Escritor cubano Armando Lucas Correa celebra triunfo literario sin precedentes
La novela "La niña alemana" del autor cubano Armando Lucas Correa sobrepasó la venta de un millón de ejemplares
Actualizado: February 17, 2023 10:35am
Armando Lucas Correa tiene razones para celebrar. El periodista, editor y autor cubano obtuvo hace poco la beca Cintas de escritura creativa con su más reciente novela "La viajera nocturna" (Atria Books/Atria Books en español). Eso sin contar los prestigiosos premios que ha recibido de importantes organizaciones como la Society of Professional Journalist y de la Asociación Nacional de Publicaciones Hispanas.
Pero "la guinda sobre el pastel" para este creador es que su bestseller internacional "La niña alemana" —que ha sido traducido a 17 idiomas y ha aparecido en más de 30 países—, ha llegado al millón de ejemplares alrededor del mundo, lo que coloca a Correa en una liga mayor.
"La niña alemana", que ya ha sido adquirida por Hollywood Gang Productions para desarrollar una serie de televisión, es la primera de una saga que incluye la novela "La hija olvidada" (2019) y su último trabajo, "La viajera nocturna".
Sus memorias, "En busca de Emma" (2009), que se adentran en la aventura de empezar una familia junto a su esposo de muchos años en Nueva York, la ciudad donde reside, constituyeron el detonante de una carrera excepcional marcada por logros mayúsculos el mundo del publishing.
Para celebrarlo te traemos en ADN America una extensa entrevista en exclusiva con el escritor cubano que esta noche a las 6:30 p.m. se presentará en El Centro Cultural Cubano de Nueva York junto a la profesora María Antonia Cabrera Arús para hablar de su espectacular carrera, su adorada familia, y sus planes inmediatos y futuros como autor.
El escritor cubano Armando Correa que esta noche a las 6:30 p.m. se presentará en el Centro Cultural Cubano de Nueva York junto a la profesora María Antonia Cabrera Arús para hablar de su espectacular carrera, su adorada familia, y sus planes inmediatos y | Cortesía Armando Correa
ADN America: ¿Cuál es tu principal rasgo como escritor?
Hubo una crítica de "La hija olvidada" en The New York Times, muy favorable, por cierto, que decía que mi estilo era atmosférico. Al principio no entendía lo que quería decir, lo vi como algo negativo. Pero luego me di cuenta que tenía razón. Mi estilo es atmosférico, creo escenas, espacios, me importan los olores, la luz. Esa es la influencia dramatúrgica de mi formación: cinco años estudiando teatrología en el Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana.
Soy, además, un escritor obsesionado con la investigación. Quizás sea culpa de los años que le dediqué al periodismo. La veracidad es algo importante para mí, así esté escribiendo ficción. Soy muy consciente de la voz, el ritmo, de la historia y estoy siempre atento a la conexión emocional con el lector. La forma es un resultado, no el medio. No me gusta estar atado a estructuras, me dan claustrofobia. Escribo, desarrollo mis historias, pulo el lenguaje lo más que pueda y la arquitectura viene cuando termino el primer manuscrito. De ahí pueden venir hasta dieciocho versiones distintas, como sucedió con "La niña alemana".
¿Una rutina a la hora de escribir?
Si hay una rutina que mantengo hasta el día de hoy es leer antes de escribir. Necesito leer al menos unos 45 minutos antes de sentarme frente a la computadora. Es mi manera de calentar mi cerebro, de activarlo. Casi siempre es ficción, incluso libros que no tienen nada que ver con lo que estoy escribiendo.
Para mí no existe ningún tipo de bloqueo para escribir. Nunca he padecido del síndrome de la página en blanco. Para escribir solo necesito el tiempo y, si siento que hay una escena difícil de terminar o empezar, una frase trunca, un desánimo para escribir, lo único que tengo que hacer es ponerme a leer.
¿Qué es lo que me aprecias de un ser humano?
La empatía. Es difícil, por eso lo aprecio.
¿Qué esperas de tus amigos?
Que aunque no nos veamos en meses, por no decir años; que aunque no estemos cerca, sepan que los quiero.
¿Tu principal defecto?
