Skip to main content

Ni la clara ni la yema

Ernesto Guevara de la Serna, el argentino que unos cubanos odian y otros adoran, muere cada año el ocho de octubre y se disparan las ventas de pulóveres con su rostro. Es la única manera de reencarnarse que le queda.

Image
ElChe cada año
Armando Tejuca | El Che

Actualizado: Sat, 10/07/2023 - 17:19

Ernesto Guevara de la Serna, el argentino que unos cubanos odian y otros adoran, muere cada año el ocho de octubre y se disparan las ventas de pulóveres con su rostro. Es la única manera de reencarnarse que le queda.

Y vuelven a poner en la radio aquella aberración seudo patriótica que escribiera, cantara y grabara, el buenazo de Carlos Puebla, donde dice, entre otras metáforas de ridiculez incontrolable, que aprendimos a quererlo desde la histórica altura donde lo había trepado el sol de su bravura, como si al comandante Guevara, sin yema y con clara, pero transparente, estuviera encaramado en cada hotel de GAESA. 

El tema de Puebla está desfasado y siempre vino cargado de mentiras que, de alguna manera, se justificaban como “licencias poéticas”. Pero en la Cuba actual no vale ya ninguna licencia, y repetir esa parte de que “aquí se queda la clara, la entrañable transparencia” remite al huevo con yema y sin ella. Y es también una falacia risible creer que “todo Santa Clara se despierta para verte”, cuando la gente sabe que Santa Clara no se despierta, sino que allí nadie durmió por culpa de los apagones, los mosquitos y la preocupación por ir temprano a hacer la cola del pollo.

Con ese tema, las monedas de a peso con su cara impasible, los billetes de banco que firmara y cuanta tontería tenga que ver con él, la progresía de la tierra tiene armado su Camino de Santiago y su procesión al Monte de los Olivos. Han querido llamarlo San Ernesto de la Higuera, idea que no prosperó gracias a Dios, de quien el Che era enemigo furioso. Se ha convertido, en la difusa niebla de la ideología, en un souvenir de la izquierda mundial.

Pero aquel fervor revolucionario que proclamaba, por encima de todo, la lucha armada, y 

 que sirvió de pretexto a muchos dictadores supuestamente progresistas para su lucha desalmada, amplía la cerrada tela de una camiseta para abrirse con fuerza al turismo: “Una de las casas del Che Guevara en Argentina será un hotel boutique. En menos de tres años, la vivienda operará como un resort de once habitaciones con restaurante, piscina y spa. Los lujos que el guerrillero despreció en vida”.

Es posible que la imagen del Che impulse también la gastronomía que jamás probarán los que fusiló en los fosos de La Cabaña, cuando el olor de la sangre humana lo convirtió en un lobo gaucho. Sus aullidos gustaron a un lobo similar, que era a veces chacal, y otras veces hiena, nacido en Birán, y que tenía un hambre de poder que disimulaba con otros anhelos nobles, como “la libertad”, “la justicia”, “los derechos del pueblo”. Guevara se encargó de eliminar a una parte activa de aquel pueblo, que no era el suyo. Los sinvergüenzas hacen siempre las peores cosas en nombre de las masas que se quedan al final sin masas.

Unas cuantas fotos sin camisa, con un machete en la mano, simulando cortar caña. Otras, cargando una carretilla en una construcción. Una firmita al pie de unos billetes de banco y ya. Y una traición de aquel supuesto amigo (el lobo-hiena) que leyó su carta de despedida en un primer congreso de comunistas, despidiéndolo antes de tiempo y luego, a camisa quitada y golpes en el pecho, anunciar su muerte guerrillera en una plaza, donde la mitad de los cubanos acudían casi a la cañona, terminaron por construir el mito. Faltaba solamente que el chacal delirante lanzara al aire la más extraña de sus predicciones: que los niños fueran como el Che. Yo terminé casi asmático.

Se puso de moda entonces ser heroico. Aunque no calificaba se heroico armando bronca en los carnavales, ni dándole un par de trompadas a tu jefe, pero a veces alcanzar cerveza en esos festejos y que estuviera fría ya te convertía, momentáneamente, en un héroe. El pueblo cubano tuvo que comerse al argentino con papa y sin papa, o en su caso, con pampa y sin pampa, y descubrió que, para ser considerado heroico no bastaba con volverse un guerrillero, sino que había que perder la vida, o entregarla como si se tratara de la libreta de abastecimientos en la Oficoda. O conocer al que tenía las riendas del país, pero no en ese momento, sino haberlo conocido en casa de María Antonia, y haber sufrido la tensión de los preparativos.

Entre las cosas que dicen que dijo, y que algunos repiten como autómatas está esta frase: “Sueña y serás libre en espíritu, lucha y serás libre en vida”. Yo intenté practicarla una vez, pero desistí porque comprendí que la policía no la conocía. También dijo aquello otro de “Crear uno, dos, tres, muchos Vietnam”, con el ánimo de echar a perder todos los países por los que iba a pasar. 

Por suerte no lo logró. Su mejor momento fue aquella tarde en la que estaba sereno y pensativo y Alberto Korda pudo hacerle la foto que luego dio la vuelta al mundo. La foto, no él. Si hubiera sido el comandante Guevara el de la vuelta al mundo muchos lugares se habrían hundido antes, como cuando fue ministro de economía de Cuba. Él quiso erradicar el monocultivo y por poco lo logra, porque lo que desaparecieron fueron los cultivos.

Así que, la mayor influencia del guerrillero heroico ha sido en lo textil, aunque en lo social ha servido de pretexto a jóvenes que no quieren ir a clases, o que quieren llamar la atención. Incluso en la sexualidad, porque además de ese hotel boutique en que convertirán una de sus casas, hay un personaje famosísimo que lo mataría de un infarto si hubiera sobrevivido en la quebrada del Yuro: el Che de los gays: “Victor Hugo Robles, un reconocido periodista chileno y activista histórico de la diversidad sexual”.

A pesar de que la dueña del futuro hotel del Che en Altagracia asegura que “No vamos a usar al Che Guevara para promocionarlo ni para venderlo”, la figura del argentino ha estado entre los pulóveres más comercializados y usados en el mundo, compartiendo cartelera con Bob Marley, Pablo Escobar, el logo de Rolling Stones, Los Ramones, I love New York y el de los Caza fantasmas. Posiblemente el comandante sea ese fantasma que no se entiende, cuya imagen queda en el sopor del mito en el que nadie conoce su verdadera historia. A esta altura no se puede asegurar si era médico o enfermero, aunque con su carácter y actitud hoy día no hubiera trabajado ni en un policlínico.

Otra frase suya sí ha sido muchísimo más efectiva, sobre todo en Cuba, donde el Delirante en jefe se obstinó en que los niños fueran como el Che. Él dijo en su despedida que se iba porque “Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos”. 

Esa sí que caló hondo en los cubanos, que cada día más quieren participar en ese concurso, y se van de la isla a ver si en otro lado pudieran ser felices con sus modestos esfuerzos.


Noticias de Cuba