No sé si esta columna podrá salir el lunes 15. No sé qué pasará ese día, ni los siguientes. Pido a Dios que todo ocurra en paz. Pero no la paz de los sepulcros, sino la paz con libertad y fraternidad entre los cubanos. Dicho esto, quiero dar gracias a Dios y a todos los que están viviendo y trabajando para que todo salga bien por Cuba y su futuro.
Sin embargo, a pocas horas antes de que llegue el 15N quisiera compartir con ustedes dos experiencias:
Gracias a la vida
A pesar de todos los pesares, estamos viviendo lo que muchos quisieron ver y no han podido experimentar con los ojos de esta vida. ¿Cuántos hubieran querido estar en esta dimensión para compartir, sufrir y vivir este momento? Ya lo dije antes, pero me parece necesario repetirlo en consideración a todos los que han muerto, están presos, sufren persecución y difamación, por respeto a todos y a pesar de todo lo malo, lo injusto, la represión, la muerte… debemos hacer un alto y tomar conciencia del momento histórico que estamos viviendo en Cuba hoy.
No hemos llegado al final, pero ya podemos ver las luces del amanecer y ya no es más un sueño lo que estamos viendo, haciendo, experimentando, es ya una realidad: Cuba ha despertado como nunca. Cuba se ha levantado pacíficamente, con una rosa blanca y con la Virgen de la Caridad, para avanzar en el largo camino hacia la libertad. Es verdad que no hemos llegado aún, pero seríamos muy ingratos, o ciegos y sordos, para no percibir que Cuba ha entrado definitivamente al final de esta etapa y prepara ya la etapa por venir.
Dentro de decenas de años nuestros nietos y bisnietos, en sus escuelas e iglesias, en el seno de sus familias, escucharán estas fechas, preguntarán qué hicieron sus padres y abuelos, se pondrán nerviosos al tener que narrar en un examen los acontecimientos que estamos viviendo en primera persona hoy. Eso es verdaderamente fascinante. En medio de tanto sufrimiento, paremos, disfrutemos sin amarguras este tiempo inédito y apasionante y demos gracias a Dios por ser, cada cual, a su forma, protagonistas de esta hora de Cuba.
Lea también
Frecuentemente digo a mis hijos y amigos: muchas veces esperando el final no disfrutamos el proceso. Que la angustia y los dolores del parto no empañen la mirada y el gozo de la criatura que viene. Que el llanto del primer aliento no nos robe la vida que nace, el cansancio glorioso de la madre, la celebración de la fecundidad del padre, el paso de toda la familia por la incertidumbre y el miedo de no saber cómo será el proceso de dar a luz y, aún más, de cómo será la salud y la identidad de lo nuevo que nace. Disfrutemos la concepción de la libertad, acompañemos el tiempo de gestación, comprendamos que la llegada de los dolores del momento de dar a luz no es la muerte. Los dolores de parto son la clarinada de la vida nueva. Disfrutémoslo y vivámoslo conscientemente. No se van a repetir.
Lo que se ha logrado antes del 15N
Como no sabemos, al momento de escribir esta columna, lo que sucederá este 15 de noviembre de 2021, quiero centrarme en los logros que como ciudadanía ya hemos alcanzado:
El objetivo de toda manifestación pacífica y ordenada, en cualquier lugar del mundo, es expresar y comunicar lo que se siente, lo que se demanda y cómo queremos el futuro. Ese objetivo ya se ha logrado, pase lo que pase mañana.
Otro objetivo de toda manifestación pacífica, en cualquier lugar del mundo, es sensibilizar a la opinión pública nacional sobre el mensaje que se intenta compartir sin violencia. Ese mensaje es la libertad aun cuando todavía no se haya alcanzado institucionalmente. Toda Cuba, ya sea a favor o en contra, sean protagonistas o espectadores, ha oído hablar, ha preguntado, se ha sensibilizado, a favor o en contra, sobre lo que el 15N espera y demanda.
Los medios de comunicación oficiales, aún con otro enfoque, han contribuido mucho a la difusión de ese mensaje. Fijémonos que en muchos países lo que se conserva como una reliquia sagrada, y como un icono de todo el camino, es la campana con la que se hizo el primer llamado a la libertad.
El despertar de la ciudadanía, ayudada por las redes sociales, ha sido inédito. El estado de opinión está creado. Recuerdo la genial lección del padre Félix Varela en sus “Cartas a Elpidio” en 1835, al preguntarle cómo quitarse el yugo español, respondió: “«Y a los que siempre andan diciendo: ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Es preciso ponérselo?... Fórmese la opinión y basta... y perciba todo el mundo que los ánimos están de acuerdo y entonces ¡gato escaldado del agua fría huye!» En Cuba hoy, ya se ha formado la opinión pública. Eso basta. No tiene marcha atrás.
