No hay como los funcionarios de Hacienda para descubrir los secretos más oscuros de alguien, con tal de devolverlo al redil de los pagadores de impuesto. Eso lo sabe muy bien la cantante Shakira quien, todo parece indicar, intentó salirse en vano del rebaño y la pescaron in fraganti.
Con la devoción propia de un Sherlock Holmes, la inspectora Susana C. ha reconstruido su vida, ha desnudado su imperio económico y la ha puesto contra las cuerdas por defraudar 14,5 millones de euros al erario público de España.
La inspectora buceó en el día a día de la cantante colombiana en Barcelona para demostrar que no vivía en Bahamas sino en España, y que por ello debía pagar sus impuestos allí.
Sabe que Shakira recibía clases particulares de francés, que su profesora de zumba se llamaba Betsie, que iba al peluquero dos veces por semana, que sus gastos en El Corte Inglés, restaurantes y hoteles los pagaban sus asistentas con tarjetas de crédito de American Express. Hasta sabe que, cuando acudía a la clínica Teknon donde dio a luz a sus hijos, lo hacía bajo el pseudónimo de Sila Prieto.
También ha rastreado las redes, donde los fans de la artista se dedican a etiquetarla por donde pasa. Esos fans se han convertido, a su pesar, en una prueba más del presunto fraude fiscal. En 2011, la ubicaron 60 veces en España, muchas más que en cualquiera de los 37 países del mundo que visitó ese año. Ninguno de ellos, por cierto, era Bahamas.
La inspectora denuncia la “nula colaboración” de Shakira, tozuda al afirmar que no vivió en el país ibérico hasta finales de 2014, cuando ya era madre de su primer hijo (Milan) y estaba embarazada del segundo (Shasha). En la inspección, dijo que hasta entonces residía en una casa comprada en Nassau por 1,1 millones de dólares.
Y aportó como prueba un permiso de residencia permanente otorgado por Bahamas en 2007. Pero Susana C. no cedió. Demostró que el único requisito para obtener ese certificado es comprar una casa, pero no hace falta vivir en ella.
Shakira aportó gastos de luz, agua y televisión por cable de la casa de Nassau. Resultó que esos servicios los pagaba una empresa y no los consumía ella, sino los empleados que cuidaban la finca.
La inspectora presume de haber “identificado a todo el núcleo” íntimo de Shakira: sus padres y hermanos, sus asistentes, la directora de la Fundación Pies Descalzos; los contables, estilistas, productores y amigos norteamericanos… “Si de verdad residía en Bahamas”, reflexiona en el informe, “les era mucho más fácil visitarla en su residencia de Nassau”.
Susana C. afrontaba, no obstante, el reto de demostrar que pasó aquí la mitad del año más un día en España, el mínimo para considerar a Shakira residente fiscal. Logró reunir tal cantidad de información sobre la vida personal de la artista, que hasta sabe cuándo iba al peluquero y qué peinados se hacía.
Hacienda concluyó que Shakira defraudó al estado durante cuatro años. Su año de más ingresos, 2011, después del exitazo del Mundial y con la gira mundial en marcha, no pudo llevarse ante la justicia porque había prescrito.
Se cerró con un acta de desacuerdo: la cantante pagó 24 millones de euros (la cuota defraudada) para regularizar antes de reclamar ante la Agencia Tributaria. Los inspectores sí llevaron a la Fiscalía el fraude de 2012, 2013 y 2014. En esos tres años se embolsó 34,9 millones y dejó de pagar al fisco 14,5. La Fiscalía querelló y la cantante permanece ahora imputada por seis delitos fiscales. El verano pasado, Shakira declaró ante la juez y volvió con lo mismo que le dijo a la inspectora: no vivía en España, no vivía en ningún sitio en particular, estaba de aquí para allá, era una “nómada sin raíces”.