Mario Fernández Boja, residente en el poblado El Cristo, Santiago de Cuba, es un alfabetizador cubano que acudió al llamado de la "Revolución" naciente, en 1960, para enseñar a leer y a escribir a personas en zonas de difícil acceso.
A pesar de su entrega en la Campaña de Alfabetización ha sido abandonado por las autoridades, teniendo que vivir en condiciones precarias, por debajo de la línea de la pobreza.
El hombre de 79 años, fue enviado entonces a El Caney, también en Santiago de Cuba y culminó su misión el 22 de diciembre, actualmente Día del Maestro en la isla. Recibió dos medallas y las gracias.
Luego recibió una beca para estudiar en la primera escuela de Instructores de Arte. Posteriormente vendría el "segundo llamado" para ser maestro elemental de montaña y tuvo que trabajar con 135 alumnos por un sueldo de 48 pesos cubanos (2 dólares) al mes.
El 15 de julio de 1991 se graduó de Licenciado en Español. Trabajó para el Ministerio de Educación desde el 10 de enero de 1964 hasta la jubilación en el año 1995.
Su chequera es de 280 pesos cubanos (11 dólares) y afirma que no le alcanza para nada.
Cree que el Estado debería atender más a los alfabetizados que como él atendieron al llamado de la revolución en su momento. Actualmente vive en una precaria situación y se siente abandonado por el gobierno.
"Nunca desde que estoy jubilado me he podido comprar un par de zapatos. Nunca he podido ir a un restaurante. El gobierno no me ha agradecido el esfuerzo que yo hice", confiesa Fernández Boja.
De acuerdo con Mario, "el Partido Comunista, los Comités y Educación a la que pertenecí tantos años debiera indagar cómo están viviendo los maestros que todavía están vivos. Ayudarnos. Me siento completamente abandonado. La revolución se ha olvidado de los maestros".