Voluntad. Voluntad política, sobre todo. El régimen cubano tiene la oportunidad invaluable de encumbrar el buque encallado que es esta nación. Pero primero tiene que dejar el orgullo y la prepotencia a un lado y aceptar que estamos en crisis, que se trancó el dominó.
Si bien nosotros, como sociedad civil, volcamos todos nuestros esfuerzos para tener un país democrático al costo que sea necesario, el régimen tiene que dar un paso adelante y dejar los desagravios a un lado, para sentarnos a dialogar sobre cómo vamos a levantar esta nación.
Hay que lograr una reconciliación nacional. Tenemos que sentarnos todos y todas en la misma mesa, en igualdad de condiciones. Y discutir, disentir, sobre el país que queremos tener. Y lo más importante, evitar el estallido social. Llegar al entendimiento y a la reconciliación.
En esa mesa de diálogo tienen que estar todos los actores. Hombres y mujeres representantes de cada uno de los movimientos sociales que existen en Cuba y fuera de Cuba. El exilio cubano juega una pieza clave en esto y tiene que formar parte del cambio.
Debemos tener, además, asesores internacionales, esto es fundamental para la transparencia y el entendimiento. Como también es esencial que dicho diálogo sea televisado y tenga cobertura nacional. Que el pueblo cubano esté vinculado al mismo. Solo televisando la negociación, con toda la cobertura de prensa que se necesite, nos sentiremos en igualdad de condiciones con un régimen que ha usado los medios de comunicación para destruir la credibilidad de la oposición cubana.
El régimen cubano tiene que liberar las producciones, liberar el mercado. Dar luz verde al sector privado, a las empresas. Justo ahora mismo, en medio de una pandemia mundial, la entrada de divisas en la isla es limitada. Además, tenemos un embargo económico, pero esto último es la gran justificación de la dictadura para perpetuarse en el poder. La economía del país puede auto sustentarse con cada persona, o empresas que quieran invertir aquí en su propia tierra.
El régimen tiene que darle las garantías y sobre todo autonomía para que esas personas obren como mejor entiendan y desarrollen negocios y proyectos que serán beneficiosos para el pueblo cubano, que es, en definitiva, el que más sufre las carencias.
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El régimen cubano tiene que armar una comisión de derechos humanos que opere a la par, facilite información y colabore con cuanta organización o defensores de derechos humanos existan en Cuba. Y no solo eso, debe permitir la entrada a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Amnistía Internacional, Prisioners Defenders, CADAL, y otras entidades, para constatar y revisar todos los casos de violación, represión, encarcelamientos que sufre la disidencia cubana y la población en general.
El castrismo debe aceptar que también tenemos prisioneros políticos (145 hasta el momento), y respetarles todas sus garantías constitucionales. Que sus casos puedan ser revisados por las autoridades internacionales pertinentes.
También hay que proporcionarles a dichos observadores internacionales la información necesaria sobre los casos de fusilamientos, asesinatos y atentados contra la integridad física y psicológica de cada persona que haya sido víctima de la represión por parte de la policía política, o Seguridad del Estado. La justicia tiene que imperar.
Cuba tiene que ingresar a la Organización de Estados Americanos (OEA), es hora de volver al ruedo. Basta ya de tratar de sacar el agua con cubos de este barco que naufraga. Es hora de hacerle frente a los problemas que tenemos. Regresar a las filas de la OEA sería un gran paso para lograr la nación que queremos todos y todas.
Fotos: Ariel Maceo Téllez
Que el régimen cubano permita la libre expresión, la libre asociación, la libertad de prensa, los sindicatos independientes, etc. Demasiado dolor y miseria ha sufrido nuestro pueblo por culpa de un sistema que asfixia y se ha vuelto una maquinaria para reprimir a cada persona que piense diferente, levante su voz, que diga “esto no está bien”.
Como escribí en otro artículo: “Llevamos 60 años de hablar bajito”, y eso tiene que acabar. Es tiempo ya de que tengamos la oportunidad de decidir, como pueblo, el país que queremos tener, la democracia que vamos a tener. Y para esto el régimen cubano nos tiene que dar la posibilidad de hacer la consulta popular, de tener un Plebiscito.
Cuba puede volver a ser una gran nación, pero como dije al principio, tiene que haber voluntad política por parte de un desgobierno que nos ha mantenido más de 60 años bajo un régimen de terror. La dictadura tiene que acabar.
Termino con una frase de nuestro apóstol José Martí que, entre tantas cosas, también hizo periodismo independiente y fruto de este trabajo nació su ensayo “Nuestra América” publicado en La revista ilustrada en New York 1891:
“Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas en la almohada (…): las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas, valen más que trincheras de piedras”.