Acaba de ocurrir en Santa Clara otra manifestación pública de varias decenas de descontentos. Llamarles así recuerda algunas de aquellas alegorías pre-perestroikas del extinto gobierno soviético, el que por décadas subsidió a Cuba a expensas de la carestía propia.
No caben aquí, pues, demasiados paralelismos, porque las “condiciones objetivas” no son las mismas. Pero algún vestigio del germen de la rabia que terminó con todo, hasta el "desmerengamiento" de la URSS, está presente aquí.
Frente a las sedes del Gobierno y el Partido de Santa Clara no desfilaron presos ni disidentes o perseguidos políticos. Obviamente no habrían podido ni sacar un pie de sus casas, debido a la eficiencia del represor de turno (lo único eficiente en el entramado de deficiencias que es hoy la Isla de Cuba).
Ha sido “el pueblo”, cansado de las chapuzas constantes del sistema, el que marchó en las calles.
Esta vez ha correspondido el turno a los famosos "candongueros", esos que mantienen en sus puestos/timbiriches todo lo ausente de los anaqueles estatales.
Son expertos como nadie en resolver las eternas miserias socialistas, o sea, “las necesidades siempre crecientes de la población” (las mismas que el Estado no puede ―ni soñando― satisfacer en su condición de violador de los postulados marxistas sobre “equidad y justicia social”, en los que nadie ya cree).
A la manifestación de este jueves 12 de marzo le han precedido huelgas pequeñas, de carretoneros, cocheros o mototaxistas, disgustados en masa ante las coerciones permanentes que impone el Gobierno, sobre todo aquellas que tienen que ver con pago de tributos e imposiciones fiscales.
Mas, estos protestones de ocasión han quedado visibilizados y expuestos en el colimador de muchos “segurosos” vigilantes, quienes se despliegan ante el peliagudo desorden nacional, tratando de grabar y memorizar rostros para hallar luego los cabecillas de la protesta.
Probablemente el Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba (PCC) en Villa Clara llegará a la "conclusión" de que los manifestantes fueron aupados y financiados por el imperialismo yanqui.
Aquí no estamos en presencia de la protesta de unos pobladores que no tienen, como la mayoría de sus conciudadanos, dónde caerse muertos. No.
Representan la elite de una claque “trabajadora” (léase además “luchadora”) que quiere ―con razón― progresar en su natural modus vivendi.
Entonces, estos "cuatro gatos" ―el punto al que algún falso amarillista ha tratado de reducir esta genuina explosión popular― parados frente a los órganos del Partido y el Gobierno resultan más que la evidencia de que el panorama está cambiando.
No habrá manera de parar estas protestas, porque tienen, como raigambre común el hastío generacional, la decepción masiva y, en fin, la pérdida total del miedo a la libertad, como explicara en su brillante ensayo el alemán Erich Fromm. Es la desinencia, al fin, de un período que se muere, y una esperanza que renace.
(Foto de portada: Laura Rodríguez Fuentes / CubaNet)