El 17 de septiembre de 1859 ocurrió un hecho singular en la Historia de los Estados Unidos de América: la exitosa autoproclamación de Joshua A. Norton como Norton I, Emperador de Estados Unidos.
Más tarde se otorgaría el título de Protector de México “dada la incapacidad de los mexicanos de regir sus propios asuntos”.
Este “Caballero de París” norteamericano, fue una vez un acaudalado comerciante, originario de Inglaterra. Pero perdió toda su fortuna en malas movidas de mercado, y con ella— aparentemente— la razón.
En el primero de sus decretos como “emperador”, Norton abolía el Congreso de EEUU “por fraude y corrupción”, invitando a sus miembros a reunirse con él para alcanzar un acuerdo.
Como obviamente nadie acudió a su encuentro, lanzó otra orden destituyéndolos a todos por violar el edicto anterior e instando al ejército a desalojar el Congreso…
Otra de sus medidas fue el establecimiento de una multa de $ 25 al que se empeñara en llamar “Frisco” a San Francisco.
Algunas de sus iniciativas sí se convirtieron en realidad, como la construcción de un puente que salvara la bahía de la ciudad: el San Francisco-Oakland Bay Bridge. O la creación de una “Liga de Naciones”.
Al comenzar la Guerra de Secesión, Norton invitó a los presidentes de Norte y Sur, Abraham Lincoln y Jefferson Davies, a reunirse con él como mediador.
En una de sus famosas proclamas decía tener una queja contra sus vasallos: “considerando que mi imperial guardarropa constituye una desgracia nacional…”.
El ayuntamiento de la ciudad respondió aprobando una subvención para comprarle ropa nueva a Norton.
Joshua A. Norton murió en enero de 1880, con 65 años de edad, a causa de una apoplejía.
“El Emperador Norton no mató a nadie, no robó a nadie, no se apoderó de la patria de nadie. De la mayoría de sus colegas no se puede decir lo mismo”— escribió un diario de la época.