Liuvar Ojeda es un pequeño agricultor de la Zona 4 de Alamar, en las afueras de La Habana. En los últimos tiempos su finca ha sido invadida por Caracoles Gigantes Africanos, afectando directamente su propuesta de agricultura ecológica, y a la larga a su salud y la de otros que se alimentan de sus tierras.
Hace más de ocho años que Liuvar se mudó del oriente hacia la capital de la isla por motivos familiares, su padre estaba enfermo y él debía cuidarlo. En ese entonces no tenía trabajo y una vecina lo puso a cuidar unas matas de aguacate. Ese fue el primer contacto voluntario de este hombre con el trabajo en el campo, lo que había vivido anteriormente fueron puros castigos que le ponía su madre: “Si no haces la tarea de la escuela, entonces vete a limpiar el patio. Si no te comes la comida, entonces vete a cuidar los animales…”.
Su experiencia con los aguacates no fue tan mala, aunque la presentación de Liuvar con la vecina fue tajante: “No vine a La Habana a trabajar en el campo”.
Tiempo después, Liuvar dice con orgullo que lo mejor que le ha pasado fue ir a La Habana a trabajar en el campo. Ahora él es uno de los líderes de la agricultura ecológica en el capital, y tiene una finca con importantes innovaciones y sugerencias ecológicas, todas en período de prueba para después expandirla por el resto de las fincas interesadas.
Pero en los últimos meses sus cultivos se han visto afectados por visitantes indeseables que han invadido sus plantas y amenazan con contaminar sus tierras vírgenes de productos químicos.
“En Micro 4 los Caracoles llegaron a raíz del ciclón Irma en el 2017. Las autoridades habilitaron una zona para usarla de vertedero, comenzaron a echar escombros y con el paso de los días vi que comenzaron a salir caracoles. En los primeros días solo vi cinco, lo informé en la zona de salud de mi circunscripción y me dijeron que ya estaban tomando medidas y que eso no afectaba a la agricultura”, explica.
Al principio los caracoles se habían mantenido solamente en el vertedero, no se habían atrevido a cruzar la carretera, pero con el paso del tiempo comenzaron a reproducirse más y ya han llegado hasta las tierras de otros productores de Micro 4.
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El Caracol Gigante Africano está ubicado entre las 100 especies dañinas más invasivas del mundo según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Fue registrado en La Habana por primera vez en el año 2014, en casa de un babalao de la comunidad Poey, en el municipio de Arroyo Naranjo.
En 2015 se dispararon las alarmas locales, pues fueron detectados cientos de miles en el Bosque de La Habana. Al eliminar el caracol de esa zona, se halló en 2016 una población mucho mayor en el Parque Forestal que aún continúa reproduciéndose. En ese momento se sumaron varias instituciones estatales al esfuerzo por erradicarlo.
“En los últimos meses he encontrado en mi finca 19 caracoles vivos con sus respectivas babosas, y cinco muertos, solo encontramos el caracol vacío, además sumamos tres caracoles con macaos dentro, eso fue lo que más nos llamó la atención porque todavía no sabemos si los macaos entraron en un caracol vacío o si mataron la babosa para apoderarse de la concha”, cuenta el agricultor.
A Liuvar lo que más le preocupa es que el macao forma parte de la cadena alimenticia de los peces, y este a la vez de la cadena alimenticia del hombre.
El Caracol Gigante Africano o Lassachatina Fulica (nombre científico), es una especie terrestre de la familia Achatinidae, en el orden Pulmonata. Es considerada el principal vector de Angiostrongylus cantonensis, nematodo causante de Meningoencefalitis Eosinofílica en humanos.
Aunque es dañino, no es absolutamente venenoso o tóxico al contacto como muchos piensan, pues el parásito no entra por la piel, sino por vías mucosas por lo que con un eficiente lavado de manos se elimina cualquier peligro. Los parásitos alojados en los tejidos fibromusculares y en las secreciones de la baba pueden causar además angiostrongiliasis abdominal. También transmiten la bacteria gramnegativa, Aeromonashydropila, causante de diversas afecciones, especialmente en seres humanos con sistemas inmunológicos delicados.
Al momento de esta entrevista, Liuvar había contado 21 caracoles vivos en su propiedad, pero según refiere, en otras zonas de Alamar hay personas que todos los días sacan alrededor de 40 caracoles diario cuando llueve.
“Pido que se haga un estudio para poder exterminar a este caracol que bastante daño ya nos está provocando”, dice.
Los especialistas recomiendan como variantes domésticas de fácil acceso para eliminar los caracoles africanos el uso del aserrín, el cual se esparce en sus alrededores para limitar su locomoción e impedir que busquen comida, por lo que muere en el lugar. También se le echa encima agua jabonosa o la sal común, que los deshidrata en breve espacio de tiempo.
Sin embargo estas medidas no son aplicables en las tierras de Liuvar, que por ocho años ha mantenido alejadas de químicos, garantizando una producción 100 por ciento ecológica. Si usara esas variantes,el aserrín podría provocar en épocas de sequía incendios forestales, y el agua jabonosa y la sal dañan el PH del suelo y pueden afectar a otras especies que habitan en el ecosistema.
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Esta es una especie hermafrodita, con una esperanza de vida de 6 años, presentan una alta tendencia a la fecundación cruzada, que aumenta la diversidad genética dentro de sus poblaciones y con ello la posibilidad de adaptarse a diferentes condiciones. Su fecundidad y fertilidad es elevada: entre 50 y 500 huevos en cada puesta. Llegan a la madurez reproductiva entre los 4 y 6 meses de vida y realizan 5 o 6 puestas al año.
“Necesitamos que las autoridades intervengan para frenar el crecimiento de la población de estos animales.
“Si en realidad llegara la invasión de caracoles a mi finca, que al final es lo que estoy previendo, mi propuesta de producción ecológica vendría abajo porque tendría que hacer una transformación casi completa a mi ecosistema, tendía que aplicar al suelo productos químicos que no uso y eso contaminaría mi cultivo ecológico. Además me traería un problema económico grave, porque todo lo que he conseguido hasta aquí quedaría deshecho y tendría que volver a empezar”.
“La población ha sido un poco irresponsable ante el enfrentamiento de esta plaga. Ya se puede considerar que el Caracol Gigante se ha convertido en una amenaza para Cuba”— considera Liuver.
Pero eso ha sido posible gracias a la negligencia de muchas personas que los han traslado de un sitio a otro, lugares en los que el caracol nunca hubiera podido llegar por sus propios medios, por lo menos no tan rápidamente, ya que su sistema de locomoción es lento: pueden moverse hasta 1,5 m en la noche para alimentarse, en un mes solo pueden llegar a trasladarse 125 m.
“Creo que esto es un caso ya de seguridad nacional, que se están jugando demasiado intereses, entonces a las autoridades cubanas le corresponde ser menos benévolas. Si existieran medidas fuertes, entonces la gente respetarían más y tal vez este problema no hubiera llegado tan lejos. En algunas cuestiones las autoridades son muy flexibles”, concluye el ecologista.