La Habana, Más de setenta años antes de que su sobrino nieto, el príncipe Carlos de Inglaterra, protagonice la primera visita oficial de un miembro de la realeza británica a Cuba, Eduardo, duque de Windsor, ya había encontrado en La Habana un oasis tropical que alegró su exilio con música, luz y color.
Eduardo VIII (1894-1972), el rey que abdicó el trono para casarse con una mujer divorciada y cambió el curso de la historia en el proceso, halló en La Habana de los años 40 y 50 un refugio paradisíaco donde relajarse fuera del foco público y de la mirada de Europa, que seguía cada paso del príncipe y su esposa, la "socialité" estadounidense Wallis Simpson.