“Revolucionar la gestión tributaria”, un título progre y deslumbrante, de ahorita mismo. Acabadito de hornear por ¿la periodista?, Yudi Castro Morales [yudy@granma.cu], y no lo ha sido en los altos de Antillana del Acero, sino en los bajos del fiel Rotograbado.
En medio de tantos retrocesos confirmados dentro del país que se desarma poco a poco —sin tocar al ejército, claro—, se aparece el otrora rojinegro diario “Abuelita”, embarcando a nuestros crédulos lectores en nueva incursión primermundista, ahora festinado de la última policromía, como aparentando exudar hipócrita diversidad en este junio de orgullo soslayado.
Porque desde “la actualización del modelo” (inviable), somos —para los impuestos al menos— usufructuarios de un capitalismo espléndido. Próspero y sustentable, o “sostenible”, como quieran intercambiarle motes los del poder, en pleno auge.
Este adefesio sociopolítico se permite hacer concesiones sociales, émulas de las foráneas, con ganas de epatar a multitudes atolondradas aquí frente al horrendo y fatigoso día a día cubano.
“Ante la COVID-19, que obligó a todos a modificar procedimientos y maneras de hacer, también la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) ajustó sus mecanismos, lo que ha beneficiado, luego de más de cien días de enfrentamiento a la pandemia, a más de 370 000 contribuyentes”.
Con semejante introducción ya se avizora lo que vendrá después: la simiente tóxica dentro de la dulce carnada.
Tras demostrar fehacientemente la impracticabilidad real de tal cariz “no-extorsionadora”, la ONAT persigue —sin descanso— “continuar perfeccionando sus mecanismos» (de terror), para asegurarse una «mayor disciplina fiscal, aumentar la recaudación y evitar cualquier conducta evasora de los contribuyentes”.
Como si los ciudadanos fueran masa ganadora en lugar de ganadera. Como si ellos mismos no fueran los implementadores de la persecución y el hostigamiento al más talentoso y triunfal de nuestros muchos delincuentes sueltos y sin vacunar.
Durante este periodo, esa entidad, que llega hoy a sus 25 años de fundada, ha potenciado, a juicio de Vladimir Regueiro Ale, Viceministro primero de Finanzas y Precios, “el empleo de disímiles vías para mantener la atención a los ciudadanos, a pesar de la suspensión de los trámites en las oficinas de manera presencial”.
Como resultado “de las principales medidas”, resumió, se tramitaron más de 247 000 treguas para los contribuyentes que no podían continuar con sus actividades; los gobiernos locales, “en su facultad de reducir las cuotas por la situación epidemiológica, han favorecido a más de 31 000 cuentapropistas”, mientras que el aplazamiento en la presentación de la Declaración Jurada “ha beneficiado a más de 239 000 personas”.
Tales “beneficios” significan dejar de pagarle duros al fisco, lógicamente, no por conmiseración partidista ni bondad gubernativa, sino por no haber podido ganarse ni un centavo con la cerrazón, y punto. Con la misma ruindad que ofrece a sus majestades el turismo vacío.
Reiteró, no obstante, que, “según lo dispuesto para la etapa de recuperación, el reinicio de los pagos y demás trámites tributarios se estima en la segunda fase, aunque debe seguir fomentándose el uso de las plataformas digitales para honrar los compromisos contraídos”.
En los últimos meses, dijo, “el empleo de los canales electrónicos», —ya fuera mediante cajeros automáticos atorados por iliquidez frecuente de sus depósitos, o el problemático Transfermóvil—, «ha aumentado en un 20 %”, cifra que, independientemente de este crecimiento, sigue siendo baja respecto al número de contribuyentes que utilizan las vías tradicionales para acreditar débitos.
Por tanto, esta es, a su juicio, una de las prácticas que, de vuelta a “la nueva normalidad”, habrá de mantenerse, en pos de “facilitarles los trámites a las personas y aligerarlas de cargas burocráticas innecesarias”.
Nombrar “el regreso a la nueva normalidad” como si fuera otro descubrimiento del misterio existencialista, remite al eufemismo de que éramos todos un hatajo de anormales adocenados, quienes jamás recuperaron su lúcido status. Y si lo hicimos, pues sería —como siempre— en pos del detrimento propio.
De hecho, adelantó el experto, “se trabaja de conjunto con el sistema bancario para otorgarles una bonificación a aquellos que, una vez reanudadas las gestiones, efectúen sus pagos por las vías electrónicas”.
Y así entran al ruedo juguetón las ahora mermadas ganancias fabulosas de ETECSA.
¡Tremenda promoción a la demostrada incapacidad del monopolio asaz soez, de transferir nada trasparentemente, y mucho menos respetar los dineros ajenos!
(De ningún ufano modo)
De cara a un nuevo aniversario, subrayó Regueiro Ale, “también corresponde a la ONAT –con más de 5 000 trabajadores y representaciones en todos los municipios y provincias–, seguir revolucionándose, en aras de garantizar, con mayor efectividad, su gestión recaudatoria a favor del Presupuesto del Estado, sostén del gasto público y de todos los programas sociales emprendidos en el país”.
Al quehacer tributario, “más allá del compromiso y la entrega del personal”, aún le queda por delante, en palabras del (in)flamante Viceministro Primero, convencer a sus exprimidos —que no oprimidos, aseguran los que saben— acerca de la ferviente necesidad de desterrar del discurso público —en las redes sociales o del chillido bajito en las cocinas de sus casas—, todas las reservas impías que aún guarden en contra de su querido victimario.
Porque al final, las víctimas odiosas nunca tienen la razón.