Mi introversión, mi timidez. He podido comprobar que es algo hereditario. Mi hijos, principalmente las dos niñas, lo han heredado aunque me gustaría pensar que en una diferente escala. Es una característica, para no llamarla un defecto. En mi juventud nunca pensé que era un defecto, sin embargo ahora me doy cuenta que pudo haber sido una limitación. El mundo está hecho por un extrovertido y para extrovertidos. Los extrovertidos piensan que los introvertidos, porque acostumbramos a estar solos, no nos gustan las fiestas masivas, las multitudes, estamos deprimidos. En las escuelas los maestros esperan niños extrovertidos, que participen en las clases. A los introvertidos los ven como si fueran anormales. Gracias a mi introversión, no me hacían militante de la juventud en Cuba. Tenía buenas notas en la escuela, me portaba bien, pero no era combativo, era apático. Para algo me sirvió. Yo quería estudiar periodismo, pero en esos años había que ser militante de la juventud comunista, así que terminé estudiando teatrología, en la especialidad de crítica teatral, en el ISA.
No quiere decir que sea completamente antisocial, me gusta estar con la familia, con los amigos, pero de manera dosificada. En casa me gusta recibir amigos, pero como siempre digo, los que quepan en la mesa. En la ciudad [Nueva York], el límite sería de ocho personas, en la casa que tenemos en el campo, unos doce, catorce como máximo. Gracias a Dios mi esposo es lo contrario a mí. Gonzalo es el ejemplo de la sociabilidad, de la extroversión. Gracias a él no he terminado como un huraño.
¿Tu ideal de felicidad?
Ver crecer a mis hijos, verlos ir a la universidad, casarse, tener hijos. Verlos convertidos en buenas personas. Esa sería la verdadera felicidad para mí.
Ver crecer a mis hijos, verlos ir a la universidad, casarse, tener hijos. Verlos convertidos en buenas personas. Esa sería la verdadera felicidad para mí. | Cortesía Armando Correa
¿Cuál sería tu mayor desgracia?
Mi madre me ha enseñado que vocalizar un hecho, ya sea bueno o malo, es darle cabida en el universo. Las palabras tienen fuerza, tienen vida. Así que prefiero no pensar cuál sería mi mayor desgracia. Las desgracias no tienen espacio en mis pensamientos y nunca las voy a verbalizar.
¿Tus autores favoritos de ficción?
No tengo autores favoritos, ni libros favoritos, ni artistas favoritos, ni películas favoritas. Mi autor favorito sería el autor del libro que acabo de leer y que me impactó. Podría decirte ahora que mis dos autores favoritos, porque acabo de leerlos, serían Hanya Yanagihara y Hernán Díaz. Creo que son los dos autores norteamericanos más importantes en la actualidad. Mañana te podría dar otros nombres. Tenía las novelas monumentales de Hanya en mi librero acumulando polvo. Entonces me leí el perfil que le hicieron en The New Yorker, en ocasión de la salida de su nueva novela "To Paradise". Leí las más de 900 páginas de "Tan poca vida" en dos noches. Quedé obsesionado, terminé desgarrado, llorando a mares. Tuve que leer de inmediato "La gente en los árboles" que es, en realidad, su primera novela y la detesté, no por que sea un mal libro, es que me resultó desagradable. Al salir "To Paradise" corrí a comprarlo y lo disfruté. El problema con "To Paradise" es que lo leí después de "Trust", de Hernán Díaz, otro libro que me pareció brillante. "To Paradise" y "Trust" tienen casi la misma estructura literaria, los dos, al final, son una especie de acrobacia literaria. Con Hernán me pasó lo mismo. Salí a buscar su primera novela, "A lo lejos" y es mejor, incluso, que "Trust". Lo simpático es que los dos escritores norteamericanos que más me gustan hoy son, una nacida en Los Ángeles, criada en Hawai, hija de un japonés de Hawai y una madre surcoreana. El otro, nació en Argentina, pasó su infancia en Suecia y creció en Estados Unidos. Esa es la maravilla de este país, todos somos de otro lugar.
De los cubanos, podría decir, porque recién los leí, que Guillermo Rosales es de mis favoritos. Llegué tarde a la fiesta, pero me acabo de terminar "Boarding Home" y es una novela, también desgarradora, que es clave en nuestra literatura. También recién leí un libro de Abilio Estévez, alguien quien admiro como escritor y él sabe que soy fan de "Tuyo es el reino". Su nuevo libro "Cómo conocí al sembrador de árboles" es exquisito. Al que he leído últimamente, podría decir que todos su libros, es Carlos Manuel Álvarez. "Los caídos" es de lo mejor que él ha escrito y ahora estoy esperando "Los intrusos" como cosa buena. Mañana será otro día y te podría dar otros nombres de autores favoritos.
