En Bayamo se ha celebrado el aniversario 66 del 26 de julio, la fecha del fallido asalto al cuartel Moncada de Santiago de Cuba, y el intento de tomar el pequeño cuartel de Bayamo. En el primero, quien dirigía todo se extravió misteriosamente en las calles. Y el segundo fracasó igualmente pues lo dirigió Ñico López, un hombre muy poco despierto, que no distinguía bien su mano derecha de la izquierda y que olvidó llevar un alicate para cortar la cerca de alambre que pudo darles acceso a la instalación.
Pero en Bayamo este 26, desde temprano hubo discursos y promesas, y el acto fue presidido por las más altas autoridades del partido y el gobierno, con Miguel Díaz-Canel y quien lo designó para el puesto de presidente, Raúl Castro, que ni siquiera vio el cuartel Moncada en el mapa.
Y muy cerca de allí, en la calle General García, ahora peatonal, se develaba otro misterio: la representación en cera de la desaparecida poeta matancera Carilda Oliver Labra, a quien han perpetrado con el tenue brazo levantado -como una anciana que se ha arrancado el suero de la vena y pide que alguien la saque urgentemente de allí- que tal parece que en lugar de cera la gente preguntará quién será.
Al ver las fotos del evento -el de Carilda, el otro es lo mismo de siempre- sentí miedo de que hubieran dejado alguna escoba cerca, y no sé por qué me vino a la mente, lo que quedaba de mi mente, aquella frase famosa del futbolista alemán Lukas Podolski: “El fútbol es como el ajedrez, pero sin dados”. Es decir, no entendí nada de nada de nada y de nada, y recordé, viendo a los cuadros políticos que alzaron el velo, y a los perpetradores, todos satisfechos y sonrientes, otra famosa frase del grupo argentino Les Luthiers que en uno de sus números, describiendo a un imbécil que se despedía risueño, preguntaba ¿De qué se ríe?
Me dio dolor, me dio pavor, me provocó horror, pero un horror horroroso ver a la dulce y sensual Carilda, siempre cálida y en ocasiones ardiente, atrapada en aquel cuerpo ajeno. Es como si la hubieran secuestrado en la puerta de su casona en la calzada de Tirry, en la Atenas de Cuba, para llevarla a un zoológico de monstruos inmóviles que, si cobraran un día vida de nuevo, se acabarían de golpe los carnavales de Bayamo y alguien le prendería fuego de nuevo a la ciudad.
No he podido quitarme la impresión de la figura de Carilda. Y cuando cierro los ojos resuena en mi cerebro una voz que dice: “No es una bruja, no es un dragón, es Carilda en revolución”. Solamente me calma pensar que Carilda no es Carilda, sino una prima suya muy mayor y delicada de salud.
No me gusta para nada el fascista decreto 349, que intenta darle fuerza legal a cualquier funcionario para que decida qué es arte y qué no lo es, o quién es artista y quién no debiera serlo, pero en el caso de estos entusiastas “escultores”, por favor, que no los alienten más, al menos oficialmente, y que los convenzan de exponer en sus casas.
Viendo el desamparo de la escritora me suben en el recuerdo sus más conocidos versos donde ella le decía al amante que, “si te toco con la punta de mi seno, me desordeno, amor, me desordeno”. Creo que en este caso quienes pudieran desordenarse sin remedio serán quienes vean la representación de Carilda.
Es increíble que el mismo día y casi a la misma hora, Díaz-Canel gritara para que el universo entero se enterara que “El mundo verá lo que somos capaces de hacer”.
No creo que sea una invitación a visitar el Museo de cera de Bayamo.