Han anunciado a bombo y platillo, pero luego desisten. Posiblemente esperan una fecha importante, un acontecimiento que crean a la altura del personaje. Por eso puse el freno en este artículo y esperé a que sucediera el VIII Congreso del PCC en Cuba. Lo único que ha dejado el congreso es la eliminación del cargo del segundo secretario, así que Machado Ventura no sabe si tiene que ir a trabajar o no.
Pensé que lo inaugurarían antes, durante o después, y nada. Lo hice razonando como ellos, pensando que abrirían este novedoso centro un día más significativo que todos los días del pasado, del presente y del futuro, porque así les enseñó a pensar y a actuar el difunto: las cosas más grandes que ellos mismos. Como la revolución, que es de una talla tan grande que no le ha servido a nadie nunca.
Pero la casona está ahí, palpitante, ansiosa de abrir sus puertas esperando a su público, esos seres humanos que han afirmado, como saliendo de un centro espiritista “Yo también soy Fidel”.
Tras los muros ha sido derribado el pasado para que crezca, fértil e indetenible, el pensamiento del comandante invicto Fidel Castro, sus grandes delirios, sus intentos y, sobre todo, aquello que contribuyó a que Cuba no se hundiera en el mar, pero que se anegara por todas partes, y poco a poco dejara de flotar sin que antes se fuera a la deriva.
Su interior sigue siendo un misterio. Todo el mundo anhela que inauguren ese centro de una vez por todas, pero siempre el enemigo detiene nuestros mejores deseos: la covid, el bloqueo, el “bloqueovid”, la pandemia, la “sin pan-demia”, el imperialismo y Trump.
Adentro, los fantasmas del mambí Enrique Conill, y de su familia, que vivieron y disfrutaron de la casona que levantaron hasta que, el que da nombre al futuro centro, los obligó a marchar sin techo, para instalar entre sus paredes una “Unidad de Atención a Menores de Edad”, y más tarde, la gota que colmaría el vaso, un Centro de Inteligencia del Ministerio del Interior. Después de eso, cualquier cosa que viniera, una posada o un salón de masajes.
Y optaron por lo segundo: un gran salón de masajes cerebrales, donde se acumularán, agolpadas unas a otras y por eso no me matan, todas las ideas, “ideotas”, caprichos y caprichitos del Delirante en Jefe. Tiene otro nombre más solemne y aburrido, pero se baraja poderlo llamar Castrolandia o la Fifo Feria y que sea un parque de juegos mentales e ideológicos donde usted puede encontrar y revivir los más relevantes momentos de eso que llaman revolución, y seguir otra vez al que nunca llegó al asalto al cuartel Moncada, aunque se parta las patas de nuevo.
Según la disposición de 2016 de la Asamblea Nacional del Poder Popular y el Decreto Presidencial de 2018 que instituyó el Centro, este se dedicará a la "promoción y el desarrollo del trabajo de extensión, encuentros y concursos"; de "eventos académicos, docencia y proyectos de investigación"; la "edición y producción de libros y otras publicaciones"; la "articulación de relaciones de trabajo con otras instituciones nacionales e internacionales vinculadas con la figura de Fidel Castro". Asimismo, entre sus objetivos está contribuir "al enfrentamiento de las campañas enemigas dirigidas a tergiversar la vida, obra y figura del Comandante".
Sería una manera hermosa y lúdica de recordar, y más que recordar, tener presente a quien en menos de 60 años desmontó el desarrollo que había obtenido la isla. Los que asistan podrían disfrutar de un viaje alucinante desde fines del siglo XX al comienzo del Medioevo en medio del barrio de El Vedado. Y quien se atreva a asistir a esa animada Fifo Feria tendrá la oportunidad única de revivir en persona algunos de los más sonados y alegres fracasos del proceso revolucionario y palpar las desorbitadas invenciones de quien dirigió (mal, muy mal) los destinos (los desatinos) de un país que un día fuera “la llave del Golfo” y ahora, de tan oxidado, no cabe en cerradura alguna.
Si alguien piensa que entrar a ese mundo resultará algo solemne y serio, que desista, el enfoque que le han dado al Centro tiene mucho que ver con la alegría del cubano, y por lo tanto esos momentos históricos e inolvidables de las cosas que hizo el mayor de los Castro se asumirán de manera lúdica, o sea, en forma de juegos y de concursos.
Allí los visitantes podrán crear el cordón de La Habana, y sembrar posturas de café a la mayor velocidad y en cualquier maceta, lata, cartucho o pomo de compota. También habrá un juego donde se intentará desecar la ciénaga de Zapata.
Un juego que promete será el de buscar a Camilo, que se desarrollará en una piscina de grandes dimensiones, y otro que hará las delicias de grandes y chicos, que los organizadores han llamado “los diez millones van” (que no es como muchos piensan un juego sobre el deseo de emigrar de gran parte de la población).
Habrá otros, más breves, pero igual de emocionantes, como “ríale la gracia a Bola de churre” y “Al Moncada hay que llegar puntual”, que consiste en un laberinto de calles que a uno le parecen conocidas pero que se enmarañan y hacen que el concursante nunca llegue a tiempo al destino trazado.
Ya otros eventos que se preparan van a tener mayor complejidad, como el que recordará a la vaca mártir de la isla, Ubre Blanca, y se celebrará la competición de ordeño seguida de otra de inseminación artificial, en la que los participantes tendrán que insertar la varilla de inseminador en todo lo que les pase por al lado. Pero no confundir con otros menos complicados como “Que se vaya la escoria” o “No los queremos, no los necesitamos”.
Y habrá, por supuesto, una competencia estrella, que consistirá en hablar cáscara de plátano durante el mayor tiempo posible. El ganador podrá escoger entre pasar un mes en Mazorra con todos los gastos pagos o ir como becario al Buró Político para intentar convencer a José Ramón Machado Ventura de que ya no existe el cargo de segundo secretario del PCC.
Entrar es fácil. Admiten a todo el mundo, o a casi todo el mundo, preferiblemente niños, jóvenes o adultos que demuestren una total carencia de masa encefálica.
La única condición que se exige es poder completar la contraseña. En la puerta un policía oriental le dirá a cada visitante, casi al oído: “Dentro de la revolución, todo”, y el visitante está obligado a responder “Contra la revolución, nada”.
El uso de la barba postiza es opcional.