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Veinte mil lenguas de viaje submarino

Si un cubano tiene hambre, y decide pescar una vaca u ordeñar un pez, del tamaño que sea, siempre habrá cerca un policía que lo lleve a desistir de hacerlo

Actualizado: Fri, 04/12/2024 - 08:10

Las vacas no se dejan pescar y los peces no se dejan ordeñar. Es como una negación animal a entrar en boca ajena.

Pero si un cubano tiene hambre, y decide pescar una vaca u ordeñar un pez, del tamaño que sea, siempre habrá cerca un policía para que desista de hacerlo. Esta situación tiene dos características: la disuasión casi siempre es violenta, y el policía suele tener la misma hambre que ese cubano.

Para cuidar la salud de la población, porque hablar de hambre pudiera llevarte a la cárcel, y allí sí que se pasa hambre, desde temprano se les enseña a los nacidos en la isla que la revolución la erradicó. De raíz. Y cuando te veas comiendo raíces recordarás que la revolución erradicó el hambre. Para siempre. 

Hambre hay en otros países que no han tenido la suerte de tener una revolución que erradique el hambre, y cuando algún desagradecido menciona que un hermano o un primo se fue de Cuba y no pasa hambre donde está ahora, le dicen que esas son mentiras del capitalismo feroz. 

En Cuba, a lo más que se llega cuando sientes retortijones en el estómago, o te pasas la noche soñando que persigues una pierna de puerco, es a aceptar que en algunos momentos hay una necesidad imperiosa de suministrarles algo a los jugos gástricos para que cumplan con su razón de ser. Pero pudiera ser ansiedad. El hambre sucedió en el pasado. Y si alguien tiene urgencia de darles trabajo a sus molares, esa es una idea descabellada que nace por culpa del bloqueo.

A lo mejor estoy hablando cáscaras, que también son comestibles, según ese genio gastronómico llamado Frey Betto. Tal vez toda la regulación alimentaria y la renuncia del régimen cubano a fomentar renglones de producción de comida, como hacen en el resto del mundo, obedece a un plan bien estudiado y fraguado para salvar al planeta: cuidar el peso de los ciudadanos y evitar que la isla se hunda. Que se hunda físicamente, porque ellos ya la hundieron en la ignominia y está también hundida por deudas hasta las cejas.

Ya experimentaron algo similar a principios de los años noventa del pasado siglo, con aquello que el ingenioso comandante en jefe Fidel, con esa simpatía que irradiaba, bautizó como “Período especial en tiempo de guerra”, que era un rezago sicológico de no haber tenido soldaditos de plomo cuando era niño.

Tal vez ese plan que a muchos desconsiderados les pueda parecer diabólico, está destinado a hacer de la isla el sitio con más bajo colesterol en el mundo. Y si la revolución se lo propone, el país tiene la capacidad de erradicar el colesterol para siempre. Por ese motivo no hay peces en la plataforma insular, ni en los mares adyacentes y no adyacentes. Los chícharos no llegan porque se congelan los ríos en Canadá, y la carne es una invención del enemigo para poner a los cubanos de rodillas. Y no saben la cantidad de gente que viviría de rodillas en la isla, toda la vida si fuera necesario.

Por eso han desaparecido de la dieta de los nacidos en la isla (y también de los que están por nacer, pero esos todavía no lo saben), cosas que la ciencia ha demostrado que son dañinas para el ser humano, como el café, las grasas, los mariscos, los condimentos, el pescado -que da ciguatera- y el azúcar. Esa es una de las peores, porque el azúcar te sube el azúcar y te vuelves diabético, y entonces siempre necesitas azúcar.

Siempre se dijo esa frase optimista y contundente que retrataba nuestro futuro: “Sin azúcar no hay país”. Y como la revolución no decepciona, ni decepcionará nunca a nadie, se cumplió. No hay azúcar, por lo tanto, no hay país. El azúcar se compra hoy en otros países que siguen siendo países. También hubo una época en la que el enemigo alentaba a las autoridades a fabricarla y se decía “Azúcar para crecer”, y eso era veneno puro.

Está más que comprobado que el tamaño sí importa. Y la obesidad y el peso corporal son también dañinos. El gobierno cubano ha dedicado años de estudios, aunque no lo parezca, y de esfuerzos, para poder ubicar a otro cubano en alguna expedición al cosmos. Desde que la difunta Unión Soviética aceptó, a regañadientes, incluir a Arnaldo Tamayo en la tripulación de aquella nave, no ha habido otro cosmonauta nacido en la isla. ¿Y por qué? Porque los rusos advirtieron que Tamayo estaba pasado de peso y decidieron que, para el futuro, no se aceptaría alguien así.

Y el gobierno puso manos a la obra y fue eliminando todo lo que atentara contra el futuro de los cubanos en la cosmonáutica mundial. Y como sabe que la gente es tan desconsiderada que protesta cuando el pan se pierde más de una semana, pone a algunos compañeros a dar la cara en los medios masivos para justificar, de alguna manera que a veces parece ridícula y otras suena a mentira, la ausencia de esos renglones para el consumo.

Y si no, lean estas palabras que soltó, sin que le temblara el pulso, el ahora tronado ministro de la Industria Alimentaria Manuel Sobrino Martínez, que lleva récord de guayabas a la cara dichas en la televisión nacional. Sobrino rectificó lo del globo de que no había pescado por falta de peces en el océano con otro argumento: “que en el país hay más de 60 barcos parados, por lo que "la actividad pesquera no anda bien este año".

Sin embargo, todo se sabe, y ya el pueblo se enteró de que Cuba exporta langostas y camarones a China. Ahora, cuando un chino se cae en un pozo, sus tripas no se hacen agua, porque gracias a Cuba comen langostas, camarones y anguilas. Y envían a la isla solamente arroz, con lo cual hay que llegar a Cuba, agarrar el arroz que te toca y volar a China, si quieres comerte un arroz frito que tenga langostas, camarones y anguilas.

Gracias a Sobrino Martínez conocimos otra verdad rotunda, como para que el cubano no se desgastara imaginando un futuro mejor: "Gracias al pensamiento de Fidel Castro la industria alimentaria cubana tiene "suficiente capacidad para producir alimentos para el pueblo".

Y ahí sí que no hay discusión posible. Que se callen las malas lenguas, aunque sean lenguas submarinas. Si se le ocurrió a él, en Cuba solamente comerán los sacrificados gobernantes, que esos jamás serán admitidos en alguna tripulación espacial.