“Yo no quisiera salir a las calles de mi país y encontrarme a diario animales sufriendo, padeciendo o arrollados sobre las calles hasta su descomposición, o ver cómo se acercan hambrientos con el corazón en los ojos en busca de ayuda, todo porque el gobierno no tiene interés en velar por ellos ni aprobar una Ley que los ampare”, expresa sin tapujos Marina Álvarez Medina, destacada activista y protectora de animales en La Habana. Marina lleva vinculada más de diez años en la lucha contra el maltrato animal.
Marina es una mujer de amplio vocabulario e ideas certeras. Pese a su afán de mantenerse arreglada, no puede esconder las siluetas debajo de sus ojos que delatan el cansancio de una vida ajetreada, ni las manos rojizas y ásperas producto de una alergia provocada por el uso de químicos para extirpar pulgas y garrapatas a los perros callejeros que circulan en su zona.
Tal vez por ello entiende que ser un protector en Cuba es una labor tremendamente difícil: una porque no existe apoyo gubernamental, y otra porque no hay alimentos siquiera para las personas. “La mayoría de nosotros lo que hacemos es compartir la comida que llevamos a la mesa, con nuestras mascotas, y bueno, algunos compran a escondidas las sobras de los restaurantes”, señala.
Sin embargo, estas no son las únicas dificultades que enfrentan. En La Habana solo existe una clínica y 29 consultorios para atender animales, de los cuales solamente dos ofrecen servicios de cirugía y ortopedia y carecen de condiciones sanitarias e instrumentos adecuados para asumir prácticas tan simples como la esterilización.
Por ello acuden a veterinarios que trabajan de forma arriesgada por cuenta propia, a quienes el Gobierno no los reconoce. Refiere Marina que este fenómeno es solo la punta del iceberg: “ningún veterinario (que labore o no para el Estado) tiene potestad para hacer recetas, de modo que nos dicen el tratamiento y acudimos entonces a un doctor de cualquier centro hospitalario para ver si nos quiere emitir la receta.
“De conseguirlo, hay que ir a una farmacia y ver si queda lo recomendado para resolver la diligencia médica. Como ves, todo el proceso es engorroso porque en Cuba no existen farmacias de productos veterinarios en pesos cubanos (CUP), sino en convertibles (CUC) y son extremadamente costosos.
“A eso hay que sumarle que no existe ningún centro de hospitalización, por lo que debemos buscar alternativas y solicitar ayuda a la población para que nos brinde sus hogares como tránsito para las mascotas. En ese caso, a los voluntarios les suministramos comida, medicamentos y todo lo necesario”.
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Para Marina y la mayoría de los protectores esto sucede, en gran medida, porque el Gobierno solo reconoce una organización animalista para supuestamente tramitar y resolver todas las problemáticas: Aniplant.
“Estoy en total desacuerdo con tal decisión porque la existente es infuncional. Creo que debe haber varias agrupaciones que luchen por un objetivo en común: el bienestar animal”.
Actualmente, existen más de 15 grupos independientes y miles de protectores diseminados a lo largo del archipiélago, que entre otras tareas, se preocupan por darle una mejor vida al animal callejero: lo alimentan, esterilizan, desparasitan y albergan para una futura adopción. El sueño de todos es una Ley de Protección Animal, que pensaron que podía materializarse con la nueva Constitución.
“Durante el referéndum, nos imaginamos que aprobarían al menos un estatuto a favor del bienestar de estas especies, debido a que en el proceso de consulta, se pudo observar en los debates transmitidos por la televisión y en los realizados en los barrios, cómo millones de personas del país planteaban la necesidad de una legislación que los ampare. Sin embargo, este reclamo fue obviado como tantos otros, entre ellos la presentación ante la Asamblea Nacional de más de 10 mil firmas recogidas para la aprobación de una Legislación para su defensa”.
Una de las muestras más fehacientes del sentir de la población fue la marcha contra el maltrato animal del pasado 7 de abril, en la que se exhibieron carteles y acudieron cientos de personas de forma espontánea, dado que apenas hubo tiempo para organizarla.
Sin embargo, a raíz de esta manifestación pacífica (aprobada por un “descuido” del vicepresidente del gobierno del municipio capitalino Plaza de la Revolución, Pedro Pablo Hernández, que le costó luego del cargo) las autoridades han desatado una nueva oleada de persecución y presiones psicológicas contra los protectores, a quienes les llaman constantemente a sus casas e incluso amenazan.
“No entiendo por qué hacen esto, si esas personas solo hacen un bien social, algo de lo que no se ocupa el gobierno”, expresa Marina, quien confiesa que pese a ello, “seguiremos lloviendo sobre lo mojado y luchando hasta que aprueben una Ley que ampare a los animales”.