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Cuban jalogüín senkiu very mocho

A la gente, sobre todo a los más jóvenes, les da lo mismo ser, por un momento, el zombi de Ernesto Che Guevara, la peluca de Juana Bacallao o miembros del Ku Klux Klan

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Los cubanos celebran Halloween a pesar de la crítica oficial
Ilustración de Armando Tejuca | Los cubanos celebran Halloween a pesar de la crítica oficial

Actualizado: Mon, 10/31/2022 - 18:24

No todos los días pueden ser 26 de Julio ni Primero de Mayo, y mucho menos carnavales, por dos sencillas razones: una, que no se debe permitir que el pueblo sea feliz, y dos, que jamás se le daría la razón a Celia Cruz, que cantó aquello de que “la vida es un carnaval”. Por eso en Cuba, como un detalle, han decidido celebrar el Halloween. O jalogüín.

Los niños tocarán a las puertas pidiendo carne de puerco o un pasaje para Nicaragua. Y las autoridades estarán alertas, los autos patrulleros encendidos y llenos de gasolina y los policías también, llenos de gasolina y dispuestos a encender a cualquiera, pues corre el rumor de una posible explosión popular. Los cubanos pudieran echarse a las calles a gritarle al gobierno “Truco o trato”.

Lo cierto es que ya el pueblo de la isla está a tope, con unas ganas inmensas de no ser lo que es, y a falta de posibilidades reales e inmediatas de fuga del país, al menos quieren no ser lo que son, aunque sea por breves horas, disfrazarse, transmutar, camuflarse, convertirse en otra cosa, para después seguir sin masticar lo que deben, escuchar lo que quieren o decir lo que necesitan. A la gente, sobre todo a los más jóvenes, les da lo mismo ser, por un momento, el zombi de Ernesto Che Guevara, la peluca de Juana Bacallao o miembros del Ku Klux Klan, como acaba de suceder en un céntrico parque de Holguín.

A lo mejor no creyeron ser del Klan, y quisieron hacer un homenaje a la vida, disfrazándose de espermatozoides. Lo malo es que no cuadra el número, porque nunca se ha visto que llegaran a sitio alguno tres espermatozoides juntos. Y dada la alimentación actual en Cuba, si acaso llegara uno, como es costumbre, lo haría arrastrándose y con la lengua fuera.

Muchos criticarán que en un país como el nuestro se quieran introducir tradiciones y fiestas foráneas, pero a falta de pan casabe y si no hay casabe, cusubé. De todos modos, menos el areíto, que da mareíto y ya casi no se celebra, el resto de los festejos han sido importados. La gente quiere sentir alegría y no esa “continuidad” falsa que da calambres. Un Halloween o jalogüín, para aclimatarlo a nuestra cultura siempre es más divertido que la fiesta de los chivatos unidos que es la de los CDR el 28 de septiembre.

Esto no es nuevo. En la isla, la tradición de disfrazarse o aparentar ser otra cosa viene de lejos. Al asalto del cuartel Moncada fueron disfrazados de soldados del ejército con excepción del jefazo, el Delirante en Jefe, que dijo que no había uniformes de su talla y salió a dar una vuelta por Santiago de Cuba a ver si encontraba alguno, y se perdió el combate. Cuando lo capturaron había hecho el esfuerzo de disfrazarse de guajiro, y tenía hasta la cara de sueño, pero cuando le vieron las manos comprendieron que no había arrancado una hierba ni tocado teta de vaca en su puñetera vida.

Luego ya se sabe. Todo el mundo comenzó a disfrazarse de héroe, de comandante, y de revolucionario. A algunos, el disfraz les quedaba demasiado ancho o demasiado ajustado y los trababan en el brinco. Muchos fingieron ser lo que no eran, y así hubo gente disfrazada de ministros, de jefes, de sabios, que no sabían ni qué eran ellos mismos, pero los dejaban pasar, porque hacía falta demostrar que no todo el mundo se había ido para el norte y que allí quedaba gente capaz de dirigir la economía, de enriquecer la ganadería, de desarrollar la industria. Hasta fue ministro de ese ramo un argentino que lo único que hizo fue mandar a fusilar y firmar billetes que al final no sirvieron para nada.

Así que hoy es jalogüín en Cuba, a lo cubano, sin permiso, de a Pepe, y a pesar de la crisis tan seria y tan honda el cubano mostrará lo creativo que puede llegar a ser cuando no se lo orientan los calvitos gordos del partido comunista. Se verán en las calles muchas maravillas, trajes originales y divertidos, siempre recreando la realidad, que en Cubita la bella se parece mucho a la irrealidad.

Los niños saldrán disfrazados de termoeléctricas. Otros, de averías de termoeléctricas, que es el disfraz más común. Muchos optarán por salir vestidos de caldera de termoeléctrica, de piezas de la Felton o de la Antonio Guiteras. Y no dudo que alguno intentará parecerse a algún animal que no sea de nuestra fauna porque ya todo se come. Y no faltará quien se disfrace de Guillermo García para orientar que se merienden rinocerontes y koalas, aunque siempre habrá alguien trocado que intente disfrazarse de pollo por pescao, que nadie sabe exactamente qué traje lleva.

Veo el panorama de esta noche con agentes de la Seguridad disfrazados de agentes de la Seguridad, y policías disfrazados de personas, a pesar de que lo de policía se le nota a la legua. Y habrá quien quiera lucir traje de bueno, cosa que es cada día más difícil en una tierra que ya anda disfrazada ella misma de lo que no es, o de lo que fue, con ligeros tintes de lo que iba a ser. Si total, este día había sido anunciado por el poeta Bonifacio Byrne, porque no hay nada más de Halloween que “nuestros muertos alzando los brazos”. El pueblo demacrado y arrastrando los pies y los dirigentes todos encarnando personajes de la familia Adams.

Imagino al Puesto a Dedo disfrazado de bruto, a pesar de que no tiene que esforzarse mucho. O de seboruco para intentar convencer que es también Fidel. La esposa gordita, de teléfono celular para seguir mandando tuits. Y Raúl Castro como Alfredo Guevara, o más a tono con él, de Luis Carbonell, recitando, casa por casa, “la negra Fuló”.

El jalogüín llegó a Cuba para quedarse. No lleva mucho esfuerzo y casi no se gasta nada. Aunque habría que despojarlo de la costumbre norteamericana de ir a las casas a pedir golosinas. No las hay, y para meterse en los hogares se inventaron hace mucho tiempo los cederistas.

La isla encajará muy bien eso del juego de las apariencias que es la esencia de este día. Una isla que ha tenido muchos nombres: Cipango, porque Cristóbal Colón, como cualquier dirigente comunista, creyó que había llegado a otra parte. Luego fue bautizada como Fernandina, por el rey Fernando. Más tarde, Juana, por la reina. Y ya al final y durante un tiempo largo, ha sido conocida como Cuba.

Ahora le dicen “la mierda esta”. Y no se sabe de qué está disfrazada, la pobre.