¿Tus poetas?
Leí mucho a Rumi cuando estaba concibiendo "La viajera nocturna". De ahí salió el título de la novela y usé uno de sus versos como exergo: “Night travelers are full of light”. Recién leí "Poemas inmorales" de Néstor Díaz de Villegas a quien admiro no solo como poeta, sino como pensador. También leí un libro de otro amigo que tenía desde hacía un par de años en el librero: "Cántaros", de Joaquín Badajoz que disfruté mucho. A veces digo que no soy un buen lector de poesía. Leo, mayormente ficción. Quizás ese sea uno de mis defectos.
¿Un héroe de ficción?
Le tengo pavor a los héroes, ya sean reales o de ficción. Soy, por desgracia, un hijo de la revolución. Mis padres me concibieron en medio de la euforia del triunfo revolucionario y a los nueve meses nací. Crecí, como los cubanos de mi generación, bajo una distorsión histórica, donde el único Dios era Fidel Castro y sus apóstoles eran los héroes seleccionados y aprobados por él. Creo que mi desprecio juvenil al verano, a los héroes, a la música salsa, a nuestros apóstoles, se debe a una reacción inmadura a la dictadura. Crecí oyendo música americana, leyendo libros de otra parte. Mis ídolos literarios en los 80 eran Yourcernar, Kavafis, Mishima. En el exilio fue que aprendí a valorar lo cubano. Pero todavía no me hablen de héroes. Como dice la canción de Tina Turner y como el cuadro de San Sebastián de nuestra amiga Consuelo Castañeda: We Don’t Need Another Hero.
En el exilio fue que aprendí a valorar lo cubano. Pero todavía no me hablen de héroes. Como dice la canción de Tina Turner y como el cuadro de San Sebastián de nuestra amiga Consuelo Castañeda: We Don’t Need Another Hero. | Cortesía Armando Correa
¿Una heroína?
Como dije antes, no hay heroínas posible. Incluso, las cuatro protagonistas de "La viajera nocturna", son antiheroínas. No creo en la sangre de los héroes.
¿Tu músico favorito?
Hace unos minutos estaba escuchando el "Violin Concerto" de Philip Glass, por la filarmónica de Viena. Como lo acabo de escuchar ¿eso lo haría mi músico favorito?
¿Tu pintor preferido?
El que fui a ver ayer. Mañana, como ya te dije, te podré mencionar otro nombre. El show de Félix González Torres en la galería de David Zwirner, en Chelsea, lo recomiendo a todo el que vive en Nueva York o venga de visita. En realidad he ido ya como siete veces y volveré. Cada vez que puedo termino mis caminatas diarias por la ciudad en la galería, llevo a amigos a que descubran su obra. Tengo los bolsillos de mi abrigos lleno de caramelos plateados con sabor a anís de su pieza “Untitled”. Frente a la obra de Félix, uno se da cuenta que no hay nada más permanente que lo efímero.
El show de Félix González Torres en la galería de David Zwirner, en Chelsea, lo recomiendo a todo el que vive en Nueva York o venga de visita. | Cortesía Armando Correa
¿Un héroe de la vida real?
El héroe es una ficción creada por un dictador o por la masa sumisa. En la vida real no hay héroes.
¿Qué hábito ajeno no soportas?
Las muletillas, me provocan urticarias. Los 'ehhh', 'ahhh', 'ummm', puedo soportarlos un poco más. Los “tú sabes” y “me entiendes”, que vienen a su vez del inglés, me exasperan. Pero he aprendido a ser paciente y a los adultos no se regaña. Trago en seco y respiro.
¿Qué es lo que más detestas?
Lo que no se mueve, lo que no cambia, lo imperecedero. No podría vivir en un verano eterno (viví treinta años en uno), decía antes que nunca más viviría en una isla, detestaba las islas y terminé viviendo en una: Manhattan. Detesto las revoluciones, la sola palabra revolución me provoca náuseas. En fin… no me gustan los revolucionarios.
¿Una figura histórica que repelas?
