Evo es un político y sus acciones, lejos de ser siempre desinteresadas —no digo que algunas no lo sean—, se encaminan a observar la situación para ver si puede regresar. Si Evo Morales tiene la libertad de que parece gozar en redes sociales en otros aspectos, pues sin duda también le dan libertad para comunicarse por otras vías. No dudo que está en comunicación con sus seguidores...
Salió un video en el que presuntamente aconseja a uno de sus seguidores cómo organizar mejor a los cocaleros que avanzan hacia La Paz para cercarla…
En efecto. Él está formado en ese tipo de estrategias de contención política. Sitiar La Paz y ahorcar la ciudad, impedir el acceso de alimentos y suministros… es algo que ya hizo y le funcionó bien antes de asumir la presidencia; era la estrategia de confrontación de su sindicato. No me extrañaría para nada que se confirmara la veracidad de este video. Si se confirmara, más que una cosa que sorprenda de Evo Morales, lo que debería llamar la atención es la actitud del gobierno mexicano que permite a su asilado dirigir a larga distancia una insurrección. Un asilado normalmente no tiene esas libertades. Julian Assange tenía muchas restricciones para comunicarse mientras estuvo como asilado en la embajada ecuatoriana en Londres. Eso es lo normal; en cambio aquí Evo Morales tiene todas las facilidades para comandar a sus seguidores; está twitteando como adolescente millenial…
¿Cuál cree usted que sería el suceso que termine con cualquier esperanza de Evo?
Que el MAS proponga un candidato que no sea Evo Morales para unas posibles elecciones. De hecho, esa sería la mejor solución, porque el MAS es la mayor fuerza electoral del país. Ojalá alguien le vendiera la idea a Evo Morales de que ese candidato anónimo va a calentarle la silla en lo que él regresa, para ver si se calma. Así se tranquiliza y, ¿sabe qué?, ganamos todos. El punto es que en política nadie gobierna para otro, eso es un cuento de hadas. Rafael Correa pensó que iba a dejar un “encargadito” y mira lo que pasó.
Tengo la impresión de que el MAS se está distanciando un poco de esa táctica belicosa. Incluso tras protestar, aceptó la convocatoria a elecciones del gobierno interino.
Sin duda, hay un desfase entre el MAS y estos manifestantes violentos que intentan cercar La Paz. El MAS es un partido político. Antes de Evo Morales, era un partiducho. Él lo tomó por asalto para utilizarlo como vehículo de su candidatura y terminó convirtiéndolo en el partido más importante de Bolivia. Aun así es pertinente esa distinción, porque la fuerza organizativa de Evo no es realmente la estructura partidista, porque esa estructura gira alrededor de una persona, la de Evo, y por eso no puede comportarse como organización. ¿El MAS estaría recobrando su dignidad de organización política ahora que Evo está lejos? Es posible.
La verdadera fuerza de Morales está en los cocaleros, la gente del Chapare, gente muy fuerte y luchadora, con tradiciones de movilización previas a su propio líder. Se nota que los cocaleros son más belicosos y que el MAS está en posición de pactar con el gobierno. Todo hay que decirlo: los cocaleros son los que están poniendo los muertos, no habría que esperar de ellos disposición a dialogar con quienes los matan. Desde el punto de vista del gobierno actual, sería mucho más fácil tender puentes con el MAS que con los cocaleros. Si el MAS propusiera un candidato, eso sería introducir una fisura en la oposición al gobierno interino con la que Áñez puede jugar. Pero hay una complicación: eso no garantiza que la movilización se detenga. Si no se incluye a Evo Morales en el acuerdo, parece ser que no habrá forma de apaciguar a los cocaleros. Evo parece ser la única persona capaz de decirle al partido y al sindicato que “le bajen” a los ánimos.
¿Hay espacio para los moderados en este juego? Pienso en Carlos Mesa, que está muy callado, prácticamente ha desaparecido de la escena.
La verdad es que, desde el momento en que comenzaron las manifestaciones contra el fraude, Mesa quedó rebasado. Sin duda alguna el principal perjudicado por el fraude fue él, y de hecho el fraude se cometió porque se esperaba que en una segunda vuelta entre Evo Morales y Mesa, ganara Carlos. Mesa es una persona decente; es un político de primera categoría, en un sentido ético. No tiene nada en común con estos grupos radicales de Camacho y otros; es muy respetado, pero no es un gran líder; se le respeta pero… cómo decirlo… no inspira a las masas. De todos modos, creo que Mesa ha leído bien la situación…
No “contaminarse” con los extremistas…
Correcto. Está cuidando su candidatura. Porque si se lanzara a disputar el liderazgo a los involucrados en esta “guerra” podría salir muy debilitado. Ha hecho un par de cosas elogiables e inteligentes: reconoció de inmediato la presidencia de Áñez y negó que ocurriera un golpe de Estado. Esto quiere decir que está siguiendo los acontecimientos más que encabezándolos. Es una posición realista, pero nadie sabe qué tan lejos puede llegar. Por ejemplo, no toda la oposición lo va a seguir en unas elecciones, porque a la ultraderecha no le gusta su moderación. Corre otro riesgo: si el MAS recuperar el poder, la retórica de Evo Morales es que está siendo víctima de “un golpe de Estado fascista encabezado por Camacho y Carlos Mesa”. Es totalmente delirante esta acusación. Pero si regresara el MAS ya sabe lo que le espera…