Lo intentaban, pero no sabían cómo hacerlo, o temían que el pueblo no lo viera tan claro. Lo probaron hacer de mil maneras, pero siempre quedaba algún detalle suelto. Ahora no les importaron las habladurías ni las suspicacias, ni a quien ofendían o quiénes podrían sospechar, y al fin lo lograron.
Estuvieron hilando en las sombras muchos años, siguiendo la tan cacareada frase de Martí en la carta a su amigo Mercado. Por aquello de “en silencio ha tenido que ser porque hay cosas que, para lograrlas, han de andar ocultas”, hasta que, llevados por la impunidad o la bravuconería, comprendieron que, si las cosas seguían ocultas, no se daban.
Antes querían que el Grupo de Administración Empresarial, S.A. (Gaesa), de las FAR, mantuviera el perfil bajo y que su principal gestor y manipulador, el general de División Luis Alberto Rodríguez López-Calleja no apareciera ni en las fotos, y que nadie relacionara la mafia verde olivo con el poder de la dictadura. Hasta entonces les funcionaba aquel disparate que soltó el Delirante en Jefe de que el ejército era el pueblo uniformado. Pero el pueblo, más desinformado que uniformado, comenzó a preguntarse por qué entonces había un ejército con riquezas y otro más pobre, que era la mayoría.
Al final se atrevieron con el general, porque ya la división era también general. Y como la Venus de Boticelli, apareció, se hizo público Luis Alberto, y se fue la luz. Era como abrirle al zorro la puerta del gallinero.
No de balde es el exyerno de Raúl Castro y tiene un grado que lo define: general de División. Así que nada les importa si hoy por hoy los cubanos están más divididos que nunca, y en esas fuerzas desalmadas que nada tienen de revolucionarias, mucho más. De capitán para abajo nadie coge cajita. No les toca avión, ni fasten. Ni carro, ni casas en Siboney. Por gente como él, anda todo al garete, y por su exsuegro, por el hermano de su exsuegro y por el pelele que ambos dejaron creyéndose presidente de esa nave a la deriva que es la isla de Cuba.
Querían, al más puro estilo de la mafia, que su entrada al poder pareciera un accidente, y lo es. Una catástrofe donde no se sabe cuántas víctimas hay o habrá, ni el monto de los daños. Era esperado de alguna manera, porque el pueblo no es tonto, ni todo el mundo tiene el cerebro atrofiado por el hambre y el miedo. Junto a edificios que se desploman, nacen otros, modernos, vigorosos, iluminados por los cuatro costados, llenos de lujo, construidos con buenos materiales. Son hoteles y son de Gaesa. Son templos para el ocio de otros, no para el cubano de a pie.
Mientras tanto, caían generales y doctores, coroneles descoronados. Rodaban cabezas como en un cruel e inevitable juego de bolos. Y el general sin batallas que fue su suegro hizo general sin batallas a su exyerno, el que en la sombra desenreda la madeja y tira de los hilos que abren la puerta a la riqueza que entra al país y que nadie además de ellos ve, palpa y disfruta.
Pero la sombra era densa y así no se puede maniobrar. La oscuridad marca a quienes la habitan y el momento que vive Cuba es de dar el rostro, vivir de cara al sol. Aunque su nombre sonaba. Es difícil maniobrar impunemente cuando se arrastra un nombre y unos apellidos tan sonoros. En el año 2016 López-Calleja salió en el listado de los hombres más corruptos del mundo, elaborado por el Proyecto de Informes sobre Crimen Organizado y Corrupción (OCCRP).
Primero lo pusieron a acompañar al Puesto a Dedo en delegaciones al extranjero. Inicialmente, casi anónimo, suave, que se diría de algodón, como un supositorio diminuto, y luego, qué remedio, titulándolo “asesor”, cuando él en realidad manda y no asesora a nadie. Más bien atesora.
Al hacerlo visible, apareció en las fotos: ojos muertos, cara larga de jugador de póker, expresión de pocos amigos y gesto de que no admite que le lleven la contraria. Y si alguien no le cree, ahí está su exesposa, Deborah Castro Espín, la hija del segundo Castro, Raúl, a la que vapuleaba escandalosamente como si estuviera haciendo training para participar en los Panamericanos.
El siguiente paso era hacerlo avanzar un poco más en el tablero. No dejarlo detrás de los peones y alejado del rey, sino ubicarlo donde pueda moverse a sus anchas, como un alfil, y lo acaban de lograr, colándolo en el aparato gubernamental. Así dieron la noticia en el periódico de la provincia: “Rodríguez López-Calleja fue 'electo' este sábado en la localidad de Remedios, en Villa Clara, como diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular”. Y, por supuesto, había que inventarle a la carrera un historial militar que lo dignificara ante los ojos de la masa, más allá de sus reyertas matrimoniales, que no se pueden contar como batallas.
Han llegado al ridículo extremo de poner la noticia en eso que en Cuba llaman prensa, de esta manera: “El reconocido combatiente y dirigente revolucionario recibió la aprobación de los delegados de la Asamblea Municipal del Poder Popular del municipio villaclareño”. Tres mentiras al hilo que son cuatro: ni es “reconocido”, ni combatiente, ni dirigente y no recibió la aprobación de los delegados, sino que se les orientó la tarea, o la sagrada misión de aprobarlo.
Si uno se fuera a guiar por los periódicos, Cuba es realmente el sitio más feliz del universo. Si no fuera por el criminal bloqueo, todos los hogares se inundarían de absoluta e innegable felicidad al abrir las ventanas al amanecer. Lástima que no todo el mundo tiene casa para abrir las ventanas, ni ventanas que se abran, y hay quienes tampoco tienen amanecer porque siguen viviendo en la penumbra.
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Uno de los comentarios dejados al pie de la noticia en el periódico Vanguardia, posiblemente escrito por uno de los colaboradores, o quizá algún custodio, dice, así lleno de faltas de ortografía: “Exelente eleccion de mi pueblo, López-Callejas es un revolucionario ejemplar que ha participado en los mas dificiles momentos, en la toma de decisiones, de los años mas duros de recrudecimiento del bloqueo y del acoso imperial desde sus responsabilidades como Presidente del GAE, nosotros tampoco lo defraudaremos somos un pequeño pueblo de gente humilde, trabajadora y revolucionaria, orgullosos de su historia y tradiciones. Bienvenido a la Octava Villa de Cuba”.
Ya Cuba verá a dónde conducen esas callejas que a mí me parecen callejones sin salida. Este general de la división, como otros que aún se mueven casi clandestinamente me recuerdan al demonio de Tasmania. Todo el mundo pensaba que se había extinguido, pero el animal se seguía reproduciendo y haciendo daño.
Ilustración de portada: Armando Tejuca