Aunque algunos desconozcan su significado, decir en voz alta la palabra ‘disidencia’ en Cuba tiene sus connotaciones, miradas inquisitivas, preguntas de sospecha, extrañamiento. El gobierno de la isla se ha encargado de sembrar toda una serie de miedos y paranoias en el pueblo. Y si se pertenece a uno de los llamados grupos de la oposición o disidentes las consecuencias son otras: actos de repudio, marginación social, censura, intimidación y represión – con todos los palos que conlleva -.
Nadie que no milite en sus filas, quiere ser nominado de esa manera, ni por asomo.
Ante este contexto, la idea de crear un Museo de la Disidencia en Cuba (MDC) no suena muy divertido para el gobierno cubano. Y menos si se trata de una plataforma cultural, que busca crear espacios de diálogo y de creación artística, donde los extremos políticos, y las zonas intermedias, las grises, que existen, y que no tienen visibilidad alguna en la isla; coexistan sin repercusiones violentas ni prejuicios.
El nacimiento del MDC, fue espontaneo, a raíz de un descubrimiento lento, paulatino, fragmentado y en progreso, de la disidencia cubana. Luego apareció una fuente básica, el diccionario de la Lengua Española, este expresaba: Disidencia (Del lat. dissidentĭa) «f. Acción y efecto de disidir» o «f. Grave desacuerdo de opiniones».
Entonces, todo comenzó a tomar forma, utilizando la lógica, Hatuey, Martí y Fidel eran tan disidentes como Osvaldo Payá, Yoani Sánchez o Cuesta Morúa. La mayor diferencia era que ahora, estos opositores contemporáneos eran tratados como lacras sociales, no tenían ni tienen voz alguna.
El periodista Ernesto Londoño en una reseña para el New York Times comentó sobre el MDC: lleva un mensaje implícito: la clase que gobierna actualmente, aunque parezca estar arraigada en el poder, probablemente será remplazada algún día.
Y quizás fue esta idea una de las que más molestó. Pues de inmediato el impacto del Museo no se hizo esperar. La que suscribe, co-autora de la obra fue expulsada de su centro de trabajo, la revista Revolución y Cultura y, Luis Manuel Otero Alcántara, el otro autor, comenzó a ser atendido directamente por los Seguridad del Estado.
Durante el año y medio que ya lleva trabajando, el MDC ha conseguido rediseñar su sitio web, ha logrado activar su blog, sus salas transitorias y ha realizado varias acciones en contextos reales, como el evento Cartografía del grafiti en el barrio de Colón y la Jornada-homenaje Otro poeta suicida, dedicada al escritor Juan Carlos Flores.
Actualmente construye la página web del Museo de Arte Políticamente Incómodo, espacio anexo al MDC, donde se realiza un recorrido por todas aquellas obras y artistas que forman parte de la historia del arte cubano (registradas o no en la historiografía oficial) y que tuvieron una actitud contestataria con respecto el gobierno o al propio sistema arte.
Es interés del MDC instaurarse como institución para ello busca colaborar con plataformas independientes, promover prácticas artísticas preteridas, crear una base de datos sólida, - donde se reúna de forma condensada pero nítida, pasado y presente de la historia de la disidencia cubana-. Pero por sobre todas las cosas defiende el derecho a existir del ser disidente, pues solo desde la diferencia de opinión, el debate y la libre expresión puede progresar una nación.