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Me erizo cuando veo el piso

Cuba es un país lleno de situaciones absurdas que erizan. En este último e hilarante artículo de Ramón Fernández Larrea sobran los ejemplos.

Actualizado: Wed, 02/21/2024 - 19:27

Cuba ha comenzado a venderse en todas las ferias de turismo celebradas en el extranjero como “el país perfecto para erizarse”, dice un reporte de prensa que me erizó de la cabeza a los pies, o pieses, si son las extremidades del pueblo, necesitados de productos de higiene.

Pero no hay que ir físicamente a Cuba para sentir ese calambre en la epidermis, esa electricidad que hace que se paren todos los pelos de brazos y piernas, los vellos y los menos bellos. Las noticias de la actualidad se encargarán de ofrecer ese corrientazo que te erizará por valles y montañas. Y un poco también la historia, las célebres frases de sus célebres dirigentes, y el paisaje, o lo que va quedando de él.

Por ejemplo, cuando leí, en un discurso que dio el Delirante en jefe Fidel hace más de sesenta años, estas palabras: "para nosotros el Gobierno, el cargo público no es una posición para enriquecernos, una posición para recibir honores, sino una posición para sacrificarnos", y vi todas las casas que llegó a tener sacrificándose, y los yates y fincas, todo para terminar en una piedra grande, me ericé tanto que hubo que sobarme todo el cuerpo.

Cuando leo que “A nivel mundial Cuba ocupó en 2023 el puesto 135 entre 167 países, en una lista encabezada por Noruega y con Afganistán como estado con el menor índice de democracia” y sospecho que el compromiso de sus dirigentes es llegar a ponerla en el escalón 166 o 167, con menos democracia cada día, me erizo y me trizo. Y hasta me tiro al piso.

Si miro en la mañana mi jarra humeante por el café recién colado y luego leo esta nota, la piel se me pone como de gallina: “La buena noticia para los cubanos residentes en Villa Clara es que la planta torrefactora de la provincia tiene café. La mala es que no hay chícharo para mezclarlo y poder comenzar a producir el polvo que el Gobierno de Cuba distribuye como café, a través de la libreta de racionamiento”. 

Que yo sepa, el café es el café de toda la vida, y el chícharo es el chícharo (porque sin chícharo no hay chícharo). Nunca supe cuándo se casaron el chícharo y el café en Cuba, porque ahora no pueden estar uno sin el otro, pero es un amor tan fuerte que me hace pensar que la revolución es erótica y me erizo también.

Pareciera que “el deber de todo revolucionario es erizarse con la revolución, y “el que no se erice es yanqui”, porque desde que el mundo es mundo y Cuba dejó de formar parte del mundo, todo lo que vuela, camina o se arrastra es absurdo. Ya deberíamos estar acostumbrados y poder enviar especialistas a otros países, para enseñar a erizarse rápida y profundamente. 

Otro ejemplo: En Cuba ya no era posible definir una situación misteriosa con la añeja pero sabrosa frase de “Está oscuro y huele a queso”. Oscuro sí, pero de queso nada. Y es posible que caiga en desuso esa otra, que servía igual para enigma que para conjura, y que te avisaba de la trampa, de la cama que te estaban haciendo: “Aquí hay gato encerrado”. Como la cosa siga así, el felino pasará a engrosar las especies en vías de extinción. ¿Es para erizarse, o no?

Más allá del desastre ambiental, y que los ambientosos de antes han desaparecido, para dar paso a otros que tienen el ambiente muy malo, cuando desde la cúpula que copula al pueblo dicen que “la calle es para los revolucionarios”, nadie debería erizarse si se escucha una voz en la oscuridad que dice: “entonces que las arreglen ellos”. Pero a todos les parece normal.
 
Otro momento para eso que hace la piel es cuando uno se entera que “El primer ministro de Cuba, Manuel Marrero Cruz, admitió este martes la ineficacia de la Ley de Soberanía Alimentaria, casi dos años después de su aprobación por la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP)”. Por eso nadie encontraba qué masticar, ni siquiera un trozo de soberanía, o salsa soberana, o soberanía de soya. Aunque uno se eriza más cuando se entera que “el primer ministro llamó a hacer "correcciones" y entre estas mencionó las que tienen que ver "con la implementación de la Ley de Soberanía alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional, cuyos resultados no se palpan aún".

Ni se palpan, ni se degustan, ni se tragan. Lo que le zumba el erizamiento es la tranquilidad con la que un gordo habla de comida y de falta de comida. Y que orienta que hay que hacer “correcciones a la “distorsión. Es lo que deja la manía de recibir la visita continuada de ese teórico llamado Atilio Alberto Borón, sociólogo, politólogo, catedrático y ensayista argentino, autor de una de las trovas más confusas y confusionistas que ojos erizados hayan oído: “¿Se consolidará el orden pluricéntrico tras el ocaso del unipolarismo norteamericano?”. El que lo entienda que pida un churrasco.

Y ya que hablamos de argentinos, recuerdo mi primer erizamiento y todavía me erizo. Lo contaré, pero con una condición: quiero mantener el anonimato.

Fue una decepción profunda cuando “aquel” soltó la frase que dio sentido a mi vida cuando dijo que todos los niños debíamos ser como el Che. Puse todas mis fuerzas en alcanzar aquella meta. Empecé a hablar con la “ye” y no me importaba que la gente se riera cuando decía “cho” en lugar de yo. Me aprendí de memoria todos los tangos habidos y por haber, y me hice experto en lunfardo, la jerga de los porteños. Y me hice experto en la geografía de aquel país. 

Caminaba por Buenos Aires como si hubiera nacido allí, y recorría mentalmente Rosario, Mendoza, Salta y Córdoba. Hasta que alguien me dijo que la Córdoba que me había aprendido era la de Andalucía, en España. Rectifiqué veloz y me conseguí una ruidosa moto berjovina para recorrer toda América Latina, pero me dijeron que a los cubanos no se les permitía hacer eso. 

Ya estaba yo comenzando a tener síntomas de asma, y creí que era lo más parecido al comandante Guevara, hasta que me desilusionaron. Querían que lo demostrara muriendo en Bolivia, y les dije que nananina juan pescao, que yo quería vivir. Desde entonces me dediqué a erizarme viendo la realidad que me rodeaba, aunque a veces quien me rodeaba era la policía, que también era parte de mi realidad.

No es cierto que los que apoyan al sistema de Cuba son sistémicos. Puede que sean sísmicos, anémicos, retrógrados o anélidos, pero no hay una sistematicidad en su fervor. Hay hervor, si hay gas, electricidad o agua. Los partidarios del desastre son solamente eso: partidarios, gente que ha tomado partido, o que el partido los ha tomado. De manera que son erizánticos, o erizadores erizantiásicos. Y por eso nadie se desvela con esta última frase: “Cuando un pueblo en el veril se eriza, la injusticia tiembla”