Lo que menos podía imaginarse un contratista de la Florida era que se iba a encontrar en el sótano de un rancho varios frascos de unos cuatro litros de capacidad que contenían, guardadas en líquido conservante, lenguas y otros tejidos humanos.
El contratista llamó de inmediato al teléfono de la policía, pero pronto se resolvió el caso. Las autoridades de la zona descartaron que el macabro descubrimiento se debiera a algún tipo de asesinato en serie. Los frascos, que estaban allí desde principios de los años setenta, eran propiedad de un profesor emérito de la Universidad de Florida, Ronald A. Baughman. Las había comprado para sus proyectos de investigación. Después de divorciarse, se olvidó de las lenguas y a nadie le extrañó su existencia hasta la llegada del contratista, según publica The Washington Post.
Baughman necesitaba un lugar que disfrutara de temperatura estable todo el tiempo, para garantizar la conservación de los tejidos, y encontró adecuado su propio sótano, recoge el diario Tampa Bay Times. Ha sido ahora, 50 años después, cuando se ha difundido públicamente la existencia de la peculiar colección, que ha salido a la luz tras decidirse su exmujer a emprender reformas de la casa que compartió con Baughman mientras estuvieron casados.
El hombre trabajó en la Facultad de Odontología de la Universidad de Florida desde 1971 hasta su jubilación, en 2002, y se especializó en el análisis forense de los dientes. Pero antes de esa especialización y de que fuera contratado en Florida, se había interesado por la investigación de los trastornos tiroideos, y de ahí que adquiriera muestras tanto de lenguas como de tiroides.
Según ha declarado el investigador a la cadena WCJB, guardó las muestras en un rancho que había comprado a unas cuantos kilómetros al norte de su lugar de trabajo, y nunca las llegó a usar. Quedaron abandonadas a su suerte todos estos años. Un portavoz de la Universidad de Florida ha apuntado a la emisora de televisión que desconoce la legislación al respecto de la conservación de restos humanos de hace cinco décadas, pero que hoy no se permitiría. "Existen leyes estatales y federales, además de reglamentos universitarios, muy estrictos que prohíben eso", ha señalado el representante de la universidad, Steve Orlando.