Mi respuesta va a sonar a un lugar común: Fidel Castro. No hay otra figura en nuestra corta historia como nación que haya hecho más daño, que haya destruido nuestra identidad, que haya dañado nuestro ADN de manera irreparable. En realidad, solo de mencionarlo aquí me causa repulsión.
¿Un evento histórico que admires?
Me cuesta mucho seleccionar, decidir por solo uno. Pero me voy a remitir a mis años jóvenes en La Habana, cuando jugábamos a ser libre, donde vivíamos convencidos de que la vida estaba en otra parte, donde todos teníamos el síndrome de Marco Polo y queríamos viajar, donde vivir en una isla era como *vivir en una cárcel, donde el agua por todas partes era nuestro muro. La caída del muro de Berlín nos llenó de ilusiones. Si el muró de Berlín se derrumbó, nuestro muro también podría derrumbarse, pensábamos. La caída del muro de Berlín nos marcó como generación. Tristemente nuestro muro sigue ahí, permanente, como el agua.
¿Qué virtud desearías poseer?
Aristóteles y Platón decían que las virtudes determinan las buenas acciones de las personas. Siguiendo la línea de los filósofos griegos si hay una virtud que me gustaría poseer o desarrollar es la fe. He tratado, créeme, pero haber crecido en una isla, bajo el comunismo, me dañaron el cerebro. Los daños cerebrales casi siempre son permanentes. Qué le vamos a hacer. Recuerdo que cuando estábamos haciendo a Emma, mi primera hija, el científico que la estaba creando en el laboratorio a través de la fertilización in vitro, nos dijo que el podía preparar el embrión perfecto, con la división celular ideal, pero que un embrión se convirtiera en bebé solo estaba en las manos de Dios. Cuando lo escuché comencé a estudiar la biblia, iba a misa dos veces por semana, con cuarenta años me confirmé. El el 2000, fui a Roma a la misa del jubileo en San Pedro. Crucé el umbral de la puerta sagrada. Hice todo lo que estuviera en mis manos para que ese embrión se convirtiera en bebé con la gracia de Dios. Mi hija nació cinco años después. Sí, creo en Dios, no voy a decir que no, pero carezco de la virtud de la fe. Lo siento.
¿Ya que es inevitable, cómo te gustaría morir?
Podría decir que dormido, en paz, sin que me de cuenta de que estoy muriendo, pero no. A mí me gustaría poder despedirme de los míos, de mi hijos, de mi familia, de mis amigos. Me gustaría despedirme de las ciudades que más quiero, de los espacios que extraño. No hay nada más terrible para uno y para los que uno quiere que irse de esta vida sin decir adiós.
¿Cuál es el estado de ánimo más común?
Me es fácil decir los estados de ánimo que no hay en mi, como el resentimiento, la indiferencia, la furia, la humillación, la envidia. El más común podría ser, de los negativos, la inseguridad. Cada vez que me siento escribir siento una gran inseguridad. De los positivos, la curiosidad. Soy muy curioso, podría decir.
¿Qué temas literarios te obsesionan o no abandonan nunca?
Ya he escrito tres novelas históricas que tienen como punto de partida la segunda guerra mundial. Siempre me ha obsesionado la segunda guerra mundial, el holocausto, la figura de Hitler que ha sido copiada, a través de los años, por los dictadores tanto de derecha como los de izquierda. Desde niño siempre me pregunté cómo pudo suceder el holocausto. En mi cabeza no cabía la idea de que había surgido no solo en Europa, el continente más civilizado del mundo, sino en Alemania, el país de Goethe, de Beethoven, de Wagner; el país de los grande artistas y pensadores. ¿Qué vamos a dejar, entonces, para nuestros pequeños países insulsos? Con el tiempo me he dado cuenta, mientras he presentado mis libros en países tan lejanos como Australia, que mis libros al final tienen un tema común: el miedo al otro. Tenemos miedo al que tiene un color de piel diferente, al que tiene un acento distinto, al que cree en otro Dios, al que tiene un diferente orientación sexual. Le tememos al otro. Hasta que no llegue el día en que comprendamos que todos somos muy diferentes, hasta el día que no respetemos esas diferencias, el mundo no será mejor.
¿Tienes una máxima como escritor?
La de cualquier escritor, supongo. Escribir bien o mejor dicho, escribir lo mejor que uno pueda y, por supuesto, ser leído. No soy de los escritores que se conforman con que no lo lean, para eso no escribo.