Quería estudiar Ingeniería mecánica, pero parece que no era su tiempo. En cambio, Berto Ramón Posada, estudió magisterio y se hizo maestro “Makarenko” allá en Minas del Frío, por una necesidad muy grande que hubo en el país.
Luego emprendió la carrera de Biología General y se graduó. Pero la relojería la llevaba en la sangre, tal vez enamorado de esos diminutos y misteriosos mecanismos, tal vez queriendo domar, de alguna forma, el tiempo.
A los 18 años la relojería fue un pasatiempo. Estudiaba la carrera y paralelamente atendía un tallercito.
Acuciado por el tiempo no perdió su tiempo y aprendió los secretos de las máquinas de Kronos con un viejo relojero que le fue enseñando todo en los momentos que le robaba al sueño. Ese anciano no solamente le entregó su tiempo, sino que al final de su vida le regaló parte del taller que poseía.
Cuando se jubiló, casi que fue una fiesta. Tanto tiempo dedicando el tiempo a los demás, y a partir de entonces pudo regalarse él todo el tiempo para ejercer aquel pasatiempo que, minuto a minuto, hora tras hora, se convirtió en pasión. En razón de su vida.
Ahora en su reino el tiempo pasa o se detiene y a él no le importa. Aprendió a fabricar el tiempo, a inventar artilugios que lo ayudaran en su oficio. Innova, crea, funda, y es su manera de dominar las horas y los días.
Las que marcan la vida de los demás, porque las suyas tienen la cadencia de la entrega a lo que hace.
Ahora se siente como un Rey. Es Rey, como aquí lo cuenta.