Lo ha vuelto a hacer. Cualquiera diría que no aprende, pero hay cerebros que solo responden a órdenes precisas en situaciones que creen idénticas. Y hay, como en este caso, quien no tiene cerebro, sino algo parecido a un aparato ensamblado en la antigua Unión Soviética.
En el enrevesado lenguaje burocrático se calificaría de “improcedente”. En el lenguaje militar, de inoportuno. En el lenguaje llano del pueblo cubano, que ha sufrido casi 63 años de estupideces y abusos, esta declaración del Puesto a Dedo Miguel Mario Díaz-Canel, es una imbecilidad irresponsable, pues por segunda vez aviva la llama de la guerra civil en Cuba.
Como el ladrón que, al verse sorprendido en plena noche grita “¡Ataja!” señalando hacia otro lado para confundir a sus perseguidores, este señor que finge ser presidente de un país donde son los militares mafiosos quienes lo mueven todo, pretende mantenerse en sus trece y asumir una pose combativa, revolucionaria, que no es más que el mal papel de víctima llorosa que culpa a los demás de su orfandad, aunque yo sospecho que es la única respuesta que hay escrita en las dos neuronas que tiene entre las paredes derruidas del cráneo.
Ahora califica el terror, el hambre y la miseria de “sueños”. Los sueños que logró hacer el Delirante en Jefe, que instauró un insomnio demoledor y asfixiante que ha obligado a miles de hijos a arriesgarse a desaparecer en el mar y a muchas madres a llorar de la mañana a la noche por la separación y el dolor.
El dirigente obeso y canoso, el cuadro que amaestraron desde jovencito para soltarle algún día la papa caliente, y que nos deslumbra casi cotidianamente con frases que pretenden ser contundentes y poéticas, ha soltado hace unos días esta joyita: “Seamos la pesadilla de los que pretenden arrebatarnos los sueños”. Posiblemente después de eso, al quedar vacío y en penumbras, se acostaría a dormir a pierna suelta.
De ese catauro de frases aprendidas que algún profesor sembró en su memoria obligándolo a escribirla cien veces, y del limitadísimo grupo de nombres autorizados a citar, el puesto a dedo sacó de su chistera, nunca mejor dicho, porque fuera un chiste si no trajera tanto dolor, nada más y nada menos que algo que escribió un asesino: Ernesto “Che” Guevara, convicto y confeso por su alegría al matar seres humanos que él calificaba de enemigos. Teniendo a mano tantos pensadores profundos y honrados, Díaz-Canel optó por la amenaza y la promesa violenta.
Tal parece que nadie lo asesora, que no hay cerca de él persona alguna con dos dedos de frente, que pudiera analizar y leer entre líneas las posibles reacciones que tendrían esos exabruptos presidenciales disfrazados de consignas. O sí lo tiene, y no se atreve a corregirlo por aquello de que cada vez que en Cuba alguien se trepa en un puesto así, llega a creerse el suplente de Dios.
Digo más: ¿Y si es realmente lo que ese gobierno en las sombras –que son los generales desconocidos para el pueblo– esperan de este, su muñeco? ¿Si lo han criado para eso, entrenado para convertirse en el blanco de todas las miradas, en el destinatario de todas las culpas, en el blanco del rencor de una nación? ¿Será Miguel Mario Díaz-Canel algo así como “el cordero sagrado”, que sacrificarán en algún momento álgido del país?
Lo cierto es que cada vez que el Puesto a Dedo habla o tuitea, como es el caso, uno confirma la sospecha de que fue compañero de pupitre de Nicolás Maduro en la escuela de cuadros del Partido, la “Ñico López”.
No le bastó con aquel disparate, o sus superiores, los capos en la sombra, le dijeron que tenía que azuzar más a la gente, que debía ser más combativo y frontal, y él les obedeció ciegamente. Entonces reiteró la idea que alienta a una guerra fratricida: “Aquí estamos claros de que nos están aplicando una guerra no convencional con el objetivo de destruir la Revolución; y nuestra respuesta es la concepción de la guerra de todo el pueblo; (…) Y vamos a seguir, vamos a seguir profundizando en la preparación de la defensa”.
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En su catauro de consignas del Paleolítico inferior, sigue latente un enemigo: “El enemigo”, aquel que carga con todas las culpas, ese imperialismo que bloquea, cerca y amenaza. Por eso el Puesto a Dedo, cada vez que lo dejan coger un aire, suelta las mismas boberías. Como estas: “¡Que sepan los imperialistas que van a tener que luchar contra un pueblo que no se deja engañar, un pueblo suficientemente numeroso, valiente y heroico para luchar al que no le asustan las amenazas!”
Y por si alguien no entiende porque no le llega la sangre a la cabeza por falta de alimentos, él remacha: “Preparados y dispuestos a todo por defender lo más sagrado, lo que nos une; a ser consecuentes con la decisión invariable de Patria o Muerte, Socialismo o Muerte y la convicción más profunda de que ¡Venceremos!”.
Esa es la herencia dejada por el Delirante en Jefe, y es por eso que quienes le siguen, confiesan ser continuidad, porque también ven la vida como una batalla, como un combate en el que vencer es avanzar: “La estrategia imperialista es crear el máximo de descontento dentro de nuestro país. Pretenden llenarnos de odio y arrebatarnos la felicidad”.
Un tipo capaz de llegar a esas conclusiones no tiene remedio. En los estrechos conductos que llevan a lo que pudiera ser su cerebro se cocinan cosas que parecen ideas, frases que podrían ser conclusiones. Esos seres creen a pie juntillas que un catamarán es un crucero trasatlántico. Si uno ve que queda en silencio, no es que está pensando. Este tipo de gente no piensa. Está recordando lo que le dijeron que dijera.
Las redes sociales han sido inundadas ahora con fotos amenazantes de grupos de “revolucionarios” armados con palos, toletes y fusiles, que dicen estar dispuestos a repeler la “agresión” que para ellos representa la anunciada marcha pacífica del 15 de noviembre. Ellos lo ven quizá como una reafirmación ideológica cuando no es más que la prueba de un delito que se va a cometer. Ya veremos si Díaz-Canel se va a atrever de llenar de sangre el suelo de la isla.
Para él no hay mejor definición que un chiste filosófico que corre por internet:
Un señor le dice a un joven
- El Puesto a Dedo es “COMO UN BURRO SOBRE UN POSTE”.
Después de una breve pausa el joven le dice.
- No entiendo eso. ¿Qué significa?
El señor le responde:
- Si tú vas caminando por el campo y ves un burro haciendo equilibrio arriba de un poste de alumbrado, ¿Qué es lo que piensas?
- Primero: Tú no entiendes cómo llegó ahí.
- Segundo: Tú no puedes creer que este ahí.
- Tercero: Tú sabes que no pudo subir allí solito.
- Cuarto: Tú estás seguro de que no debería estar ahí.
- Quinto: Tú estás consciente que no va a hacer nada útil mientras este allí.
Entonces lo único sensato sería ayudarlo a bajar, ¿verdad?
Miguel Mario Díaz-Canel tiene razón en una sola cosa: la dictadura que preside no tiene que proponerse ser la pesadilla de nadie. Ya lo es.
Ilustración de portada: Armando Tejuca/ ADN Cuba