Las abejas son insectos voladores conocidas por su polinización y, en algunas especies, por la producción de miel y cera de abejas; son más de 2.000 especies. Las podemos encontrar en todos los continentes a excepción de la Antártida. Utilizan el polen y néctar de las flores para alimentarse y fabricar su miel.
Entre 1985 y 2005 las abejas disminuyeron un 25 % en Europa, cifra que sigue aumentando anualmente, según el informe ‘El declive de las abejas’. Otro estudio más reciente afirma que el 41 % de los insectos se encuentran al borde de la extinción, donde sus poblaciones se reducen 2,5 % cada año.
Esto ocasiona que la cosecha y producción de alimentos se encuentren en peligro, debido a la monocultura, pesticidas, herbicidas, la contaminación, deforestación y los cambios de uso del suelo, generando el desgaste del hábitat de las abejas, la biodiversidad, la flora y el cambio climático; las abejas al ingerir estos neonicotinoides que usan los pesticidas al momento de su polinización, las intoxica, desorientándolas hasta que se mueren.
Las abejas en su proceso de polinización permiten que las plantas se reproduzcan, generando propiedades que le permite a los animales alimentarse, al igual que el 75 % de los alimentos que son consumidos por el ser humano dependen de este proceso, por lo que son una pieza clave para el desarrollo de los ecosistemas y el bienestar de los seres humanos.
La Real Sociedad de Geografía de Londres y el Earthwatch Institute denominaron a las abejas como ‘los animales más importantes del mundo’ en el año 2019, debido a que es el único ser vivo que no transmite ningún tipo de enfermedad y producen el 70 % de la agricultura mundial.
Por otro lado, en un último informe de la organización europea de conservación de plantas silvestres (Plantlife), dio a conocer que la naturaleza (plantas y flores) ha podido renacer en un mejor entorno, permitiendo el regreso de las abejas para su proceso de polinización y otras vidas silvestres, sin perturbación alguna debido al confinamiento y con oportunidad de recuperarse y multiplicarse.
"Los bordes de las carreteras y pequeños jardines son el mayor refugio para innumerables especies de plantas que han sido desplazadas de sus entornos naturales por la expansión agrícola y residencial. Bajo esta coyuntura crecen sin restricción, mientras las abejas intercambian polen y néctar, lo que asegura su supervivencia, pues claramente este nuevo crecimiento de las poblaciones de flores ayuda a que aumente el número de polinizadores como las mariposas, murciélagos y, obviamente, las abejas", informó Trevor Dines, experto botánico de la organización Plantlife.
Se deben tomar medidas para la conservación de las abejas y otros insectos polinizadores, conservando los cultivos, utilizando productos más biológicos (nematodes o BT-Bacillus thuringiensis) que no afecten el ecosistema. Desde nuestro hogar podemos aportar un granito de arena, colocando plantas nativas en el jardín, conservando las flores durante todo el año, plantar algodoncillo, dejar espacios sin composta, evitar los agroquímicos o hacerles un hogar provisional.