Otro propósito de toda manifestación pacífica, en cualquier lugar del mundo, es recabar la atención internacional, es sensibilizar a las organizaciones e instituciones mundiales con la causa que se anuncia y defiende. Esto se ha logrado ya. Ha sido inédito en los últimos 50 años por lo menos. Más de un centenar de ciudades apoyarán el ejercicio de la libertad de expresión y manifestación en Cuba, y las más importantes instituciones de la comunidad internacional han manifestado su preocupación y su atención sobre Cuba. La Unión Europea, la ONU, Canadá, Estados Unidos, junto a países latinoamericanos, entre otros, han expresado su apoyo a los reclamos de libertad y derechos del pueblo cubano. Otro símbolo de los anhelos cubanos en esta etapa ha ganado repercusión internacional al ser nominada al premio Grammy, y hoy es cantada por millones: se trata de la canción “Patria y Vida”, que es la actual “Bayamesa”, una continuación de “El Mambí”, una versión pacífica del Himno Invasor que aspira a sustituir el machete por la rosa blanca y la violencia por la paz.
Lea también
La Iglesia católica, comunidad milenaria de larga experiencia, que con frecuencia ha prestado el servicio de concientización, de educación ética y cívica, de mediación en los conflictos, de garante de la legitimidad moral de los procesos sociales, también ha alzado su voz y ha acompañado, siempre desde su misión y con su lenguaje, este momento histórico de Cuba. Como estuvo presente en la gestación de la nación cubana en el útero del Seminario de San Carlos de La Habana, de la mano educadora del padre Félix Varela. Como ha estado presente al tocarse las notas del Himno nacional en una procesión del Santísimo en la Parroquia de Bayamo. Como ha estado, desde 1612, en la presencia maternal de nuestra Patrona la Virgen de la Caridad ante la que Céspedes presentó la contienda libertaria y ante la que millones de cubanos han depositado sus sueños de progreso y libertad.
Ella estuvo en San Isidro, en el 27N, el 11J, aquí y en las principales ciudades del mundo, desde el Vaticano a Washington, de Argentina a Polonia, enarbolada por sus hijos, sean creyentes o agnósticos, como ha estado presente en la invocación de Dios en los preámbulos de las constituciones democráticas, lo que no impide la plena libertad religiosa y el respeto a los derechos de los ateos y agnósticos. La Iglesia Católica en Cuba ha estado presente, también hoy, pero de una forma sin precedentes, en cuanto a coincidencia providencial, ha sido el acompañamiento de la Iglesia en esta semana que termina. De lunes a sábado, cada día han levantado sus pronunciamientos la representación de las diferentes vocaciones y sectores de la Iglesia: laicos, frailes y monjas, sacerdotes y diáconos, los Obispos en pleno, la Confederación Cubana de Religios@s.
Pero lo que más me ha impresionado es que, en todos estos signos y mensajes, en la actitud y las palabras, en los sentimientos y acciones de todos, pero especialmente en la mentalidad y las posturas de los jóvenes cubanos, es la irrestricta y clarísima vocación y opción por la no violencia, por los métodos pacíficos, por las palabras respetuosas y contundentes, por la educación y actuación cívica e incluyente.
La rosa blanca que inunda nuestras redes sociales, nuestros hogares y templos, es el mejor y mayor signo y el más claro mensaje que los cubanos enviamos hoy al mundo, y también, la mejor respuesta a los que quisieran enfrentarnos entre hermanos y compatriotas. Sería bueno recordar que esos versos sencillos de José Martí son el trasvase inculturado del Evangelio en que Jesucristo nos pide a todos perdonar a los enemigos, ofrecer la paz a los contrarios, no devolver el mal a los que nos arrancan la libertad en Mateo 5, 43-44: “Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”.
Martí lo cubanizó así: “Cultivo una rosa blanca en junio como en enero, para el amigo sincero que me da su mano franca. Y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo, cardos ni ortigas cultivo, cultivo la rosa blanca”.
Esa es la esencia de la cultura cubana. El perdón, el amor y la vida. Eso es lo que la mayoría de Cuba ha vivido y lo que esta generación también ha logrado. Aún queda camino por recorrer, pero que el aliento de lo que hemos vivido y logrado sostenga viva nuestra esperanza.